El Banco Central Europeo ya está en pleno proceso de recortes de tipos de interés y su credibilidad se va a volver a poner a prueba en los próximos meses, en un momento en el que el organismo necesita que los precios de la energía no continúen su escalada. El BCE, en boca de su presidenta, Christine Lagarde, ha advertido en los últimos meses de un repunte temporal de la inflación derivado del efecto estacional de los precios de la energía en la cesta del IPC. El problema es que, desde que Lagarde lanzó este aviso a finales de octubre de 2024, las señales que está mandando el mercado de la energía no son positivas, y todo apunta a que las presiones inflacionistas que se esperaba que fuesen puntuales se van a alargar en el tiempo, e incluso pueden prolongarse durante casi todo el año 2025. Esto puede suponer un duro varapalo para el banco central, y también para el mercado de renta fija, que ya está sufriendo el temor de que el repunte inflacionista impida a la Fed y al BCE bajar los tipos tanto como se esperaba.

En la reunión de octubre de 2024 Christine Lagarde lanzó un mensaje de tranquilidad tras advertir de un nuevo aumento de las presiones inflacionistas en la zona euro. La presidenta del BCE avisaba de que en los próximos meses se produciría un repunte inflacionista “derivado del efecto base de los precios de la energía”, pero también calmaba a sus interlocutores al asegurar que se trataría de un repunte “puntual”, y que en poco tiempo se volverían a producir los descensos en el crecimiento de la inflación en la zona euro.

El aviso de Lagarde se explica por la forma de medir la inflación: a grandes rasgos, la cesta de precios calcula, en el caso interanual, el cambio que se ha producido entre el precio de uno de sus componentes, y el que mantenía en el mismo momento del año pasado. Por eso, si las materias primas energéticas, como el petróleo o el gas, se mantenían por debajo de los precios del año anterior, aunque se mantuviesen estables o incluso subiesen de un mes a otro, podían seguir siendo una fuente de presión desinflacionista. Del mismo modo, si cotizaban por encima de los precios del mismo momento del año anterior, serían un elemento que contribuiría a la inflación. Esto es lo que está ocurriendo ahora, y lo más preocupante para el BCE: es lo que parece que va a ocurrir durante la mayor parte de este año.

Una subida de la inflación es una piedra en el zapato del BCE en este momento. En primer lugar, porque aleja el cumplimiento de su objetivo, que es conseguir que el crecimiento de la inflación se modere hasta el 2% interanual, pero, sobre todo, es un peligro para el banco central por el impacto que puede tener en su credibilidad, después de que el organismo asegurase que la situación está bien encaminada y que los repuntes de los últimos meses serían algo anecdótico y de corto recorrido. Ya en el último repunte inflacionista, el del año 2022, grandes bancos centrales como el BCE o la Fed sufrieron una pérdida de credibilidad al no haber sido capaces de prever con acierto la magnitud que tuvo el aumento de la inflación en aquel momento.

Las subidas de la electricidad crearán inflación

El mercado eléctrico es una de las principales fuentes inflacionistas a la que está expuesta una economía. La energía tiene un impacto clave en los precios de producción de muchos bienes y servicios, y por ello, cuando se paga más cara, se contagia a los precios que terminan pagando los consumidores. Por eso es tan importante mantener unos precios bajos y estables en el mercado eléctrico para evitar que haya un repunte inflacionista.

De cara a 2025, los analistas creen que el mercado eléctrico va a ser una fuente de presión inflacionista, uno de los escenarios que el BCE habría querido evitar a toda costa, y que corre el riesgo de castigar la credibilidad del banco central, que, hasta la fecha, sigue esperando un repunte temporal de la inflación por el efecto base de los precios de la energía, pero no un aumento que se pueda prolongar durante todo el año.

Las estimaciones para la electricidad en Alemania son de 92 euros/MWh en el primer trimestre, 77,8 euros en el segundo, 90,6 en el tercero y 104,26 en el cuarto, unas cifras que superan, en todos los casos, los precios en los que se movió la electricidad en 2024: 63 euros en el primer trimestre, 67 en el segundo, 76 en el tercero y 99 en el cuarto.

Para el mercado español se repite esta situación que promete inflación energética durante todo 2025: si en el primer y segundo trimestre de 2024 los precios medios fueron de 38,9 y 33,5 euros/MWh, y en el tercero y cuarto fue de 78,9 y 94,7 euros, para 2025 los analistas esperan precios trimestrales de 82,9 euros, 51,3 en los dos primeros trimestres, y 82,6 para el tercero. Para el cuarto no se han lanzado todavía previsiones por parte del consenso de analistas que recoge Bloomberg.

El gas natural es el principal ingrediente inflacionista

Detrás de las subidas de precio del megavatio que se esperan para 2025 hay un componente especialmente importante para la formación de los precios de la electricidad en el Viejo Continente: el gas natural. La materia prima ha sido uno de los componentes que más ha afectado a los precios de la energía eléctrica en España en los últimos años, por el peso que gana en el sistema de formación de precios ibérico cuando las fuentes renovables no generan mucha electricidad. Cuando no hay viento y hay poca generación fotovoltaica, hay momentos en los que el precio los marca el gas, y las subidas en la cotización del recurso energético que se están produciendo amenazan con volver a convertir al gas en una fuente inflacionista en la zona euro.

El problema para los bancos centrales es que, si todo sale como se espera, en 2025 el gas natural va a ser inflacionista durante todo el año, una señal clara de peligro que puede tirar por tierra las esperanzas del banco central de que los repuntes de los precios sean una cuestión sólo de corto plazo. El consenso de analistas que recoge Bloomberg apunta a que los precios de la materia prima energética se moverán en los 48 dólares durante los tres primeros trimestres de 2025, y en el entorno de los 46 dólares en el último. Estos precios, en todos los casos, serán suficientes para crear inflación interanual durante todo el año, después de un año 2024 en el que los precios se han mantenido por debajo de los 45 dólares casi en todo momento.

La caída de los niveles de los inventarios de gas en la eurozona es la responsable de las subidas de precio que se han producido en los últimos meses, y de que se haya formado un rumor que apunta a mayores subidas de precios en el gas en el corto plazo. Por primera vez desde que empezó la guerra de Ucrania, Europa está arriesgándose a no alcanzar sus objetivos en los niveles de inventarios de gas para el invierno que viene: la cantidad de materia prima que hay almacenada en este momento ha caído en enero por debajo de la media de los últimos cinco años por primera vez desde que empezó la guerra.

Aunque no parece que vayan a haber problemas de suministro para este invierno, sí hay cierto temor de que haya escasez de cara al año que viene, y esto ya se está notando en los precios que se pagan ahora en los mercados financieros. El gas en Europa se está pagando a 46,7 euros/MWh, en medio de una carrera internacional por asegurarse el suministro de gas de cara al invierno. El gas ruso ya no llega a Europa a través de Ucrania, después del final del acuerdo de transporte que había en vigor hasta el último trimestre de 2024, y a partir de ahora los compradores europeos tendrán que competir con los del resto del mundo por un pastel más pequeño, e intentar conseguir la alternativa más viable: el gas natural licuado (LNG, por sus siglas en inglés), que se transporta en buques desde Estados Unidos y otras partes del mundo.

De hecho, la llegada de Donald Trump a la presidencia estadounidense puede confirmar un aumento de las compras de gas estadounidense por parte de la zona euro, ya que el nuevo presidente ha amenazado al Viejo Continente con nuevos aranceles si no se incrementan las importaciones de energía estadounidense. Ahora bien, hay que recordar que si, como ha prometido Trump, se consigue poner punto y final al conflicto en Ucrania, existe la posibilidad de que los mercados de gas se calmen y se produzcan caídas en los precios de la materia prima que eviten que los bancos centrales tengan que lidiar con un nuevo aumento inflacionista en los próximos meses.

Eso sí, varios expertos destacan a Bloomberg cómo el aumento de los precios del gas, por la necesidad de rellenar los inventarios para este invierno, no será una realidad que se prolongue durante mucho tiempo, más allá de 2025. Firmas como Jefferies o Rabobank creen que ya en 2026 llegará un fuerte incremento de oferta de gas natural, que ayudará a los precios a mantenerse en niveles moderados, y desde la agencia destacan cómo, a partir de 2030, llegará una nueva oleada de gas natural licuado, sobre todo con origen en Estados Unidos y Qatar.

Fuente: Revista El Economista

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