Las bodegas españolas mueven ficha y aceleran sus exportaciones al mercado estadounidense ante el temor de que Donald Trump rescate los aranceles con los que ya gravó al vino y al aceite español o imponga otros nuevos. Los envíos a Estados Unidos se han disparado un 28% en el mes de diciembre

La reelección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos el pasado mes de noviembre ha puesto en guardia a las bodegas españolas, uno de los sectores económicos que tiene en el mercado norteamericano uno de sus destinos estratégicos. El sector del vino, junto al del aceite de oliva, fueron víctimas en el año 2019 de los aranceles del polémico mandatario norteamericano por el conflicto Airbus-Boeing, que luego fueron suspendidos hasta 2026 por su antecesor Joe Biden. La posibilidad de que el líder republicano rescate ese gravamen o que imponga otros de forma genérica a los productos agroalimentarios de la Unión Europea, como ya ha advertido, ha llevado a modificar la estrategia de las empresas vitivinícolas de nuestro país, que están acelerando sus envíos para evitar en la medida de lo posible las temidas penalizaciones al flujo comercial.

Según datos de la Aduana estadounidense facilitados por la Organización Interprofesional del Vino (OIVE), las importaciones norteamericanas de vino español en el mes de diciembre se incrementaron un 28,2% en volumen respecto al mismo mes del año anterior hasta alcanzar los 6,4 millones de litros. Esto ha contribuido a que en el computo anual los envíos de hayan elevado un 7,2% para alcanzar los 67,3 millones de litros

En valor, el avance en el mes de diciembre fue de un 23,4% para sumar 37,6 millones de dólares. En todo el ejercicio el incremento alcanzó un 7,4% (391,4 millones de dólares).

Para la OIV estos crecimientos “pueden responder a una reacción de adelanto de compras por parte de los importadores americanos ante la posible adopción de aranceles por parte de la Administración Trump”.

El director general de la Federación Empresarial del Vino, José Luis Benítez, reconoce que existe “inquietud” ante la posibilidad de que Trump imponga aranceles en el que es el segundo mercado en valor para los vinos envasados. No obstante, mantiene cierto optimismo. “Hay que ver si se materializa y cómo, si es una resurrección de los aranceles que se impusieron en 2019 o es uno general, que eso también cambia el sentido, si es a los productos agroalimentarios europeos o como lo de hace seis años, que afectaron a unos vinos solo y a unos países y eso te sitúa en una posición de desventaja competitiva con otros”.

Benítez parafrasea al ministro de Agricultura, Luis Planas, al afirmar que “el nuevo paradigma del comercio internacional es que no hay normas fijas, lo estamos viendo continuamente y hay que convivir con ello, esperar a que si hay un golpe, sea el menor posible y que sea potencialmente absorbible”. En este sentido, recuerda que “Estados Unidos importa vinos de todo el mundo porque producen menos de lo que consumen y porque además les gusta. Si la administración norteamericana decide que haya aranceles, les va a faltar vino”.

Desde noviembre

Protos, la emblemática bodega de Ribera del Duero, lleva adelantando pedidos desde noviembre, cuando se supo que Donald Trump volvía a la Casa Blanca. Las exportaciones a Estados Unidos, segundo mercado exterior en importancia tras México y por delante de Suiza, suponen un 10% de sus ventas internacionales por un montante de un millón de euros y 200.000 botellas.

“Son acciones que dulcifican la entrada del problema” explica Carlos Villar, director general de la compañía vitivinícola vallisoletana. No obstante, matiza “que estas cosas no se cambian de la noche a la mañana. Si adelantas mucho tienes un problema en términos de pago porque las compañías aseguradoras permiten un plazo determinado respecto a la factura y el importador te pide que retrases el cobro porque encima está pagando el estocaje”.

Villar ha tenido contacto estos días en las ferias vitivinícolas e Barcelona y París con sus importadores americanos, “que dan por descontado un arancel del 10%”, aunque desconocen la duración de la medida. “Si finalmente es eso no sería tan duro y habrá que ver cuál es la subida que creemos que el mercado puede asimilar sin que sufran mucho las ventas y el sobreesfuerzo que podemos hacer”. El descenso de márgenes fue la estrategia que tuvieron que adoptar con los aranceles en 2019, que no tuvo mucho impacto en la bodega ni en la Denominación de Origen porque se gravaban los vinos menos de 13,5 grados “y en Ribera de Duero “la inmensa mayoría de los buenos vinos tienen 14,5”, afirma.

José Luis Benítez, de la FEV, coincide que en el anterior castigo de Trump a los vinos españoles no tuvo demasiado impacto en el volumen de ventas, aunque fue a costa de la cuenta de resultados de las compañías. “Ante la preocupación de salirse del mercado, las bodegas prefieren perder margen, siempre pensando que se trate de una medida temporal claro. De golpe no puedes subir ese precio porque te sales. Hay que tener en cuenta que el sistema de Estados Unidos es de tres escalones: tiene que mediar un importador y un distribuidor hasta el detallista, por lo que cada uno tiene que aplicar sus márgenes sobre el precio base”, explica.

Y la alternativa de intentar convencer al importador para que asuma parte de la subida no es fácil. “En Estados Unidos son empresas que facturan algunas miles de millones de dólares con lo que la capacidad de negociación es muy pequeño. Y aunque sea pequeño también factura más que las bodegas españolas o francesas”.

Para Carlos Villar, director general de Protos, “el mayor problema que tenemos la mayoría de las empresas es que destinamos mucho tiempo y esfuerzo en desarrollar un mercado y esto lo que nos hacen es devolvernos a la casilla de salida. Es más esa desilusión que el hecho del arancel en sí. Llevas trabajando ese mercado con recursos económicos y humanos mucho tiempo y lo peor es que vayas un paso adelante y dos para atrás”.

José Luis Benítez destaca en ese mismo sentido los riesgos de la pérdida de posicionamiento. “Cuando vas a un mercado tan competitivo que aprecia los vinos de todo el mundo y de todas las categorías y consigues colocarte es muy fácil ser sustituido”.

Las cooperativas españolas tienen un relevante papel en la exportación de aceite y de vino a Estados Unidos, además de la aceituna de mesa, que ya tiene un gravamen en Estados Unidos de un 20%.

“Cualquier arancel que se ponga nos restará competitividad y reducirá el valor o los flujos”, asegura Gabriel Trenzado, director de Cooperativas Agroalimentarias de España, que añade que “estamos atentos a lo que vaya a pasar porque hasta ahora lo que hay son titulares aunque obviamente estamos preocupados porque Trump ya ha dado muestras de que actúa no en la línea de las reglas y la seguridad jurídica del comercio internacional. Nos tememos que el acuerdo que suspendido por el caso de Airbus-Boeing se pueda reactivar y aunque la UE podría responder el problema es el daño que esto hace a las relaciones entre los dos países”.

La agroalimentación, lo primero que se ataca

A eso habría que añadir los aranceles generalizados que Trump quiere imponer “con esa técnica de negociar tirando por lo alto para conseguir luego concesiones y la experiencia nos dice que el sector agroalimentario es el primero que se ataca porque es la única política comunitaria y creemos que lo que quiere es dividir la UE”.

Sobre el papel de la UE, Trenzado considera que “tiene que jugar sus cartas. En primer lugar actuar unida y tomar medidas compensatorias o estructurales de manera que la pérdida de un mercado nos permita la recuperación de otros. Hay que tener en cuenta de que la política de Estados Unidos es arriesgada porque aunque protege su mercado nacional va a dañar su capacidad exportadora y va a dejar hueco que pueden aprovechar nuestras producciones pero todos sabemos que el proceso de transformación del comercio internacional es costoso, lleva tiempo y sin duda va a producir pérdidas para todos”.

Fuente: eleconomista.es

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