Las palabras (y amenazas) de Donald Trump están revolucionando las capitales de sus antiguos aliados. Desde Ottawa hasta Berlín, las ideas de expansión y control comercial del presidente electo están activando la maquinaria para buscar soluciones que satisfagan al magnate inmobiliario, que sabe que tiene el poder económico y militar de su lado. Las pulsiones imperialistas de Trump, azuzadas por sus seguidores en redes sociales, plantean ahora la compra de Groenlandia a Dinamarca. Pero, ¿y si fueran los groenlandeses quienes tuvieran el as en la manga?

Una isla, mi reino por una isla

La política de Trump durante su primer mandato se caracterizó por lanzar mensajes contundentes que pusieran en shock a la opinión pública y al statu quo internacional para llevar siempre las negociaciones a su terreno. Una táctica propia de un tahúr aficionado al riesgo (posee varios casinos, de hecho). Así nació la idea de comprar Groenlandia en 2019 al verlo el millonario como un “pelotazo inmobiliario” para sus empresas.

Ahora ha vuelto a incluir la idea de adquirir la nación autónoma e integrarla como parte de Estados Unidos. Groenlandia es la isla más grande del mundo y ocupa una posición estratégica vital en el Ártico. Los intereses de Trump por el territorio se pueden resumir en tres puntos:

  • Comercial: su posición permite controlar las rutas marítimas árticas, que serán clave en el comercio mundial en los próximos años y en la rivalidad contra China.
  • Militar: la isla se encuentra situada entre Norteamérica y Siberia, lo que puede servir como escudo ante ataques de misiles rusos sobre territorio estadounidense (tiene en la actualidad una base militar de vigilancia) o para lanzar ataques hacia Moscú.
  • Industrial: Groenlandia es uno de los territorios vírgenes más ricos en recursos naturales del planeta. Existen más de 1.000 depósitos de minerales de casi todos los metales y las tierras raras usadas en la industria, según el Servicio Geológico de Dinamarca y Groenlandia, lo que garantizaría la independencia económica estadounidense.

Estas tres razones pueden ser utilizadas por los groenlandeses como su carta de negociación frente a Washington y Copenhague. El derecho internacional no contempla la compraventa abierta de países y la autodeterminación de los pueblos implica serias dificultades para que una nación se apropie de otra a las bravas. Pero, ¿y si los groenlandeses se independizaran y negociaran de tú a tú con Trump? ¿O si amenazarán con su salida para conseguir más inversiones de Dinamarca y la Unión Europea?

El separatismo groenlandés cotiza al alza

Los groenlandeses pertenecen a la corona danesa desde hace cuatro siglos. Aunque formalmente sigue perteneciendo al país europeo, en las últimas décadas la isla ha ido ganando autonomía y el movimiento independentista tiene cada vez más peso. Desde 2021, el primer ministro de Groenlandia es Múte Bourup Egede, miembro del partido separatista de la isla, quien ha dicho que la isla no está en venta y ha mantenido un discurso en contra del colonialismo.

La razón principal por la que los groenlandeses no se han independizado —derecho que el ministro de Exteriores danés ha recordado que tienen— es económico. Copenhague inyecta anualmente 600 millones de euros al Gobierno de la isla para sufragar servicios públicos y el peso productivo de la isla es de aproximadamente unos 2.300 millones de euros, según el servicio estadístico del país.

Si Estados Unidos pusiera sobre la mesa una oferta mejor que el Gobierno danés, no sería inviable que Groenlandia alcanzara la independencia de Copenhague y negociara con Washington unas condiciones más favorables. Las próximas elecciones generales de Groenlandia son en abril y establecerán el nuevo marco político de ambas naciones y una previsión sobre qué esperar de su relación con Estados Unidos.

El ministro de Exteriores de Dinamarca, Lars Lokke Rasmussen, recalcó que Groenlandia “no está en venta”, pero mantuvo unas palabras, recogidas por Reuters, sobre el Ártico que han abierto la posibilidad de sentarse a negociar con Trump. “Estamos abiertos a un diálogo con los estadounidenses sobre cómo podemos cooperar aún más estrechamente de lo que lo hacemos para garantizar que se cumplen las ambiciones estadounidenses“.

Una Puerto Rico en el océano Ártico

Aunque las ansias de dominio de Trump y sus seguidores coquetean con una Gran Norteamérica desde el Polo Norte hasta el río Bravo, o incluso más allá con posesiones por toda América Central, el escenario más plausible para la narrativa independentista groenlandesa sería una anexión limitada: la fórmula del Estado Libre Asociado que utiliza Puerto Rico.

La isla caribeña es una dependencia de Estados Unidos no incorporada plenamente en la federación norteamericana. Aunque la soberanía en última instancia depende de Washington, San Juan posee un alto nivel de autogobierno. La contraparte es que tiene voz, pero no voto: no participa en las elecciones presidenciales, ni tiene miembros en el Congreso al no ser un estado federal como Hawái o Alaska.

Groenlandia podría buscar una relación política similar con Estados Unidos: a cambio de la protección y las inversiones estadounidenses, sería un territorio de facto independiente. La decisión, en última instancia, está en manos de los groenlandeses, quienes pueden jugar una mano ventajosa en el próximo lance de la geopolítica entre Europa y Estados Unidos.

FUENTE EL ECONOMISTA

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