Con sus baches, los mercados laborales de las principales economías occidentales parecen volver poco a poco a la normalidad tras la pandemia. La irrupción del covid alteró las dinámicas y los bailes de cifras convirtieron el empleo en poco menos que un rompecabezas. Los problemas para hacerse con mano de obra en la reapertura tras los confinamientos derivó en unas presiones salariales que asustaron a unos bancos centrales que veían desbocarse la inflación, crisis energética mediante. Ahora, esas presiones se dan por controladas y la preocupación de los banqueros centrales ha pasado a ser el crecimiento económico, seriamente amenazado después de las agresivas subidas de tipos. Sin embargo, queda un lugar entre las economías avanzadas en el que esto no es así del todo aún: Reino Unido.

La prueba de que todo está volviendo a su ser en Occidente está en el nuevo mantra esculpido recientemente en piedra nada menos que por la Reserva Federal de EEUU, el banco central más observado del planeta: el mercado laboral ha dejado de ser una fuente de inflación. Incluso su presidente, Jerome Powell, ha dicho que no ve con buenos ojos un nuevo aumento del desempleo. Algo que contrasta con los ocultos deseos de hace poco más de un año, cuando los calientes datos de empleo provocaban temblores entre los funcionarios de la Fed.

En Reino Unido, el banco central, el Banco de Inglaterra (BoE), no puede salir a decir esto tan a las claras. Es cierto que los datos del mercado de trabajo han vuelto a una normalidad propia de antes del covid, pero no lo es menos que las presiones salariales, aunque en desaceleración, siguen mostrando porcentajes elevados, cercanos al 5%. Los últimos datos disponibles, publicados por la Oficina de Estadísticas Nacionales (ONS) este mismo martes, son fiel reflejo de este ‘enigma.

El aumento de 373.000 puestos de trabajo registrado por la Encuesta de Población Activa (LFS por sus siglas en inglés) en los tres meses hasta agosto se trata del mayor aumento trimestral desde el inicio de la serie de datos en 1971, lo que significa que la tasa de desempleo bajó en el período del 4,1% al 4%. Sin embargo, esto no es una señal de que el empleo esté en auge. Según la propia ONS, es probable que estos datos “exageren el crecimiento subyacente del empleo”.

“Sabemos, por ejemplo, que los datos sobre el desempleo son de dudosa calidad, como admite la Oficina Nacional de Estadística, debido a problemas de muestreo de larga duración. Los datos más puntuales y, en teoría, más fiables, extraídos directamente de los sistemas de nóminas, sugieren que el mercado laboral se ha enfriado más notablemente en lo que va de año”, explica James Smith, economista de ING.

Observando la medida alternativa PAYE del número de empleados, esta sigue señalando una moderación gradual en el crecimiento del empleo. La caída en 15.000 del número de asalariados en nómina supuso una nueva moderación de la tasa de crecimiento anual, que pasó del 0,5% en agosto al 0,4% en septiembre. La historia es menos sólida al excluirse los sectores relacionados con la Administración. Al dejar fuera a sectores como la educación, la sanidad y la administración pública, el empleo ha descendido un 0,8% desde principios de año. Esto equivale a una caída de 150.000 trabajadores.

La nueva caída de las ofertas de empleo también apunta a una mayor relajación del mercado laboral. El descenso del número de ofertas de empleo, de 856.000 en los tres meses anteriores a agosto a 841.000 en los tres meses anteriores a septiembre, lo sitúa un 36% por debajo de su máximo de mayo de 2022 y sólo un 3% por encima de su nivel anterior a la pandemia. “Aunque está lejos de ser una novedad, y con una o dos excepciones notables, la tasa de vacantes de todos los sectores está ahora en o por debajo de los promedios anteriores al covid, si bien hay que reconocer que el periodo 2018/19 fue bastante fuerte para el mercado laboral en términos históricos”, puntualiza Smith.

Esta vuelta a la normalidad no se está apreciando tan nítidamente en los salarios, con los referidos niveles cercanos al 5% frente al entorno del 3,5% de la época previa a la pandemia. El aumento anual de los ingresos regulares de los empleados en Reino Unido, excluyendo bonus, fue del 5,1% entre junio y agosto respecto al 4,9% observado entre mayo y julio. Centrándose exclusivamente en el sector privado, la tasa ha pasado del 5% al 4,8%. Aunque estos porcentajes se alejan de los registrados por encima del 7% en 2021 y 2023 y el 3,8% de los ingresos incluyendo bonus es la lectura más baja desde noviembre de 2020, las cifras ofrecen un consuelo moderado.

Prueba de ello, es que van camino de ajustarse a la previsión del 4,8% de un cautísimo BoE para el tercer trimestre. El banco central considera que un crecimiento salarial sostenido por encima del 3% es incompatible con su objetivo de inflación del 2%. Los salarios siguen aumentando con fuerza en sectores como la hostelería y la construcción, donde muchas empresas siguen teniendo dificultades para contratar a los escasos trabajadores.

“Este es el enigma al que se enfrenta ahora el Banco de Inglaterra. Los datos nos dicen que el mercado laboral ha vuelto a la normalidad pre-covid, y eso debería significar un menor crecimiento salarial. Todos los modelos dicen lo mismo. Entonces, ¿por qué el crecimiento salarial sigue siendo mucho mayor?”, se pregunta Smith desde ING.

Dos posibles explicaciones

Una primera posibilidad, responde, y en la que está pensando el Banco de Inglaterra, apunta, “es que todavía se esté produciendo una puesta al día, ya que los hogares y las empresas luchan por recuperar los ingresos perdidos por la reciente crisis energética”. Otra posibilidad, más inquietante, plantea Smith, “es que el comportamiento de la fijación de precios y salarios haya cambiado de tal forma que resulte más difícil reducir el crecimiento salarial y la inflación de los servicios a niveles más cómodos”. “Mientras el crecimiento salarial se mantenga en torno al 5%, es poco probable que estas preocupaciones desaparezcan”, reconoce el analista.

Pese a sus cautelas, el economista de ING se muestra optimista. Según señala, las encuestas, ya sean las de la destacada consultora KMPG, las de la Confederación de Contratación y Empleo (REC) o las del propio Panel de Responsables de la Toma de Decisiones del BoE, sugieren que las presiones salariales están desapareciendo: “Sabemos que los funcionarios confían mucho en estas cifras, sobre todo en un momento en que sigue habiendo escepticismo sobre lo que nos dicen las cifras de empleo”.

“Si añadimos el hecho de que es probable que la inflación de los servicios sea inferior a las previsiones del Banco de Inglaterra durante el resto del año, creemos que el Comité de Política Monetaria en su conjunto debería relajarse. Ya lo intuimos en una reciente entrevista de The Guardian con el gobernador Andrew Bailey, en la que afirmaba que el banco central podría ser un poco más agresivo con los recortes”, completa Smith. “Esperamos recortes de tipos en noviembre y diciembre, y en cada reunión posterior hasta que el tipo de interés bancario alcance el 3,25% el próximo verano”, vaticina el experto de ING.

Desde Capital Economics, Ashley Webb comparte esta perspectiva de política monetaria: “La nueva caída del crecimiento salarial en agosto, junto con los indicios de que el mercado laboral sigue relajándose gradualmente, refuerza la expectativa generalizada de que el Banco de Inglaterra reducirá los tipos de interés del 5% al 4,75% en la próxima reunión de política monetaria de noviembre”.

Sin embargo, lanza un aviso: “El aumento del 3,5% intermensual de los ingresos medios en el sector de la administración pública podría ser el comienzo de los recientes acuerdos salariales por encima de la inflación en el sector público, que se pagarán en otoño, y que repercutirán en el crecimiento salarial. Esto impulsará el crecimiento de los ingresos en los próximos meses”. ¿Otro bache más en la vuelta a la normalidad?

Fuente: Revista El Economista 

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