Esa alternativa no es otra que el reciclaje. “Los residuos electrónicos están creciendo rápidamente porque todos tenemos más aparatos electrónicos que reemplazamos cada vez con más frecuencia”, justifica Braw. En 2022, el último año disponible, el mundo descartó residuos electrónicos que contenían 31 millones de toneladas métricas de metales, 17 millones de toneladas de plásticos y 14 millones de toneladas de minerales, vidrio y otros materiales reutilizables. Sin embargo, se estima que solo se reciclaron 19 millones de toneladas, principalmente metales como el hierro, que está presente en grandes cantidades y tiene altas tasas de reciclaje en casi todas las rutas de gestión de residuos electrónicos, según informa el Global E-Waste Monitor, una colaboración entre la Unión Internacional de Telecomunicaciones y las Naciones Unidas.
Lo cierto es que EEUU desecha casi siete millones de toneladas de residuos electrónicos al año y, como en otros lugares, solo se reciclan las piezas más fáciles de desechar, como el hierro. Esto supone un doble desperdicio, ya que los dispositivos desechados suelen acabar en vertederos, donde pueden contaminar el suelo y el agua, y porque contienen tierras raras, tan necesarias en los nuevos dispositivos electrónicos.
“Si EEUU pudiera controlar las tierras raras que se encuentran en los hogares y los contenedores de basura, podría reducir drásticamente su dependencia de China y crear empleos en el país. Además, no necesitaría imponer un acuerdo sobre tierras raras a Ucrania y ayudaría a las comunidades estadounidenses a eliminar las toxinas que se filtran de los vertederos”, pone de relieve la investigadora del think tank atlantista.
Braw reconoce que reciclar tierras raras es extremadamente difícil y, por lo tanto, comercialmente poco atractivo, razón por la cual aún no se realiza a gran escala. Esto se debe a que las tierras raras se suelen utilizar en cantidades extremadamente pequeñas. Mientras que algunas baterías de vehículos eléctricos utilizan muchos kilos de tierras raras, las tierras raras combinadas de un smartphone no suelen pesar más de 2 gramos. La mayoría de los demás dispositivos electrónicos se encuentran en un punto intermedio. Y se añade el problema de que cada tierra rara debe extraerse por separado. “Pero extraer tierras raras de aparatos desechados no debería ser más difícil que extraerlas de rocas remotas e inexploradas en Ucrania”, defiende la estratega.
El 23 de marzo, la administración Trump envió a Ucrania una propuesta sobre sus recursos naturales que iba mucho más allá del borrador del acuerdo alcanzado por ambas partes en febrero. El borrador del acuerdo, publicó en su momento el Financial Times, “se aplicaría a todos los recursos minerales, incluidos el petróleo y el gas, y a los principales activos energéticos en todo el territorio ucraniano”. “Les dije [a Ucrania] que quiero el equivalente a unos 500.000 millones de dólares en tierras raras, y prácticamente han accedido. Así que al menos no nos sentimos estúpidos”, ha llegado a declarar Trump.
Sin embargo, como han venido advirtiendo repetidamente numerosos analistas, se sabe muy poco sobre los yacimientos de tierras raras de Ucrania y gran parte de ellos se encuentran en territorios ocupados por Rusia. Construir la infraestructura para la extracción llevaría años y, ante todo, requeriría la paz en suelo ucraniano, algo difícil de calibrar ahora mismo.
La realidad es que extraer los minerales de la roca ucraniana sería extremadamente difícil. Tres de los cuatro principales depósitos de tierras raras de Ucrania se encuentran dentro o cerca de zonas controladas por Rusia, según declaró Erik Jonsson, geólogo sénior del Servicio Geológico de Suecia, a IEEE Spectrum , revista publicada por el Instituto de Ingenieros Eléctricos y Electrónicos.
También está la cuestión del tamaño real de los yacimientos. “Se cree que las cifras provienen de estudios soviéticos que datan de la década de 1960”, señala Spectrum . Las tierras raras son notoriamente difíciles de extraer porque aparecen en cantidades minúsculas dentro de fragmentos de roca más grandes, lo que hace que el aspecto comercial de cualquier acuerdo sea muy cuestionable. Spectrum concluye con una dura conclusión: “No se sabe que haya yacimientos de tierras raras en Ucrania que sean explotables de forma económicamente viable”.
La referida ‘pata china’ justifica aún más la apuesta por el reciclaje. Aunque las tierras raras se extraen en diferentes países, generalmente africanos, casi el 90% se procesa en China, lo que durante el auge de la globalización no era un problema. Ahora, sin embargo, sí lo es. Desde 2020,China ha bloqueado las exportaciones de grafito -que, al igual que las tierras raras, es un componente crucial de las baterías de vehículos eléctricos, aunque no pertenece al grupo de las tierras raras- a Suecia, donde la empresa de iones de litio Northvolt intentaba impulsar la producción europea de baterías para vehículos eléctricos antes de declararse en quiebra el mes pasado. China también ha amenazado con retener las tierras raras de Lockheed Martin, el fabricante estadounidense del F-35, y está imponiendo una amplia gama de controles en respuesta a la guerra comercial de Trump.
Una alternativa ‘en pañales’ y en peligro
Brew explica que aunque esté claro que el gobierno estadounidense debe reducir su dependencia de China, restaurar las cadenas industriales estadounidenses es un proceso largo y arduo que no se puede lograr de la noche a la mañana. Los ejemplos recabados hablan por sí mismos. En 2022, la administración Biden otorgó 35 millones de dólares para el procesamiento de tierras raras a MP Materials, cuya mina en Mountain Pass, California, es la única planta a escala en EEUU. A lo largo de muchos años, cita también la estratega del Atlantic Council, la minera australiana Syrah Resources ha recibido cientos de millones de dólares en préstamos y subvenciones del gobierno estadounidense para la extracción de tierras raras y grafito en Mozambique, incluyendo 165 millones de dólares en enero. Syrah también construyó una planta de procesamiento de grafito en Luisiana. Pero tan pronto como la extracción de grafito de Syrah en Mozambique pareció despegar, China inundó el mercado con precios más bajos en una señal no tan sutil desde Pekín.
Una coyuntura, en resumidas cuentas, que apoya sobremanera la alternativa de un reciclaje aún ‘en pañales’ y también en peligro. Tres días antes de dejar el cargo, el gobierno de Biden otorgó 5,1 millones de dólares a REEcycle, una pequeña empresa de reciclaje con sede en Houston, para ayudar a reactivar una planta de demostración y “avanzar en la puesta en marcha de una planta comercial con una producción anual estimada de 50 toneladas de óxidos de tierras raras”. REEcycle se especializa en el reciclaje de cuatro tierras raras comúnmente utilizadas en aeronaves, misiles, submarinos y vehículos no tripulados. “La subvención, si aún no se ha pagado, podría haber sido cancelada por DOGE“, advierte Brew sobre el departamento de eficacia (recortes en gasto de la administración) pilotado por el CEO de Tesla, Elon Musk.
Con todo, la analista no quiere perder el optimismo e insiste en la importancia de que EEUU dé una paso adelante en esta materia: “Existe una enorme oportunidad en el reciclaje de tierras raras. Impulsar los esfuerzos estadounidenses para recuperar tierras raras impulsaría más investigación y desarrollo, así como más innovación a nivel nacional, y ayudaría al país a reducir su peligrosa dependencia de China en materia de tierras raras de una manera que no perjudica a ningún otro país, además de crear diversos nuevos empleos en el país. Una vez que los científicos y las empresas hayan desarrollado una forma comercialmente viable de reciclar tierras raras, EEUU podría reutilizar estos metales versátiles una y otra vez. Sin duda, ese es un acuerdo que a Trump le gustaría. De hecho, no se me ocurre ninguna razón por la que a ningún estadounidense le disgustaría”.
Fuente: Revista El Economista