El mayor damnificado europeo de la guerra comercial vive rodeado de lagos y montañas, elabora un chocolate amado por todos y posee una de las estructuras financieras más robustas del planeta. Suiza ve con temor cómo la agresiva y errática política arancelaria de Donald Trump, presidente de Estados Unidos, está golpeando duramente a la Confederación en un momento de gran debilidad. Actualmente, Suiza enfrenta graves riesgos. El franco se ha revalorizado un 6% frente al dólar desde el día que Trump anunció los arbitrarios “aranceles recíprocos” y ni la pausa de 90 días ha detenido su incremento. En paralelo, la deuda helvética no remonta y los títulos menores a 2 años ya tienen una rentabilidad negativa. Esto amenaza con agravar un consumo raquítico y unas exportaciones cada vez menos competitivas.
Todos los ojos están ahora sobre el Banco Nacional de Suiza (SNB por sus siglas en inglés). ¿Regresará el país alpino a los peores años de la crisis financiera y depresión del consumo? “Como una pequeña economía abierta, Suiza siente con especial dureza los efectos del proteccionismo”, señaló el presidente del Banco Nacional de Suiza, Martin Schlegel, en la última junta de accionistas de la institución (sí, el banco central cotiza en bolsa). Tras cinco bajadas de tipos, actualmente la tasa de referencia suiza está en el 0,25% (el nivel más bajo del G-10) y el mercado da por seguro que bajará al 0% en la reunión de junio.
Deflación con francos cada vez más caros
El discurso de Schlegel versó sobre una única idea: la estabilidad de precios. El SNB tiene el mandato de mantener la inflación entre el 0% y el 2%. Representa unos términos más laxos a otras instituciones monetarias como el Banco Central Europeo (BCE). El problema que se está encontrando Berna es que Suiza se aproxima a toda velocidad a uno de los peores escenarios: un episodio de deflación. El índice de precios de consumo no ha dejado de anotar caídas desde marzo de 2023, cuando registró un crecimiento del 3,4%. En abril de este año marcó un avance interanual del 0,3%, por debajo de las previsiones del mercado (y de los deseos de Schlegel).
Mientras que el consumo interno se hunde, Suiza está viviendo una entrada de capitales histórica, que huye de las tormentas que se suceden al otro lado del Atlántico y que están amarrando en tres activos refugio: deuda, oro y moneda. El franco suizo se ha revalorizado desde el comienzo del año un 9,45% frente al dólar. Ahora cada divisa helvética se intercambia por 1,20 dólares, niveles no vistos desde 2011, en plena hecatombe monetaria mundial derivada de la crisis de deuda. La revalorización está siendo tan agresiva que la brecha entre el euro y el franco también se está agrandando hasta en el último mes superar una apreciación del 1% de la divisa suiza frente a la europea.
El precio de la deuda suiza no para de aumentar debido a la búsqueda de activos refugio y la rentabilidad a dos años lleva semanas en negativo ante la expectativa de un cambio de rumbo de la política monetaria. Las perspectivas no son halagüeñas, aunque el crecimiento moderado del PIB (1,5% de avance en 2024) y los bajos niveles de deuda (38% sobre el PIB) suponen algo de oxígeno tanto para en SNB como para el Gobierno Federal. Esta estabilidad de Suiza gusta a los inversores, que han aumentado las compras de oro, ensanchando el déficit comercial con EEUU para disgusto de Trump.
La pesadilla de Guillermo Tell
En febrero de 2015, Europa entró en shock cuando el banco central suizo acometió un viraje de política monetaria que ni en Fráncfort se llegaron a imaginar: eliminó de un plumazo la tasa fija de cambio entre el franco y el euro y colocó los tipos de interés en -0,75% ante una deflación desatada en la economía alpina. En un día se pasó de un par mínimo de 1,20 francos por euro a perforar la paridad y cerrar en 0,9 francos por euro. Si bien recuperó cierto terreno la moneda continental en los meses siguientes, el franco ha estado desde ese momento más caro que la divisa de la UE, situación que erosiona la competitividad para un país centrado en las exportaciones.
Ni Draghi se atrevió a tal nivel de osadía cuando pronunció su cacareado “whatever it takes”. Pero para los suizos no era suficiente: el banco central empezó a acumular divisas extranjeras que llegó a superar —en activos denominados en dólares— el valor de su propia economía inundando de francos los mercados internacionales. Cuando ya la situación se volvió insostenible, empezó a acometer las operaciones disimuladamente mientras el propio Trump acusaba a la Confederación Helvética de manipular los mercados.
La desestabilización comercial posterior a la pandemia aumentó los precios, lo que llevó al SNB a incrementar los tipos de interés hasta el 1,75% a mediados de 2023. Parecía que los peores temores de la década pasada habían terminado y se venía una era de altos precios. Lo que ni el mismísimo Guillermo Tell podría prever es que los precios volverían a hundirse, un nuevo vendaval comercial azotaría al Viejo Continente y el banco central helvético debería volver a replantearse 10 años después la política monetaria más agresiva de su historia.
De nuevo, todo al negativo
En Franklin Templeton creen que hay bastantes papeletas de que se repita la misma historia. “El SNB se enfrenta a dos opciones: intervenir en el mercado de divisas y correr el riesgo de ser etiquetado como manipulador de divisas (como lo fue durante la primera presidencia de Trump), o llevar la tasa oficial de nuevo a territorio negativo”, indican en una nota.
La caída de los bonos y la apuesta por los tipos cero avalan la hipótesis de que el mercado contempla esta posibilidad. “Creemos que a corto plazo el BNS jugará a ser paciente —interviniendo en pequeñas tandas para limitar nuevos máximos y frenar la volatilidad— hasta que haya más claridad sobre la política comercial”. Aunque la casa de análisis prevé otro recorte de 25 puntos básicos en junio, la decisión de pasar a una política negativa vendrá determinada probablemente por el impacto de la divisa en la inflación.
Fuente: Revista El Economista