Donald Trump quiere demostrar que va en serio con su pretensión de aplicar aranceles comerciales a diestro y siniestro. A los pocos días de ser elegido de nuevo presidente de EEUU y con dos meses por delante para conformar su equipo en la Casa Blanca, Trump ya ha descolgado el teléfono para tantear al que fuera su ‘ideólogo’ comercial durante su primer mandato. Robert Lighthizer fue el Representante de Comercio de EEUU con el que Trump desató su primer guerra comercial con China en la mirilla. Ahora, quiere volver a contar con este duro ‘halcón’ comercial en su ambiciosa empresa de aplicar un arancel del 60% para los productos importados desde China y un arancel universal para el resto del mundo de entre el 10% y el 20%.

El pasado viernes, el Financial Times informaba de que Trump ya había contactado con Lighthizer, uno de los pocos colaboradores con los que el presidente electo no salió tarifando durante su primer mandato, para volver al puesto. Según las fuentes del diario financiero, Lighthizer, que todavía no habría dado el sí, estaba haciendo presión para ocupar un cargo de mayor alcurnia, como secretario de Comercio o incluso secretario del Tesoro. Sin embargo, Trump maneja otros nombres para esos cargos y quiere que Lighthizer baje directamente a la arena comercial. El elegido estaría de nuevo a cargo de las investigaciones comerciales y los aranceles recomendados.

La posibilidad de que un conocido archiproteccionista sea reelegido para llevar las riendas de la política comercial de EEUU genera inquietudes en las diferentes cancillerías, especialmente en Pekín, pero es una prueba de que Trump quiere ‘jugar duro’. Aunque numerosos análisis apuntan a que Trump agita estos porcentajes como medida de presión para negociar contrapartidas comerciales, la sola presencia de Lighthizer es una poderosa señal. Ex-abogado de la industria siderúrgica estadounidense, Lighthizer chocó con frecuencia con la Organización Mundial del Comercio (OMC), que supervisa las disputas comerciales internacionales, calificándola de “desastre” que había “fallado a EEUU”.

La experiencia política de Lighthizer no se retrotrae a la administración Trump, sino a la de Ronald Reagan, auténtico paradigma para los republicanos. En 1983, con Reagan en la Casa Blanca, Lighthizer fue propuesto y confirmado para ocupar el cargo de Representante adjunto de Comercio de EEUU, bajo las órdenes de Bill Brock. Durante su gestión, Lighthizer negoció más de dos docenas de acuerdos internacionales bilaterales, incluidos acuerdos sobre acero, automóviles y productos agrícolas.

Repetidamente, Lighthizer ha afirmado que el uso de aranceles para promover la industria estadounidense es un principio del Partido Republicano que se remonta a los políticos proempresariales que lo fundaron. El que fuera 18º Representante de Comercio de EEUU ha abogado recurrentemente por un “nuevo sistema americano” de política comercial que utilice aranceles para compensar el déficit comercial de EEUU y reconstruir el sector manufacturero del país.

Prueba del respeto que infunde Lighthizer es que el grueso de las divisas cayeron el viernes cuando su nombre apareció en el FT. “Su nombre no debería haber sido una sorpresa, pero sirve como recordatorio de que el proteccionismo estadounidense está en camino”, comenta Chris Turner, estratega de ING. “Es un halcón en materia de comercio y, al parecer, animó a Trump a intervenir y vender el dólar para apoyar a los fabricantes estadounidenses durante la última administración Trump”, apunta el estratega.

Inflación, dólar y tipos de interés

La imposición de grandes aranceles por parte de EEUU a los bienes y servicios importados podría tener un impacto significativo tanto en la inflación del país como en el valor del dólar. En primer lugar, los aranceles tienden a aumentar el precio de los productos importados, ya que estos impuestos adicionales suelen ser asumidos por los consumidores finales en forma de precios más altos. Esto significa que los bienes importados, al pasar a ser más costosos, elevarían la inflación en EEUU, especialmente en categorías de consumo que dependen en gran medida de las importaciones, como la electrónica, los textiles y algunos alimentos. Este efecto inflacionario podría terminar erosionando el poder adquisitivo a medida que los consumidores se ven obligados a pagar precios más elevados por los mismos productos o a buscar alternativas domésticas, que pueden no ser tan competitivas en precio.

Paul Donovan, economista jefe de UBS GWM, explica que “estos impuestos serán pagados por los compradores estadounidenses de bienes importados y, a medida que se transmiten a lo largo de la cadena de suministro, aumentarán la inflación interna en EEUU… un arancel del 20% sobre un bien de consumo terminado debería aumentar su precio en la tienda alrededor del 8%… sin embargo, los aranceles pueden terminar aumentando la inflación con menos impacto en la percepción de la sociedad y tener un coste político poco importante”, señala este experto para argumentar que Trump irá con todo respecto a los aranceles pese a que la economía sufrirá las consecuencias.

Los economistas que defienden la libertad comercial aseguran que el proteccionismo suele reducir los niveles de vida de los ciudadanos en general. No solo los chinos vivirán peor porque venderán menos bienes a EEUU. Los americanos también verán erosionado su bienestar porque con la misma renta podrán adquirir una menor cantidad de bienes y servicios. Se producirá una asignación de los recursos a nivel global menos eficiente, puesto que EEUU tendrá que producir bienes y servicios en los que no cuenta con una ventaja competitiva. Por ello, los economistas que defienden el libre intercambio de bienes y servicios creen que el proteccionismo no solo desemboca en una mayor inflación para el país proteccionista, sino que puede restar varias décimas de PIB.

Por otro lado, el aumento de la inflación interna también llevaría a una reacción de la Reserva Federal (Fed) de EEUU, que podría optar por ajustar sus políticas para frenar la subida de precios, posiblemente aumentando los tipos de interés para reducir el consumo y el gasto. Esta política impacta directamente en la demanda, aunque el problema real se situaría en la oferta (la oferta de bienes que dejarían de llegar de los países que sufran los aranceles). De modo que las subidas de tipos podrían tener efectos negativos en el crecimiento económico, ya que los tipos de interés altos suelen frenar la inversión y el consumo. De este modo, el impacto de los aranceles en la inflación crearía un desafío complejo para las políticas monetarias de la Fed, que tendría que equilibrar entre combatir la inflación y evitar un estancamiento económico.

Impacto sobre el dólar

Por si todo lo anterior fuera poco, aún queda el impacto sobre el dólar. La imposición de aranceles podría provocar una apreciación de la moneda americana en el corto plazo. Esto sucede porque, al aumentar los precios de los bienes importados, EEUU reduciría sus importaciones, disminuyendo el déficit comercial. Un déficit menor puede fortalecer el dólar al reducir la cantidad de moneda que sale del país para pagar por bienes y servicios extranjeros (se reduce la oferta global de dólares). Además, si la Fed sube los tipos de interés en respuesta al incremento de la inflación, esto atraería capital extranjero hacia EEUU, impulsando aún más la apreciación del dólar, ya que los inversores buscarían activos con mayor rendimiento.

Sin embargo, en el largo plazo, una apreciación sostenida del dólar puede generar problemas de competitividad para los productos estadounidenses en el exterior, ya que serían más costosos para los consumidores extranjeros. Esto podría reducir las exportaciones y afectar negativamente al sector manufacturero y a otras industrias orientadas a la exportación en EEUU. Además, la reducción en la competitividad podría neutralizar los beneficios de una balanza comercial mejorada en el corto plazo, lo que restaría eficacia a los aranceles como herramienta de política comercial.

En resumen, imponer grandes aranceles a las importaciones en EEUU tendría un efecto inflacionario al aumentar los precios de los productos importados, y podría llevar a una apreciación del dólar. Si bien estos efectos pueden parecer beneficiosos para mejorar el déficit comercial, su impacto en la inflación, la política monetaria y la competitividad internacional complicaría las perspectivas económicas del país.

Fuente: Revista El Economista

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