¿Un Japón a contracorriente? Los motivos por los que podría inyectar más estímulos a su economía

Desde la década de 1990, Japón ha intentando sin éxito que su inflación superase el objetivo del 2%, hasta ahora. La caída del yen en mínimos de 24 años en su cruce con el dólar y el aumento de los precios de las materias primas han conseguido que la tasa de inflación del país alcance al fin el 2,4%. Ahora, el Banco de Japón se plantea unirse a sus homólogos internacionales -como el BCE, el Banco de Inglaterra y la Reserva Federal de EEUU (Fed)- con una subida de los tipos de interés, que actualmente se encuentran en el -0,1%, para que la inflación no vaya más allá. Una estrategia que algunos ven como un error, ya que la entidad estaría desaprovechando una oportunidad única para aumentar el impacto de su política de flexibilización monetaria.

La conocida como japonización se ha caracterizado por un crecimiento muy bajo, el riesgo de deflación, una tasa de empleo elevada y una población envejecida, así como unos tipos de interés cero o negativos y unos niveles de deuda extremadamente altosUna trampa de liquidez perpetua que ha mantenido congelada la economía durante más de 30 años.

El problema es que, aunque la inflación ha subido hasta el 2,4%, la inflación subyacente sigue siendo débil. Además, no se ha producido una transmisión de la subida de precios al aumento de los salarios. Por eso, Goushi Kataoka, que ha salido recientemente del consejo del Banco de Japón y es actualmente el economista jefe de PwC Consulting en el país, considera que cualquier cambio en la estrategia de la entidad bancaria podría tener graves consecuencias para la economía de la nación.

En una entrevista concedida al Financial Times, Kataoka asegura que mantener el rendimiento de los bonos de deuda en cero mientras el resto de bancos centrales están apostando por subir los tipos de interés es crucial para potenciar el mencionado efecto de su política de flexibilización monetaria.

No obstante, es consciente del alcance limitado que tienen dichas políticas. En ese sentido, señala que lo que debería hacer el Gobierno de Japón es ofrecer incentivos fiscales más audaces para que las empresas aumenten los salarios de sus empleados. Asimismo, cree que son necesarias medidas de estímulo adicionales que permitan a las empresas y a los hogares compensar los efectos de la debilidad del yen y el incremento del precio de las importaciones.

En julio, el Banco de Japón revisó al alza su previsión sobre la inflación para el ejercicio de 2022, hasta situarla en el 2,3%, debido principalmente “al incremento de los costes de la energía, la alimentación y los bienes duraderos”. La entidad también incrementó en cuatro décimas su estimación de la subida del índice de precios de consumo (IPC), así como cinco décimas a la baja, hasta el 2,4%, su estimación de crecimiento económico para el ejercicio que concluirá el 31 de marzo de 2023. Pese al empeoramiento de sus previsiones a corto plazo, el banco central japonés espera que la economía japonesa se recupere en el medio-largo plazo, en previsión de que esta subida de precios sea temporal y su influencia “mengüe“.

Fuente: Revista El Economista

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