Si la mayor potencia económica del mundo (y tu principal cliente) te pone aranceles gigantescos y tú respondes devolviéndole el golpe, es porque tienes un plan que sabes que te puede hacer ganar la partida. China debe creer que puede salir victoriosa de la guerra comercial en toda regla que ha iniciado EEUU por orden de su presidente Donald Trump. A Pekín no le está temblando el pulso a la hora de responder a los aranceles de EEUU pese a que el ‘gigante asiático’ vende cada año mercancías más de 400.000 millones de dólares al ‘gigante americano’. China, gane o no gane la guerra, tiene herramientas y resortes suficientes para hacer daño a la economía de EEUU… y a la del resto del mundo como víctima colateral. La cuestión es hasta dónde están dispuestos a llegar en Pekín para ganar una guerra comercial.
Uno de los principales argumentos es la diversificación de las necesidades estratégicas de EEUU hacia China. La administración de Donald Trump ha solicitado la colaboración china en temas críticos como la lucha contra el tráfico de fentanilo y la resolución del conflicto en Ucrania. Además, empresas estadounidenses con intereses significativos en China, como Tesla, podrían ser vulnerables a represalias, otorgando a Pekín una posible ventaja en las negociaciones.
China tiene una economía enorme, muy diversificada y con un banco central que posee billones de reservas (dólares, oro, euros…) para resistir malas épocas. No solo eso, Pekín es una dictadura, un sistema político que da gran margen para emprender acciones durante largos periodos de tiempo sin tener que dar explicaciones a nadie. En EEUU, si el tiro de los aranceles sale por la culata, Donald Trump (como cualquier otro) podría tener los días contados en la Casa Blanca. Además, EEUU es una sociedad muy rica, acostumbrada a unos patrones de consumo muy intensivos en bienes (relativamente baratos) que llegan en su mayor parte de China. Si esos bienes se encarecen mucho o desaparecen, el consumidor americano pedirá explicaciones. China, por su parte, tiene algunos ases en la manga para redirigir esas mercancías.
Esta es la primera ventaja de todas, por ahora. Desde que comenzó la guerra arancelaria se han multiplicado los análisis en los que se asegura que China está lista para redirigir hacia Europa buena parte de las ventas que hacía a EEUU. La Unión Europea es un bloque con un tamaño (PIB) similar al de EEUU y donde los consumidores muestran unas preferencias y patrones similares a los americanos. Si la UE no responde imponiendo barreras y aranceles a los bienes ‘made in China’, los productores del gigante asiático pondrán en marcha sus flotas comerciales para inundar el Viejo Continente con sus productos. La sustitución no es perfecta, puesto que los expertos creen que China tendrá que vender estas mercancías a un menor precio para desplazar a los productos que dominan los mercados europeos, pero lo que está claro es que Pekín tiene una alternativa a EEUU. No solo Europa, los mercados emergentes son cada vez clientes más importantes para China.

Además, Pekín parece que lleva tiempo preparándose para este desacople. En los últimos siete años, China ha logrado diversificar su base exportadora. “La dependencia de China de EEUU para sus exportaciones se ha reducido significativamente. En 2018, las exportaciones a EEUU representaban alrededor del 20% de las exportaciones totales de China. Ahora, esa cifra se ha reducido a alrededor del 14%. Por lo tanto, aunque esta vez los aranceles son mucho más altos en comparación con 2018, China está relativamente mejor preparada”, afirma Xin Sun, especialista en economía china del King’s College de Londres, en declaraciones a France 24. “El comercio de China con los países del Sur Global ha superado su comercio con el G-7”, añade Johannes Petry, especialista en economía política y mercados financieros chinos en la Universidad Goethe de Frankfurt. “En comparación con hace diez años, ya no son tan sensibles a los aranceles estadounidenses”.
La otra cara de la moneda no es que EEUU importe menos de China y también sea menos dependiente, todo lo contrario. Si China ha diversificado en más países su chorro de exportaciones, EEUU, pese a las políticas primero de Joe Biden y luego a las de Trump, sigue dependiendo de China en nichos muy sensibles. Es cierto que en los últimos años, EEUU ha diversificado sus importaciones de bienes de bajo valor agregado, como ropa de cama, colchones y muebles, y las ha alejado de China, pero la diversificación está resultando mucho más difícil en el caso de los bienes de mayor valor agregado. Por ejemplo, en 2023, los smartphones, los ordenadores, las baterías de iones de litio, los juguetes y las videoconsolas representaron el 27% de las importaciones estadounidenses de bienes provenientes de China. La dependencia estadounidense de China para estos bienes prácticamente no se ha modificado desde 2017. De hecho, la participación de China en las importaciones estadounidenses de baterías ha aumentado en ese período. Todo esto complica que Trump puede mantener mucho tiempo los anunciados aranceles globales para China por encima del 100%.
Otro punto clave, según revelan desde The Economist en un artículo publicado esta semana es la confianza de China en que EEUU podría no soportar las consecuencias económicas de una guerra comercial prolongada. Se espera que los aranceles impuestos por Trump provoquen un aumento en los precios al consumidor y afecten negativamente el empleo en sectores sensibles. Asesores y economistas chinos sugieren que, en lugar de una confrontación prolongada, bastaría con resistir hasta que la presión económica interna obligue a Washington a reconsiderar su postura.
Como se avanzaba más arriba, mientras que China es una dictadura en la que no hay que dar explicaciones a nadie prácticamente de nada, en EEUU los ciudadanos podrían rebelarse a medida que los precios empiecen a subir y eso genere cierto hastío social en un país en el que el consumo es el motor de la economía e incluso de la ‘felicidad’. Mientras tanto, China es una economía que produce casi todo y lo que le falta (materias primas) se lo compra a Rusia o sus vecinos. El plan de China para lograr una gran independencia del mundo (producirlo casi todo) podría ser clave para sobrevivir a la posible marginación de EEUU. Esto no va a ser como el ’embargo cubano’, China es un ‘monstruo’ muy grande.
Al hilo de esto último, cobran aún más sentido los titulares leídos en los últimos años sobre un notorio acopio de materias primas por parte del ‘gigante asiático’. El acaparamiento de materias primas por parte de China no es algo nuevo. Ante la carencia de algunos recursos fundamentales, las autoridades chinas comenzaron a desarrollar en los años 80 una estrategia a largo plazo que les permitiera salvaguardar la seguridad nacional y estabilizar los mercados internos ante cualquier alteración en el mercado global de las materias primas.

Sin embargo, algo ha cambiado en los últimos años y el repunte en las cifras de materias primas que van desde energéticas, como el crudo, hasta metales industriales, como cobre, aluminio o níquel, pasando por metales preciosos, como el oro, ha hecho levantar las sospechas. Al igual que los hogares ahorran por precaución cuando ven nubes en el horizonte, China también podría estar levantando una suerte de depósito lleno de materias primas (no perecederas) para enfrentarse a un futuro muy incierto. Pekín podría estar adoptando esta estrategia por miedo a lo que pueda pasar en el mundo. Tener el ‘granero lleno’ permite a China gozar de autosuficiencia en un mundo más peligroso en el que las tensiones geopolíticas y comerciales son el pan de cada día. Si los deseos de China de anexionar Taiwán son siempre una amenaza latente, la guerra comercial puede acelerar los plazos de cualquier enfrentamiento, Y en el aspecto ‘material’, China ya se habría pertrechado.
Lo política fiscal también puede jugar un papel importante en todo esto, según The Economist. Para mitigar el impacto de los aranceles y fortalecer su economía, China está preparada para implementar medidas de estímulo similares a las adoptadas durante la crisis financiera global de 2007-2009. China no duda en orquestar grandes programas de estímulo gracias a que tiene el control del banco central y a que su economía goza de unos precios estructuralmente bajos. Estas políticas podrían incluir reducciones de los tipos de interés y en los coeficientes de reserva bancaria, así como apoyo a gobiernos locales para fomentar la demanda interna y explorar nuevos mercados fuera de EEUU. Por supuesto, esta política no está exenta de riesgos, puesto que el nivel de endeudamiento de China es relativamente elevado.
Otra ‘arma de mano’ que tiene Pekín en la recámara y sobre la que estos días se está hablando mucho es la devaluación de su divisa. Como ya hizo en 2015, Pekín podría hundir su moneda (el yuan) y así hacer mucho más competitivas sus exportaciones. Esto le permitiría compensar el daño de mayores aranceles. En medio de esta especulación, China el otro día quitó el precinto a esta opción y bajó un poco el yuan a modo de aviso.
Diferentes analistas de varias casas aseguran que, esta vez, Pekín no hundirá el yuan porque lleva grandes riesgos aparejados: el más grande, una fuga de capitales que haría daño a Pekín. Pero lo cierto es que el país sigue coqueteando con la deflación, el consumo interno no se reanima, y esto da margen para bajar la moneda. Esta inercia deflacionaria, además, aumentará el conocido como ‘exceso de capacidad’, muy temido por las industrias de Occidente. Por sintetizarlo: el masivo apoyo fiscal de Pekín a sus industrias sigue siendo muy fuerte (la producción de bienes está disparada) al tiempo que el gasto del ciudadano sigue débil. El resultado es un gran stock sobrante de productos con los que inundar a Europa, EEUU o quien sea.

En el repleto ‘cajón’ de China también queda otro ‘arma’ muy comentada. Una importante tenencia de bonos del Tesoro de EEUU. Concretamente, unos 759.000 millones de dólares en notas del Tesoro. Esta tenencia siempre ha sido un ‘botón’ listo para que Pekín lo apriete y dispare contra el corazón de la deuda americana. En los últimos años, China ha deshecho importantes posiciones (superaban el billón antes del covid) y la amenaza es que ahora suelte lotes más deprisa como ‘venganza’. Todo al mismo tiempo que la deuda y los déficits de EEUU crecen vertiginosamente. Incluso un escenario en el que China no venda, pero tampoco acuda a las nuevas emisiones ya preocupa a los analistas.
Pese a esta preparación, la disputa será compleja. Los expertos de The Economist y el resto de analistas creen que aunque China percibe ciertas ventajas estratégicas en la actual guerra comercial, también enfrenta desafíos considerables. La efectividad de su enfoque dependerá de la capacidad para equilibrar las represalias con la estabilidad económica interna y la gestión de las relaciones internacionales.
Fuente: Revista El Economista