El Paso del Noroeste fue la gran obsesión de los exploradores europeos durante siglos. Encontrar un camino que permitiera conectar los océanos Pacífico y Atlántico sin tener que bordear América era un objetivo económico, militar y político tentador. El nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quiere resucitar dicho paso para crear rutas comerciales que comuniquen Asia y Europa. Para ello, tiene un plan: anexionarse Canadá y comprar Groenlandia a Dinamarca.
El actual Paso del Noroeste no es tan lustroso como la obsesión de los aventureros navegantes. La ruta permite navegar entre el océano Pacífico y el Atlántico cruzando el Ártico. Las altas latitudes y la dificultad de atravesar los estrechos de Bering (entre Alaska y Siberia) y de Davis (entre Canadá y Groenlandia) han imposibilitado crear vías comerciales estables si no es bordeando la costa canadiense (o siberiana) y usando rompehielos. El cambio climático cambiará esa situación y Trump lo sabe.
Autopistas marítimas árticas
Las ansias expansionistas de Donald Trump han llevado a coquetear con una idea: ¿y si Washington controlara toda Norteamérica? En su primer mandato, ofreció a Dinamarca comprar Groenlandia —idea que ha vuelto a repetir— y, tras la dimisión de Justin Trudeau, ha reiterado la invitación a que los canadienses se unan a los Estados Unidos.
Si estas dos ideas se materializaran —cuestión de momento improbable— la nueva nación contaría con más de 20 millones de kilómetros cuadrados y presencia continúa en tres océanos: Atlántico, Ártico y Pacífico. De integrarse las provincias canadienses y Groenlandia como estados, Washington controlaría un imperio de 64 estados y casi 400 millones de personas. Sería el país más grande del mundo, dos veces el tamaño de Europa.
Actualmente, Estados Unidos está compuesto por 50 estados y algunos territorios, siendo Alaska su posesión más septentrional y una de las más valiosas por su posición estratégica (a menos de 100 km de Rusia) y sus recursos naturales. Pero Trump quiere más: desde los campos petrolíferos de Alberta hasta los centros financieros de Quebec y los minerales groenlandeses, todo es poco para el magnate inmobiliario de Nueva York. Sin embargo, los atractivos de Canadá y Groenlandia no residen solo en tierra.
Rutas que eviten Panamá y Egipto
El cambio climático está permitiendo soñar con abrir un nuevo paso comercial que hasta ahora había estado congelado. El deshielo progresivo del Ártico llevará a que, a partir de la década siguiente, se pueda navegar hasta dos meses al año por el océano boreal. Para mediados de este siglo, los barcos podrán surcar hasta seis meses al año por las aguas septentrionales de la Tierra sin necesidad de rompehielos.
El primero en ser consciente de este potencial ha sido Rusia, quien utiliza sus puertos siberianos para exportar petróleo y gas al resto del mundo, particularmente hacia China y la India. La tradicional política proártica de Moscú, con una enorme flota de rompehielos y buques adaptados a las difíciles condiciones meteorológicas, ha llevado al país a ser una potencia en una de las últimas fronteras del planeta.
Las rutas a través del Ártico tienen dos ventajas: reducen la duración de las travesías hasta un 30% y permiten evitar lugares como el Canal de Suez o el de Panamá, que en los últimos tiempos se han vuelto intransitables debido a los conflictos y a la sequía. El desvío del tráfico marítimo a través del cabo de Buena Esperanza y del estrecho de Magallanes ha encarecido y alargado las vías comerciales entre Europa y Asia, por lo que una “autopista marítima” a través del Ártico se ve como una opción plausible en los próximos años.
Los anuncios de Trump de comprar Groenlandia e invitar a Canadá a unirse persiguen el objetivo de alinear los intereses estadounidenses en el Ártico con los del resto de actores árticos. El Pentágono ha recalcado en varias ocasiones la importancia estratégica y comercial que tiene el Ártico para Estados Unidos. De hecho, el ejército estadounidense mantiene una base aérea en el oeste de Groenlandia.
Aunque Ottawa y Nuuk permanezcan independientes del dominio estadounidense, no es descartable que Trump fuerce a cerrar acuerdos con esos países para garantizar el paso de buques estadounidenses y otras nacionalidades afines. La influencia de Washington en países como Canadá o Dinamarca (dueña de Groenlandia) es mayor de la que están dispuestos a admitir. El anuncio de aranceles a Canadá del 25% de sus bienes llevó a que la ministra de Finanzas canadiense dimitiera y detonara la caída definitiva de Trudeau tras acusarlo de utilizar “juegos políticos”.
En vez de cobrar el peaje Egipto o Panamá, serán Estados Unidos (y Rusia) quienes tengan la llave del comercio mundial. Situación que dejaría en una posición vulnerable al archienemigo de Trump: China.
Fuente: Revista El Economista