El sistema de recogida de residuos por contenedores de colores está muy extendido por toda Europa desde hace bastantes años. Aunque en España el método se haya estancado en los depósitos verdes (vidrio), azules (cartón), amarillos (plásticos y envases) y marrones (residuos orgánicos), otros países llevan la delantera con sistemas de retorno de latas y envases en los que el consumidor abona un precio extra por el recipiente para asegurar el retorno de este. En otros países como Bélgica y Reino Unido se toman bastante en serio el reciclaje y llegan a multar a quienes no lo hacen correctamente.

Pero, dentro de este contexto, Suecia sobresale como el país que más recicla del mundo, con una tasa de reciclaje de prácticamente el 100%. Es más, el país nórdico utiliza casi la mitad de esos residuos para fabricar energía en sus más de 30 centrales eléctricas repartidas por todo el territorio.

Según la producción de una de esas plantas, Tekniska Verkens, en la localidad de Linköping al sur del país, la energía que aportan 4 toneladas de basura equivaldría a la de una tonelada de petróleo, 5 de madera y una 1,6 de carbón. Así, la energía que generan las plantas eléctricas suecas a partir de la incineración de residuos consigue cubrir la demanda de calefacción y agua caliente 1,25 millones de pisos, además de proveer a casi 700.000 familias de electricidad.

Y aunque existen controversias sobre la pulcritud de este tipo de energía, el adelanto con respeto a otros países de la UE es innegable: durante 2023 la planta de Linköping estima un ahorro en emisiones de dióxido de carbono de casi 500.000 toneladas. Mientras, nuestro país apenas es capaz de reciclar el 37% de los residuos, según uno de los infome más recientes elaborados por Greenpeace y la organización Rethinking (según Ecoembes esa cifra se eleva hasta casi el 85%).

Solo el 1% de los residuos termina en vertederos

La victoria del modelo sueco pasa por ser ejemplo de economía sostenible con sistemas de reciclado y energía verde que consiguen dar respuesta a la emergencia climática actual. Una de las ramas más importantes de esta conciencia en la población sueca pasa por una educación temprana sobre cuestiones medioambientales, ya “que son inseparables de la realidad social y económica. La escuela intenta incitar a los alumnos a cambiar las cosas, a nivel de sostenibilidad medioambiental o social”, indican fuentes del área de educación de Malmö.

Es así, como su modelo innovador no solo reduce la cantidad de desechos que terminan en vertederos, sino que también genera energía limpia y eficiente, aunque para algunos se trata de una solución falsa.

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El sistema sueco se basa en la recolección y clasificación de residuos, donde se prioriza el reciclaje. Según datos de la Asociación de Gestión de Residuos de Suecia, durante el 2022, el país consiguió reciclar el 86% del vidrio, el 78% del papel y el 82% del aluminio.

Sin embargo, los residuos que no se pueden reciclar se convierten en una valiosa fuente de energía, a través de la incineración controlada, Suecia transforma estos desechos en calor y electricidad. Las plantas de incineración están diseñadas con tecnología avanzada que minimiza las emisiones contaminantes, garantizando que el impacto ambiental sea mínimo.

Además, el país ha implementado un sistema de incentivos para fomentar la reducción de residuos y el reciclaje. Los ciudadanos están educados sobre la importancia de la sostenibilidad, lo que contribuye a una cultura de responsabilidad ambiental. Gracias a este enfoque, Suecia ha logrado que menos del 1% de sus residuos terminen en vertederos.

Operación de 800.000 de basura en Noruega

En 2017 Suecia se enfrentó a una gran escasez de basura que obligó adquirir cerca de 800.000 toneladas a sus vecinos nórdicos, sobre todo a Noruega, debido a que el modelo sueco ha provocado una disminución considerable en las toneladas de residuos que genera anualmente cada sueco: a penas media tonelada por la media de seis toneladas del resto de Europa.

Es por eso por lo que el modelo de este país nórdico también incluye la importación de residuos de otros países para su incineración, lo que demuestra cómo un enfoque sostenible puede generar no solo beneficios ambientales, sino también económicos. Al convertir residuos en energía, Suecia no solo abastece sus propias necesidades energéticas, sino que también contribuye a la reducción de la dependencia de combustibles fósiles.

Además de calor y electricidad, esta energía ‘basura’ produce también biogas, que en el caso de la planta de Linköping es suficiente para suministrar de energía a 200 autobuses urbanos. No obstante, esta energía ‘basura’ solo representa un pequeño porcentaje del total de las energías verdes que suministran al país: algo más del 80% es energía hidroeléctrica y un 7% eólica. Aun así, Suecia ha logrado reducir su dependencia de recursos fósil, que para el mundo implica un 85%, y sigue implicada en culminar con otras energías sostenibles como la solar o la geotérmica.

FUENTE: REVISTA EL ECONOMISTA

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