Ribera afirma que “en 8 meses” podría estar operativo un gaseoducto por Cataluña hasta Francia

La vicepresidenta tercera del Gobierno y ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, afirmó este viernes que “en ocho meses” España podría tener desarrollado un gaseoducto por Cataluña que llegara hasta la frontera en los Pirineos y pudiera conectar con Francia para suministrar este tipo de energía al resto de la Unión Europea.

 

En una entrevista en TVE recogida por Servimedia, Ribera valoró así las opciones de la propuesta que ha lanzado el canciller de Alemania, el socialista Olaf Scholz, para sustituir el suministro europeo de gas desde Rusia por otro desde Argelia gracias a la construcción de una infraestructura, a través de España, que actualmente no está completada por la falta de conexión con Francia.

La ministra aseguró que “la interconexión por los Pirineos catalanes podría estar operativa en ochos meses en la frontera sur” que corresponde a España, si bien obligaría a que Francia hiciera lo mismo en su parte del territorio para conectar el suministro de gas con el resto del continente.

Ribera confió en que la “emergencia energética” que vive la UE permita activar esta solución que durante décadas ha estado encima de la mesa y nunca se ha desarrollado por la oposición de Francia. De hecho, lamentó que en el resto de Europa existe “una especie de esqueleto central de gaseoductos” que interrelaciona a muchos países mientras que en la península Ibérica “nos quedamos aislados”.

Este proyecto debería ser europeo y contar con financiación de Bruselas, señala Ribera

Para que eso cambie, explicó que la guerra de Rusia ha provocado que ahora existan conversaciones “en solitario” aunque “de alto nivel” entre Madrid y París para estudiar su ejecución, por lo que hizo un emplazamiento a Alemania para sumarse y así “allanar el camino” de la interconexión.

Manifestó que este proyecto debería ser europeo y contar con financiación de Bruselas por el problema energético que tiene la UE tras la guerra de Rusia contra Ucrania. Además, incidió en que debería proyectarse a largo plazo para que el canal gasístico tenga una “vida útil de 30-40 años” y permita en un futuro transportar otras energías porque “el horizonte de 2040” es que el hidrógeno tenga un “mayor peso”.

Pero la ministra apuntó otras dos soluciones más para la urgencia actual de suministro, que ha provocando que la UE plantee un recorte del consumo del gas del 15% y que en el caso de España se ha cifrado en un 7% con medidas como las ya aprobadas por el Gobierno de Pedro Sánchez para reducir la iluminación nocturna en comercios y modificar las temperaturas climatizadas en interiores.

Ribera apuntó a una mejora de la infraestructura que ya existe a través del País Vasco para instalar “un compresor adicional” que permita aumentar entre un 20% y un 30% el envío de gas por esta vía hasta Francia, lo cual reconoció que no soluciona el problema al completo pero sí permitiría aliviarlo en parte.

La tercera opción, por la que el Ejecutivo ha apostado en los últimos meses, es fortalecer el “puente marítimo” para que las infraestructuras existentes puedan recibir más barcos metaneros que transportan gas licuado hasta España y desde España llevar esta energía a otros lugares de Europa, como dijo que ya ocurre con el puerto italiano de Liborno. En particular, confió en que “desde diciembre” sea posible “aprovechar” mejor los “recursos que tenemos en Gijón” para elevar el envío de gas por barco al resto del continente.

El canciller alemán, Olaf Scholz, ha anunciado este jueves que impulsará la construcción de un gasoducto que aumente el suministro desde España y Portugal hasta Centroeuropa, en un momento en el que el Viejo Continente busca más que nunca fuentes de energía con las que contrarrestar la dependencia de Rusia.

Scholz ha explicado que, si se hubiesen reforzado antes las conexiones con la Península Ibérica, actualmente esta “habría podido contribuir masivamente para aliviar y aligerar la situación” del suministro de gas, que Alemania ha estado recibiendo los últimos años del Kremlin.

Fuente: Revista El Economista

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