La ronda anual de negociación entre empresarios y sindicatos para la revalorización salarial en Japón-conocida como ‘shunto’ en la cultura nipona- se ha saldado un año más con el mayor acuerdo de subida en 34 años. Si el año pasado se alcanzó el mismo hito con un aumento del 5,28% inicial (que acabó siendo del 5,1% al final de la negociación), este año la Confederación de Sindicatos japonesa (Rengo) ha arañado un 5,46% en el pacto preliminar, aunque previsiblemente también se verá reducido después de que entren al debate las empresas más pequeñas. Este revulsivo salarial, sin embargo, no se prevé que sea suficiente para reanimar un consumo adormecido -uno de los principales problemas que afronta la economía del país- ya que el sindicato representa a unos siete millones de empleados mientras el resto de sueldos ‘reales’ siguen aplastados por la inflación.

La primera especulación que ha generado el acuerdo inicial tiene que ver con el Banco de Japón ante la posibilidad de que el sólido incremento refuerce su confianza en la economía y apoye un mayor ajuste. El año pasado, el BoJ subió los tipos de interés por primera vez en 17 años en marzo, pocos días después de que Rengo publicara el acuerdo preliminar. Siguiendo un calendario similar, el banco central de Japón presentará su última decisión sobre política monetaria el 19 de marzo, cinco días después de conocerse el nivel del alza, aunque los economistas encuestados por Bloomberg no prevén cambios en la política monetaria en esa cita.

Si bien la mayoría de los analistas no prevén otra subida de tipos antes del verano, los resultados de las negociaciones salariales de primavera siguen dando pistas sobre el momento del próximo alza. Hideo Kumano, economista ejecutivo del Dai-Ichi Life Research Institute y exfuncionario del Banco de Japón (BOJ), ha señalado en declaraciones a Bloomberg que “el BoJ debe estar ganando confianza en el ciclo de inflación salarial. Julio es el momento probable para la próxima subida de tipos, pero ahora es posible que empiece a considerar la reunión de junio o mayo como posibles fechas”.

Los funcionarios del BoJ, incluido el vicegobernador Shinichi Uchida, han señalado recientemente que la tasa de interés de referencia continúa en una trayectoria ascendente gradual, sujeta a la realidad económica. En su informe de perspectivas de enero, el Banco de Japón proyectó un aumento continuo de los ingresos de los empleados ante las aún restrictivas condiciones del mercado laboral. Con todo, Kazuo Momma, exdirector ejecutivo del BoJ, declaró a principios de esta semana que el banco central no se inclinaría por un aumento anticipado a menos que los resultados de Rengo superaran el 5,7%.

La pregunta del millón sobre el consumo

Hasta finales de verano no se conocerá el alza definitivo pero independientemente de porcentaje de subida final. Falta la negociación con las empresas más pequeñas, que emplean a aproximadamente el 70% de la fuerza laboral de Japón, y podrían abrirse a alzas de algo más del 5% por primera vez desde 1992.

Evolución de los acuerdos de subidas salariales en Japón desde los años 90.

La ‘pregunta del millón’ hasta entonces cuestiona si los aumentos conducirán a un salto significativo en el gasto del consumidor. La respuesta se esconde tras los trabajadores que están bajo el paraguas sindical: son el 16% de la fuerza laboral de Japón.

Pese a los aumentos salariales anotados por los sindicatos el año pasado, máximos en más de tres décadas, el crecimiento salarial real sigue siendo irregular en un contexto de inflación estancada en las alturas. La inflación general de Japón alcanzó el 4% en enero (máximos de dos año) ante un yen débil que elevó los costes de importación y ralentizó el crecimiento de la renta disponible. Este aumento de los precios ha afectado a los consumidores, como lo demuestran los últimos datos que confirman que los hogares gastaron mucho menos de lo previsto en enero.

La senda salarial no compensa la inflación. En datos del Ministerio de Trabajo, los salarios reales cayeron un 0,3% interanual en 2024, prolongando la racha de caídas a tres años. Además, la baja productividad y la incertidumbre sobre el yen y la economía global están llevando al límite la capacidad de las empresas para seguir subiendo los salarios.

Este escenario es el Talón de Aquiles del primer ministro Shigeru Ishiba, que hace poco más de un mesperdió su mayoría en la Cámara baja tras asumir en cargo el pasado octubre y en verano se enfrenta a las elecciones a la Cámara Alta. Takahide Kiuchi, economista ejecutivo del Instituto de Investigación Nomura, considera que “Ishiba debería centrarse en estabilizar los precios para aumentar los salarios reales“. Algunas de las medidas aplicadas por el mandatario para paliar los efectos de los precios en los salarios son el aumento del umbral de ingresos exentos de impuestos para impulsar la renta disponible o la liberación de reservas de arroz de emergencia para reducir el precio de un alimento básico en ese país.

Demanda interna, escudo anti aranceles

Para Ishiba y para el Banco de Japón, una demanda interna sólida es esencial, y más en un momento en que la economía mundial se enfrenta a una creciente incertidumbre ante la guerra comercial iniciada por el presidente estadounidense Donald Trump con su avalancha de aranceles por todo el mundo. Estas medidas proteccionistas de EEUU impactarán también en la economía japonesa y en la demanda externa, por lo que fortalecer el consumo interno se vuelve aún más necesario.

Cabe recordar que los datos revisados ??del PIB de Japón publicados a principios de semana mostraron que la economía japonesa creció moderadamente en el último trimestre de 2024, impulsada por las exportaciones netas, mientras que el consumo privado se mantuvo lento.

En el gasto de los jóvenes está la esperanza. Shinichiro Kobayashi, economista principal de Mitsubishi UFJ Research and Consulting, ha señalado para Reuters que los aumentos salariales que los jóvenes llevan tres años cosechando les hacen los impulsores más esperados del gasto de los consumidores. La clave está en que dejen atrás la incertidumbre sobre el futuro que les lleva a apostar por el ahorro más que por el consumo, pero el contexto general no contribuye a la tranquilidad.

Fuente: Revista El Economista

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