Por qué es una mala noticia para Alemania -y para Europa- que su fuerza laboral se debilite sin freno

La Agencia Federal de Empleo alemana lanzó el pasado viernes una alerta sobre el mercado laboral del país ante la dificultad para cubrir la demanda en un momento de alta ocupación y con los niveles de desempleo en mínimos. Las ofertas de trabajo se agolpan y eso, para la economía, solo trae malas noticias.

 

En 2022 se identificaron dificultades en 200 de las aproximadamente 1.200 ocupaciones evaluadas, 52 más que el año previo: “Los trabajadores cualificados son cada vez más escasos en una de cada seis profesiones“, incidía el análisis. Enfermería, conductores, médicos especialistas, construcción, ingeniería automotriz y trabajos de cuidado de niños son las profesiones con más problemas para encontrar personal, pero no las únicas. También faltan farmacéuticos, arquitectos, informáticos e incluso camareros o cocineros y se espera que la escasez se extienda a los empleados de oficina, ventas o trabajos de logística y almacenamiento.

Las previsiones de un instituto de investigación del Gobierno alemán indican que, si no lo ha hecho ya, en algún momento, la fuerza laboral, actualmente de 47 millones de personas, dejará de crecer y pondrá fin al súper ciclo económico que transformó a una nación arruinada por la Guerra en una de las potencias más ricas del mundo y en el motor económico de Europa.

“La base para un mayor aumento de la prosperidad se está desmoronando” por el estancamiento de la fuerza laboral, apuntaron ya a principios de año desde el banco de desarrollo KfW. Es el principio del fin de una era en que generación tras generación de alemanes vieron cómo su nivel de vida mejoraba gracias a la constante expansión de la fuerza laboral.

¿Hay posibilidad de revertir la situación y evitar la drástica reducción de la fuerza laboral que amenaza con lastrar la economía? La respuesta está en dos variables cuya gestión jugará un papel clave: la inmigración y el aprovechamiento de los trabajadores ya existentes.

Las estadísticas apuntan a que durante la próxima década, la oferta laboral se reducirá en tres millones de personas (-7%). Un escenario que evitaría la caída sería que los alemanes que se jubilen fueran reemplazados por una afluencia significativa de inmigrantes, aunque esta tendría que ser masiva.

Solo para mantenerse plano, el país necesitaría 400.000 recién llegados al año.

 

Aunque la cifra de 400.000 se ha alcanzado en algunos momentos del pasado, el escepticismo con esta solución crece tanto entre los votantes como entre los propios inmigrantes; los primeros desconfían en que esta solución sirva para impulsar la economía mientras ven que escasean las plazas en colegios o crecen los problemas con las viviendas, y los segundos ya acumulan experiencias pasadas en que los refugiados de países como Siria -hubo una oleada de entradas en 2015- tuvieron grandes problemas para encontrar trabajo cinco años después de llegar al país.

El Gobierno, consciente de la necesidad de la inmigración, está abriendo la mano con los visados de trabajo mientras observa cómo cada vez llegan menos inmigrantes de Europa  central y del este. Desde hace una década, reclama a más trabajadores de países como India, Filipinas o Indonesia.

Las tendencias que evitaban el declive demográfico se desvanecen

La llegada de millones de inmigrantes y la inmersión cada vez mayor de las mujeres en el mundo laboral han evitado el declive demográfico desde que a finales del siglo pasado la población en edad laboral alcanzara su punto máximo en Alemania. La mala noticia es que ambas tendencias empiezan a desvanecerse justo cuando comienza la jubilación de los baby boomers nacidos tras la Segunda Guerra Mundial.

Según el análisis de Bloomberg Economicsla bomba demográfica de Alemania será la segunda más amenazante durante la próxima década entre las potencias occidentales. Solo es superada por la tendencia de Japón una sociedad históricamente más cerrada, con una menor tasa de participación femenina y una población que envejece más rápido.

Exprimir la fuerza laboral existente es la otra variable que Alemania debe tener en el radar para sortear la crisis laboral. Incentivar el retraso de la jubilación sería una salida más viable. Esta tendencia de trabajar más allá de los 65 años ha progresado desde comienzos de siglo pero se ha estancado en los últimos años. Actualmente, menos del 9% de los alemanes mayores de 65 años están trabajando, en comparación con casi el 20% en los EEUU, por ejemplo. Si se aumenta la edad de retiro a los 67 años para 2030, provocaría un aumento pero este sería lento.

La fotografía de las mujeres en edad de trabajar que tienen un empleo es otra raíz del problema. En Italia, el siguiente país de la Unión Europea con mayor reto demográfico, solo el 40% de las mujeres en edad de trabajar son económicamente activas por lo que hay una importante reserva de mano de obra a la que recurrir para reforzar el mercado de trabajo, pero Alemania ya ha utilizado ese recurso: con una tasa de participación femenina que ha aumentado en unos 10 puntos porcentuales en los últimos 30 años, no hay margen para reforzar desde ahí la fuerza laboral.

La envidiable productividad alemana es cosa del pasado

La dificultad de atraer trabajadores extranjeros o exprimir la fuerza laboral interna, y aunque se consiguiera, apunta a que el crecimiento económico dependerá del aumento de la productividad de los trabajadores: menos mantener el mismo nivel de trabajo. Según las proyecciones de Bloomberg Economics, este planteamiento hace poco probable que el crecimiento general supere el 1% durante décadas.

Durante décadas, el impulso de la economía alemana ha destacado por su productividad, pero esta tendencia está también a la baja, estancándose en los últimos años. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), ha subido menos del 2% desde 2015, en comparación con el 8%  que lo hizo en ese mismo periodo en EEUU.

La esperanza, en los robots

En la transición a la era digital sí puede encontrar Alemania el aire que necesita. El Índice de Sociedad y Economía Digital de la Comisión Europea de 2022 sitúa al país germano en el puesto 13 de 27 países miembros, algo por encima del promedio de la UE.

Mientras en algunos países el temor de que los robots destruyan puestos de trabajo va en aumento, para economías avanzadas con carencias en el mercado laboral como la alemana, el fenómeno ChatGPT ha venido a aumentar el optimismo ante la posibilidad de que la inteligencia artificial y la robótica puedan ayudar a gestionar el envejecimiento de su población y el cambio de tendencias laborales.

Industrias de ingeniería y de fabricación de alta tecnología, que durante mucho tiempo han sido el corazón de la ventaja competitiva de Alemania y donde nunca ha faltado mano de obra cualificada, experimentan la falta de motivación de los jóvenes para aprender esas habilidades. El recambio puede estar en los robots.

Fuente: Revista El Economista

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