Lo prometió como parte de sus compromisos para los 100 primeros días de mandato. Ursula von der Leyen arrancará la nueva legislatura comunitaria poniendo sobre la mesa el que ha bautizado como Brújula de Competitividad. El plan para que la UE no pierda la carrera industrial contra Estados Unidos y China verá la luz el próximo 15 de enero, según la agenda tentativa del Ejecutivo comunitario, y le acompañará la publicación del informe anual sobre el mercado único y competitividad.

Será la primera gran iniciativa de la nueva Comisión Europea, se comprometía la alemana en su discurso ante la Eurocámara el pasado noviembre. Esta Brújula de Competitividad tomará como referencia los tres pilares delineados por el exprimer ministro italiano, Mario Draghi, en su informe sobre la competitividad europea: cerrar la brecha de innovación con EEUU y China, un plan conjunto de descarbonización y, por último, aumentar la seguridad y reducir dependencias en lo que se refiere al suministro.

La jefa del Ejecutivo comunitario reclamaba, ante el Parlamento Europeo en noviembre, que la UE debía tomar las riendas de su futuro durante los próximos cinco años, en lugar de “dejarse llevar por los acontecimientos”. Un mensaje que apremia, todavía más, ante los escasos días para que el nuevo presidente estadounidense, Donald Trump, haga posesión de su cargo.

El plan pasa por impulsar la creación de startups y tejido industrial innovador en Europa ante la flagrante evidencia de que las empresas europeas acuden al mercado estadounidense en busca de financiación. Una de las principales trabas que encuentran en el Viejo Continente es la fragmentación del mercado único, así como las distintas regulaciones nacionales. Veintisiete en total. Es así como impulsar la creación de la unión de ahorro e inversiones, la versión actualizada de la unión de mercados de capitales que delineaba en su informe el otro exprimer ministro italiano, Enrico Letta, será primordial. Y el siguiente paso se dará, el 26 de febrero, con un paquete legislativo para la simplificación administrativa.

El segundo de los pasos, el de la descarbonización de la economía, tomará forma el próximo 26 de febrero de la mano de la actual vicepresidenta comunitaria a cargo de Clima y Competencia, Teresa Ribera, y el comisario de Industria, Stéphane Séjourné. La competitividad industrial se articula como un elemento tangencial para Europa, especialmente considerando que tanto Washington como Pekín han dotado a sus respectivas industrias verdes de subsidios para impulsar su competitividad y penetración. Es por ello que a finales de febrero la Comisión Europea pondrá sobre la mesa la segunda fase del Pacto Verde, el Pacto por la Industria Limpia, que tratará de trasladar a actuaciones prácticas los cimientos creados en los últimos cinco años.

La tercera pata del plan es la seguridad económica, recogiendo las lecciones que dejó la crisis energética derivada de la invasión militar rusa de Ucrania. La UE tratará de diversificar su cadena de suministro para evitar dependencias excesivas de un solo socio comercial. Un aspecto de relevancia en el caso de las materias primas críticas necesarias para la transición verde en un contexto geopolítico cada vez más incierto.

“La demanda de minerales críticos para la transición limpia ya se ha duplicado durante el último mandato, y podría triplicarse a finales del próximo. Así que necesitamos un comercio libre y justo para diversificar nuestros proveedores”, apuntaba la jefa del Ejecutivo comunitario en noviembre.

800.000 millones

Esta es la cuantía anual necesaria para impulsar la competitividad industrial de la UE según las estimaciones del informe de Draghi, lo que requeriría elevar la inversión anual en este segmento al 5% del PIB comunitario. El expresidente del BCE abría la puerta a una nueva emisión de deuda conjunta entre los Veintisiete para canalizar tal financiación, con un guiño evidente a replicar la fórmula del Plan de salida de la pandemia. Aunque su estrategia no solo contempla la aportación pública sino que confiere un papel de relevancia al sector privado privado.

Fuente: Revista El Economista

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