Pulsos, juegos de dominancia y ataques han delineado la antesala de la próxima legislatura europea. En las últimas semanas se han perfilado y evidenciado las tensiones políticas ante las que tendrá que hacer malabarismos Ursula von der Leyen en su segundo mandato al frente de la Comisión Europea. Tales trabajos, todo apunta, arrancarán el 1 de diciembre, como estaba previsto, y se estructurarán en base a una serie de pilares en los que la competitividad de la UE, la transición a las tecnologías limpias, las relaciones comerciales con China y Estados Unidos y la vuelta de Trump a la Casa Blanca escalan en las prioridades europeas.
La visión de empezar el nuevo mandato de la Comisión Europea el 1 de diciembre casi descarrila en las últimas dos semanas. La evaluación de la vicepresidenta tercera del Gobierno, Teresa Ribera, y del candidato de Giorgia Meloni, Raffaele Fitto, han complicado las negociaciones entre las principales fuerzas políticas de la Eurocámara hasta el punto de poner en juego la totalidad de la composición del próximo Colegio de Comisarios, así como la fecha de arranque de sus trabajos.
La nueva aritmética parlamentaria, escorada a la derecha con la entrada de nuevas fuerzas ultraconservadoras, ha forzado una pérdida de confianza entre la coalición tradicional de populares, socialistas y liberales. Un desencuentro que se ha zanjado con un compromiso de trabajar por una mayoría proeuropea. A efectos prácticos, hay grandes temas que la Comisión de Von der Leyen deberá afrontar como prioridades, tanto económicas como políticas, y que dependerán de tal estabilidad. De manera colateral, mantener este difícil equilibrio político se convierte en prioridad del nuevo mandato de la alemana.
En el plano económico, quizás la mayor urgencia radica en impulsar la competitividad del bloque comunitario. La premura la imprime el despliegue de subsidios tanto en China como en Estados Unidos, sobre todo para la industria de tecnologías limpias. Pero también la hoja de ruta delineada por el exprimer ministro italiano, Mario Draghi, que estima necesarios 800.000 millones de euros anuales y abría la puerta a una nueva emisión de deuda conjunta a nivel comunitario.
No es ningún secreto que vehicular los recursos financieros para lograr tal objetivo será uno de los grandes retos de la legislatura. “La Comisión Europea debe decidir la propuesta estratégica con los recursos disponibles a nivel nacional y europeo”; indica el experto de Bruegel, André Sapir. En este sentido, se refiere no solo a impulsar la unión de mercado de capitales, también a canalizar la inversión privada y cómo articular la inversión pública, “incluyendo los presupuestos nacionales y comunitario”.
La de la competitividad es una de las prioridades que el experto considera deben arraigarse al principio del mandato porque el problema no es nuevo. Es un mal endémico de la economía del bloque desde hace 40 años. Las tecnologías verdes deben encauzar la producción energética de Europa, no solo por Europa, sino por las intenciones de la nueva administración estadounidense de Donald Trump.
Si el republicano anunciaba su ambición de impulsar la extracción de más gas natural y petróleo, Europa, aunque quiera no cuenta con esos recursos. “Tenemos poco petróleo y gas natural”, apunta el experto de Bruegel. Por ese motivo, es necesario avanzar en el despliegue de renovables, el que era uno de los compromisos enunciados por la jefa del Ejecutivo comunitario para sus 100 primeros días de mandato.
En el plano político, el escenario de inestabilidad e incertidumbre geopolítica refleja un mundo más complicado. Un mundo en el que la UE debe ser menos dependiente de aliados tradicionales, como EEUU, en materia militar y de defensa. “Es una carrera a largo plazo, no se hará en cinco años“, matiza Sapir. Pero lo que sí es cierto es que la guerra de Ucrania y el conflicto en Oriente Medio abren grandes incógnitas y ponen a la UE en marcha. También para continuar siendo valedora del apoyo a Kiev, en un conflicto en el que China no llega a posicionarse en contra de Moscú y en el que Corea del Norte empieza a tomar partido.
Lo de delinear una estrategia industrial europea será por tanto prioritario en un escenario de pujante competencia. Lo que hay que superar es esa visión nacional de la política industrial para formular una perspectiva comunitaria que permita competir a nivel global, “con instrumentos nacionales y europeos”, puntualiza Sapir, apuntando a un mundo menos “amistoso” que el de los últimos años.
Washington y Pekín
El contexto es difícil, los recursos del bloque son limitados, los países acumulan una elevada deuda y su población sigue la tendencia al envejecimiento. La vuelta de Trump a la Casa Blanca, si bien ofrece cierta predictibilidad, ensombrece la relación que la UE pueda tener con su principal socio comercial. La amenaza de aranceles de hasta el 20% a los productos comunitarios no deja, precisamente, a Von der Leyen con muchos más recursos que diversificar las asociaciones comerciales del bloque.
Además, Bruselas deberá atender a las repercusiones que el cambio en Washington pueda generar en las dinámicas globales. La promesa del republicano es la de imponer aranceles de hasta el 60% también a las importaciones de China. El trasfondo es sencillo, en realidad, tratará de ralentizar la economía del gigante asiático. Pero las implicaciones de tal movimiento van más allá: Bruselas deberá gestionar que las exportaciones chinas que no vayan a EEUU se redirijan a la UE y, además, el golpe que esto supondrá para la economía comunitaria.
La nota positiva llega del relevo de la presidencia del Consejo de la UE. El político Charles Michel cede el testigo al exprimer ministro portugués y la tensión que caracterizaba la relación entre el político belga y la alemana se escinde en aras de un liderazgo fuerte que sea capaz de convenir con la Comisión.
Los 100 primeros días de mandato de la alemana
En su discurso de julio con las prioridades para su mandato, Von der Leyen mencionó la creación de una Unión Europea de la Defensa, de un comisario responsable de Vivienda o la reducción de la burocracia para ganar en competitividad. El Pacto de la Industria Limpia es otro de los compromisos mencionados en un vínculo con la competencia con otras grandes potencias mundiales. También abogó por impulsar la inversión pública y privada para vivienda, en destinar una mayor partida hacia la seguridad y defensa y por crear la figura de un comisario responsable de este último segmento.
Fuente: Revista El Economista