Esta preferencia, sostenida tanto por campañas de marketing como por la percepción de una mayor pureza, ha convertido el agua embotellada en un producto básico en muchos hogares y oficinas. Sin embargo, un estudio reciente llevado a cabo por investigadores del Weill Cornell Medicine de Qatar, publicado en BMJ Global Health, ha puesto en duda estas creencias y revela los posibles riesgos de salud asociados al consumo de agua embotellada.
Los microplásticos son pequeñas partículas que pueden pasar al sistema digestivo y acumularse en el cuerpo humano. A largo plazo, esta acumulación se ha asociado con efectos perjudiciales para la salud, tales como inflamaciones y alteraciones en el sistema endocrino, debido a su potencial para alterar el equilibrio hormonal. Por su parte, el BPA es un disruptor endocrino conocido y los ftalatos también están vinculados a problemas de salud, especialmente en sistemas reproductivos.
A pesar de la popularidad del agua embotellada, en muchos países el agua del grifo pasa por controles de calidad más estrictos. Las autoridades de salud monitorean regularmente el agua del grifo para asegurar su seguridad, y los sistemas de tratamiento están diseñados para eliminar la mayoría de los contaminantes.
Además, la infraestructura de tuberías en muchos lugares sigue estándares de calidad que minimizan la posibilidad de que se filtren sustancias perjudiciales en el agua potable. En contraste, la regulación del agua embotellada varía según el país y, en algunos casos, es menos estricta que la del agua del grifo, lo que aumenta el riesgo de que ciertos contaminantes lleguen al consumidor final.
Al estar embotellada, el agua puede pasar largos periodos almacenada, en condiciones que facilitan la liberación de microplásticos y otros contaminantes. Además, los cambios de temperatura durante el transporte y almacenamiento también contribuyen a la degradación del plástico, lo cual aumenta la cantidad de sustancias nocivas que se pueden disolver en el agua.
El estudio también destaca la huella ecológica del consumo de agua embotellada, que tiene un impacto ambiental significativo. La producción de plástico para botellas no solo consume grandes cantidades de recursos, sino que también genera emisiones de gases de efecto invernadero, que contribuyen al cambio climático.
A nivel mundial, millones de botellas plásticas terminan cada año en vertederos y, en muchos casos, en los océanos, donde se descomponen lentamente, liberando microplásticos al entorno. Estos residuos no solo afectan a la fauna marina, sino que también pueden incorporarse en la cadena alimentaria, regresando indirectamente a los seres humanos.
Otro aspecto a considerar es el costo económico y energético del transporte de agua embotellada. En contraste, el agua del grifo, al estar disponible localmente y no requerir envases de un solo uso, representa una opción mucho más sostenible para el medio ambiente.
Para aquellos que aún dudan de la seguridad del agua del grifo, existen opciones para reducir la dependencia del agua embotellada sin comprometer la salud. Algunas de las mejores prácticas para quienes prefieren evitar contaminantes incluyen:
1) Uso de filtros de agua domésticos: Instalar filtros de agua en casa puede ayudar a eliminar cualquier contaminante residual que pudiera estar presente en el agua del grifo, proporcionando una opción segura y económica.
2) Botellas reutilizables: Utilizar botellas de materiales como el acero inoxidable o el vidrio para evitar los riesgos asociados con el plástico. Estas opciones no solo reducen el riesgo de contaminación, sino que también disminuyen la cantidad de residuos plásticos.
3) Apoyo a iniciativas ecológicas: Colaborar con organizaciones que promuevan el acceso a agua potable y trabajen para reducir el uso de plásticos. Apoyar proyectos de infraestructura para el acceso al agua potable puede beneficiar tanto a las comunidades locales como al medio ambiente.