A pesar de que el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, pretende castigar con aranceles a sus principales competidores comerciales, lo cierto es que los consumidores estadounidenses van a ser unos de los principales afectados por estas tarifas, ya que los aranceles son la mayor subida de impuestos desde el año 1993.
Según un estudio del think thank Tax Foundation, muy próximos al Partido Republicano, las tarifas implantadas por el presidente reducirían los ingresos después de impuestos de media un 1,3%, lo que supondría un incremento de los impuestos de cada hogar estadounidense de 1.300 dólares este año.
“Nuestras estimaciones de reducciones en los ingresos después de impuestos pueden subestimar el daño a los consumidores por la pérdida de opciones a medida que los aranceles alcanzan tasas prohibitivas.”, argumentan Erica York, vicepresidenta de Política Fiscal Federal de Tax Foundation, y Alex Durante economista Senior del organismo y autores del estudio.
Todos los economistas y expertos consultados por elEconomista.es concluyen que las medidas arancelarias son “tremendamente inflacionarias”. En las proyecciones de marzo de la Fed, la inflación se corrigió al alza al 2,7%, desde el 2,5% de diciembre de 2024. Con estas medidas vigentes, el IPC de Estados Unidos podría incluso llegar a avanzar un punto. Esto situaría la inflación de Estados Unidos en el entorno del 4%, lo que supone un encarecimiento para la cesta de la compra de los estadounidenses.
Los expertos calculan que en este año fiscal, los aranceles de Trump van a incrementar los ingresos fiscales federales en 171.600 millones de dólares, es decir, el equivalente al 0,56% del PIB del país. “Esto convierte a estos aranceles en el mayor aumento de impuestos desde 1993”, reiteran los expertos.
Pero claro, el hecho de que aumenten los ingresos fiscales de Estados Unidos por los aranceles, no quiere decir que las arcas públicas del país ingresen más dinero, ya que la economía va a perder bastante dinamismo.
“Estimamos que, antes de considerar cualquier represalia extranjera, los aranceles de Trump reducirán el PIB estadounidense a largo plazo en un 0,8%”. Es decir, solo esto sin aranceles de respuesta por parte de los otros países.
Pero claro, el 10 de abril, China impuso aranceles del 125%como represalia a las tarifas de hasta el 145% que Trump arrojó sobre el gigante asiático. Unas tarifas que afectan a 330.000 millones de dólares en exportaciones estadounidenses, teniendo en cuenta el mercado exterior entre ambas potencias en el año 2024.
“De imponerse en su totalidad, estimamos que reducirían el PIB estadounidense en un 0,2 %”. Por tanto, teniendo en cuenta los cálculos realizados por los expertos de Tax Foundation, si se suman los aranceles impuestos por EEUU y las amenazas e imposiciones de aranceles de represalia por parte de China, esto reduciría el PIB estadounidense en un 1%.
Por tanto, a pesar de que los actuales aranceles de Trump (los actualmente vigentes), la pérdida de dinamismo de la economía estadounidense generarían externalidades en el dinero recaudado por el Tesoro.
“En términos dinámicos, considerando los efectos negativos de los aranceles en la economía estadounidense, estimamos que todos los aranceles en conjunto recaudarían 1,5 billones de dólares durante la próxima década, aproximadamente 673.600 millones de dólares menos que la estimación convencional. Considerando los efectos negativos de los aranceles de represalia impuestos y amenazados a partir del 9 de abril de 2025, se reducen aún más los ingresos a 10 años en 132.000 millones de dólares”, recalcan los expertos.
A pesar de que tiene en barbecho durante 90 días la tabla de aranceles “recíprocos”, ya solo el hecho de tener vigentes las tarifas actuales hace que el magnate haya batido otro récord. Según Tax Foundation, el arancel promedio aumentó del 2,5%en 2024 hasta el 11,5% este año “el promedio más alto desde 1943 con los aranceles vigentes al 10 de abril”.
A pesar de haber dado marcha atrás en su tabla arancelaria, el mantener esta guerra comercial con China traerá consecuencias nefastas.
Fuente: Revista El Economista