La inflación supera el aumento de USD 5 al Bono de Desarrollo Humano

El único ingreso fijo en casa de Ana Yagual es el Bono de Desarrollo Humano (BDH). El resto ha llegado “por misericordia” y no lo dice en vano.

El estrecho departamento donde vive con sus tres hijos, en el barrio Sol Naciente al oeste de Guayaquil, es alquilado por la iglesia evangélica a la que asisten. También les donaron la única mesa que tienen, una cocineta y enseres.

“Lo primero que compro con los USD 50 del bono es un quintal de arroz. También pago la luz y el agua”, cuenta mientras pica la última cebolla que le queda, escasa por estos días de paro.

Está preparando la única comida del día. A diario Ana se une a otras dos familias de la iglesia para hacer “un almuerzo colectivo”. “Por eso, para nuestra realidad, el aumento es una ayuda”, dice.

Desde julio, 1 009 267 beneficiarios del BDH en el país recibirán un incremento de USD 5. Serán USD 55 al mes que también llegarán a 197 500 personas indígenas, afroecuatorianos y montuvios, que representan el 19,5%.

La medida fue anunciada por el presidente Guillermo Lasso dentro de paquete que lanzó para intentar atenuar las protestas, un cálculo técnico como defiende el ministro de Inclusión Económica Social, Esteban Bernal.

Para subir un 10% a los USD 50 explica que analizaron indicadores como el costo de la canasta familiar vital que, a mayo de 2022, se ubicó en USD 522,70. Un año antes estaba en USD 501,51.

Cuadrando cifras  

Para Bernal el incremento es significativo. “Si bien no se puede entender esto -el aumento- como una forma de cubrir las necesidades mínimas de la canasta vital, hay que entender que el bono es un paliativo económico para las personas en condiciones de pobreza y pobreza extrema”.

Pero Damián Rodríguez asegura que el monto es insuficiente. El analista económico empieza por perfilar a las familias que reciben el BDH, que en promedio tienen 4,5 miembros. De ellos, 3,29 integrantes trabajan -el 79% en el sector informal- y sus ingresos en conjunto no pasan de USD 450 al mes.

El bono representa el 28% de esa cifra y el aumento sumaría un 2%, según explica. Pero solo la inflación anual (de mayo de 2021 a mayo de 2022) alcanzó el 3,38%.

Ese porcentaje de inflación es similar al incremento de la canasta familiar. El aceite vegetal, la lenteja y el culantro son algunos productos que subieron de costo. Por eso el analista concluye que la inflación es casi 1,5 veces mayor al incremento al bono. “Si se hubiera hecho un incremento técnico serían al menos USD 10 adicionales para cubrir el efecto inflacionario”.

El ministro Bernal prefiere ver la cifra global: USD 30,2 millones de inversión para pagos en lo que resta del año. Pero además recalca que es “un paliativo”.

“Si se tratase de dar cobertura a las mínimas necesidades, otros serían los montos. Ya no necesitaríamos buscar un empleo adecuado, sino entregaríamos salarios básicos; eso es imposible económica y financieramente”.

En este año fueron incluidas 188 000 nuevas familias al bono, entre ellas la de Luz Rodríguez, vecina de Ana Yagual. En cambio, Sonia Garaycoa, la adulta mayor que se suma a ellas para cocinar en conjunto, dejó de recibirlo; en la última revisión fueron excluidas 110 000 familias.

“Ella lo necesita porque vive en una casa con piso de tierra”, dice Luz de su amiga y cuenta cómo ella misma lucha a diario por mantener a sus seis hijos. “Con el bono compramos la comida. El aumento nos ayudará”.

En busca de emprendimientos

El analista económico Guillermo Granja, de la universidad Ecotec, no niega que para las familias más pobres USD 1 sea significativo. Pero advierte que no se puede caer en el ilusionismo, porque la inflación al finalizar el mes superará los USD 5 de aumento.
“El peor impuesto para cualquier población es la inflación, porque merma la capacidad de compra”. Para Granja, la solución final es la generación de empleo.

Jenniffer Torres recibe el bono y está aplicando a un crédito. Quiere abrir un negocio de comida rápida frente a su casa en el cerro San Eduardo, en el oeste guayaquileño, porque la venta por catálogo le deja pocos ingresos para sus dos hijos.

“Están vendiendo un carrito para hacer salchipapas, pero aún no me decido. Antes una porción costaba USD 0,50 y ahora está en USD 0,75 por la escasez de papa”. Antes de aprobar los créditos, los beneficiarios pasan por capacitaciones de inversión.

La olla humeante en la cocina de Ana anuncia que el almuerzo está casi listo y si los ingredientes rinden también alcanzará para la merienda. Ella piensa en retomar la venta de dulces, aunque por ahora no tiene horno ni nevera. “Pero ahí está mi refrigeradora automática”, dice mientras apunta a una gaveta con hielo bajo el mesón.

Fuente: El Comercio

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