Este inesperado freno a la economía de Nueva Zelanda se explica en las cifras. Según datos del propio Brown cuando aún estaba en el Gobierno, la Agencia de Transporte de Nueva Zelanda (NZTA) había gastado en los últimos tres años la “escandalosa” suma de 786 millones de dólares neozelandeses (casi 450 millones de dólares estadounidenses) en conos de carretera y gestión temporal del tráfico (TTM) en caso de mantenimiento de carreteras u obras. Esto representa cerca del 9% del gasto del Gobierno central en las carreteras, y la partida no incluye el gasto de los ayuntamientos en las carreteras locales. “Cuando me convertí en Ministro, me sorprendió saber que la NZTA no sabía cuánto dinero de los contribuyentes se había gastado en conos de carretera y TTM porque no estaba registrado”, dijo en noviembre en una declaración pública.
El debate deriva de su uso excesivo. Un reportaje publicado este miércoles en el Wall Street Journal recoge algunos testimonios indican que incluso los puestos de limonada deben delimitarse con conos. Otros denuncian que estos objetos llegan a quedarse molestando en las carreteras durante meses después de haberse acabado la obra que los justificó en determinado momento. El sobre proteccionismo paternalista es lo que más cabrea a los ciudadanos consultados.
Hacia un control del riesgo más equilibrado
El actual Gobierno de centroderecha está tomando medidas contra este vicio de colocar conos incluso donde no se necesitan. Dicen que está frenando la economía en crisis de Nueva Zelanda, aumentando los costes y, además, molestando a los conductores. Catherine Wedd, legisladora, advirtió en el Parlamento que “la locura está a punto de terminar” y denunció que los conos naranjas se han multiplicado hasta el punto de que camioneros y conductores le habían hecho llegar fotografías y videos de centenares de ellos alineados durante kilómetros sin justificación aparente.
Las autoridades que elaboran un nuevo “enfoque basado en el riesgo” más equilibrado tienen enfrente a la asociación de contratistas civiles, que consideran justificada la partida presupuestaria porque los controles de tránsito tipo conos reducen el riesgo para los trabajadores. Tienen el apoyo de la oposición, que cree que el debate sobre los conos es sólo una distracción de los verdaderos problemas que el gobierno no está solucionando.
La necesidad de que en Nueva Zelanda la red de carreteras sea de calidad y segura es evidente. De ellas depende, por ejemplo, que los productos agrícolas lleguen a los mercados de exportación, o el turismo, ya que las caravanas son el medio de transporte favorito entre los visitantes extranjeros para recorrer las islas.
Fuente: Revista El Economista