La temperatura sigue subiendo en el Ártico y no solo en grados centígrados. La importancia estratégica del (todavía) gélido océano que corona el globo terráqueo se ha multiplicado en los últimos tiempos. Por pura cuestión geográfica, Rusia ha sido la potencia que más influjo ha tenido sobre una zona cuya superficie helada durante gran parte del año convertía en poco práctica. Sin embargo, el progresivo deshielo de la región por causa del cambio climático ha traído aparejadas unas derivadas en la seguridad mundial y el comercio global que, existencia de siempre ‘golosas’ materias primas al margen, han alterado el tablero. China está aprovechando su amistad con Rusia para conseguir influencia en la zona mientras la Administración entrante de EEUU ha entendido que tiene que poner coto a esta dinámica. Este telón de fondo explica las repetidas declaraciones de Donald Trump insistiendo en comprar Groenlandia y en ‘anexionar’ Canadá, así como su anuncio de que, paradójicamente, en pleno avance del deshielo, EEUU construirá una gran flota de 40 buques rompehielos para ‘patrullar’ mejor y en todo momento el área.

“El hielo marino del Ártico disminuye a medida que se calienta el clima. Desde la década de 1980, la cantidad de hielo grueso y plurianual se ha reducido en un 95%. Algunos científicos predicen que el Ártico podría tener un verano sin hielo ya en la década de 2030. Es un círculo vicioso. Por ahora, la superficie blanca del hielo refleja los rayos del sol, enfriando el planeta. El derretimiento del hielo polar podría tener profundas ramificaciones para la seguridad mundial, el comercio y la utilización de los recursos”, introducen Minna Kuusisto y Sofie Pedersen, estrategas de Danske Bank, en un informe monográfico titulado muy reveladoramente ‘El calor aprieta en el Ártico: ¿cómo de reales son amenazas y oportunidades?’ al que ha tenido acceso elEconomista.es.

Lo cierto es que el Ártico se ha calentado casi cuatro veces más rápido que el resto del planeta en las últimas décadas, según los investigadores. La capa de hielo marino en el Ártico se ha reducido de un mínimo anual de 7 millones de kilómetros cuadrados en 1979 a poco más de 4 millones en 2024, según la NASA. Eso representa la pérdida de un área del tamaño de Argentina en menos de 50 años. A medida que el hielo marino ha retrocedido, ha aumentado el número de viajes en latitudes altas realizados por barcos a través de la región. Eso es lo que ha convertido al Ártico en el nuevo teatro de operaciones de las grandes potencias.

Aunque la región ártica es rica en materias primas como cobre, litio, cobalto y tierras raras, esenciales para una transición ecológica cuya cadena de suministros domina China, la verdadera ‘pelea’, sostienen desde Danske Bank, es militar y comercial. En el apartado de la defensa, Moscú se ha aprovechado de los 24.150 km de litoral ártico que posee. Rusia ya recurre a una serie de actividades de zona gris en la región, como maniobras militares relámpago, perturbación de infraestructuras submarinas críticas e interferencia de GPS. El hecho de que Suecia y Finlandia hayan entrado en la órbita de la OTAN ha sido visto por Moscú como una amenaza, redoblando sus maniobras en la región. El año pasado, submarinos nucleares rusos realizaron prácticas de lanzamiento de misiles de crucero cerca de Noruega, Finlandia y Suecia.

Pese a no ser un estado ártico, China se ha querido sumar a esta ecuación. El motivo es claro, como explican desde Danske Bank, la región ártica es crítica para su seguridad nacional. En caso de guerra, China es vulnerable para acceder al estrecho de Malaca y al mar de China Meridional. El acceso al Ártico dejaría a China con alternativas en caso de que otras rutas comerciales dejaran de ser navegables. China y Rusia han intensificado su colaboración militar en el Ártico, por ejemplo, celebrando patrullas navales combinadas. Aunque, en opinión de los analistas, estos ejercicios han sido más una demostración de fuerza que una colaboración real, han provocado alarma en EEUU. “El Ártico es una región de potencial conflicto futuro”, reconoce sin tapujos el comandante de la Flota del Norte de Rusia, Aleksandr Moiseyev, en una reciente conferencia sobre el Ártico en San Petersburgo, según la agencia de noticias estatal rusa TASS.

En el ámbito comercial, un Ártico navegable más meses al año ofrece una gran vía inexplorada a Pekín, algo de lo que en Washington han empezado a ser conscientes. “Sin hacer ruido, el adversario número uno de EEUU se ha colado en su patio trasero septentrional. La amenaza para la seguridad nacional es real, un hecho que EEUU ha ignorado durante demasiado tiempo. Pero también se trata del comercio. A medida que el clima se calienta y el hielo polar se derrite, las rutas marítimas del norte podrían ser viables para el comercio marítimo. En este sentido, Rusia y China llevan ventaja”, reseña el informe del banco danés.

Aunque los avances han sido más lentos de lo que Pekín y Moscú esperaban, las pruebas y el desarrollo de la Ruta marítima del Norte (NSR por sus siglas en inglés también conocida como Paso del Noreste) siguen su curso, reduciendo el tiempo de transporte de Europa a Asia entre un 35% y un 40%, detalla el informe. La ruta suele estar libre de hielo desde finales de junio hasta mediados de noviembre, pero a medida que el clima se calienta, la temporada se alarga. En comparación con las rutas comerciales actualmente activas, ofrece un importante ahorro de tiempo y costes de combustible. El tiempo de transporte por la ruta es de 33 ó 35 días, frente a los 45 por el Canal de Suez o los 55 por el Cabo de Buena Esperanza al sur de África.

Esta ruta, además, se encuentra íntegramente dentro de la zona económica exclusiva de Rusia. Como los buques necesitan obtener permisos de Rusia, el 98% de los flujos de carga que circulan por la ruta son entre Rusia y China, sobre todo productos a granel como carbón y petróleo. El agravio de EEUU queda patente si se tiene en cuenta que el país no tiene puertos de aguas profundas en el Ártico para albergar portacontenedores pesados. La mayor parte de Alaska no tiene carreteras ni líneas ferroviarias, lo que complica el acceso al extremo norte.

Como la política exterior estadounidense gira en torno a “China, China y China”, prosiguen los investigadores de Danske Bank, para la Administración Trump es crucial un mayor control de lo que está ocurriendo en el Ártico. Aunque el Cuerpo de Marines de EEUU mantiene desde hace tiempo equipos de combate preposicionados en Noruega y Washington opera también la Base Aérea de Thule en Groenlandia, hace falta más una vigilancia más exhaustiva de esas aguas. Y no cabe duda de que, para navegar por las aguas septentrionales se necesitan rompehielos pesados, materia en la que EEUU va bastante por detrás de sus adversarios.

Washington únicamente tiene dos rompehielos, de los cuales sólo uno está en servicio, mientras que Rusia tiene 40 (incluidos ocho buques de propulsión nuclear) e incluso China cuenta con dos rompehielos pesados y está acelerando la construcción de un cuarto. Una buena medida de la desventaja con la que parte EEUU es que la Guardia Costera estadounidense acaba de iniciar la construcción de su primer rompehielos pesado nuevo en 50 años, cuya fabricación se estima que dure cinco años. Buscando revertir esto, meses después de que EEUU firmara un memorando de entendimiento con Canadá y Finlandia para colaborar en la producción de rompehielos, Trump ha dicho que ha ordenado la construcción de una flota de hasta 40 de estas embarcaciones.

El factor Canadá

En su impulso Make America Great Again, Trump quiere ‘rearmar’ esa zona para ejercer su influencia de forma similar a como la ejercía en el pasado. El NORAD, el comando conjunto estadounidense-canadiense creado en 1958 para defender el continente contra un ataque soviético, tiene como objetivo detectar cualquier ataque inminente desde el Polo Norte. Pero su red de vigilancia de satélites, radares terrestres y bases de la fuerza aérea ha quedado obsoleta, según señalan desde The Wall Street Journal en un esclarecedor reportaje. Rusia y China están desplegando nuevos misiles que pueden volar mucho más lejos que sus predecesores, alcanzando una velocidad cinco veces superior a la del sonido, lo que abrumaría los sensores actuales de EEUU. La carrera empieza por completar esos rompehielos, pero eso solo es el principio.

EEUU y Canadá están trabajando para modernizar el NORAD reemplazando los sistemas de radar y mejorando las capacidades de defensa. Canadá, cuyo gasto en defensa es de los más bajos de toda la OTAN, compró recientemente 88 aviones de combate F-35 a EEUU, que desplegará en bases del norte, una operación win-win para EEUU: le vende sus aviones a un país que se va a encargar de vigilar una zona que EEUU considera vital, parece difícil sacar más rédito de una operación.

No todo son ventajas. Canadá, con el mayor territorio ártico después de Rusia, tiene solo un puerto de aguas profundas que ofrece acceso al océano Ártico, y se encuentra a 500 millas al sur del Círculo Polar Ártico. Los aeropuertos en lugares remotos tienen pistas de tierra compactada o grava, lo que los hace inadecuados para aviones de carga comerciales o aviones a reacción.

Siempre la energía de por medio

Volviendo a la colaboración China-Rusia, ese apoyo ha sido destacado en el Ártico, donde las empresas chinas son importantes inversores y proveedores de equipos en proyectos energéticos rusos, incluidos los proyectos Yamal LNG y Arctic 2 LNG. Rusia, a cambio, ha estado enviando combustible a China utilizando su llamada ‘flota en la sombra’, mediante la cual buques sancionados realizan entregas ilícitas de petróleo ruso a los mercados de Asia.

El año pasado se registró un volumen récord de carga en tránsito a través de la Ruta marítima del Norte desde el noroeste de Rusia hasta el estrecho de Bering, según Rosatom, la agencia rusa que supervisa la vía fluvial. Casi toda esa carga fue de Rusia a China, y más de la mitad era petróleo crudo. Es cierto que el volumen total sigue siendo una fracción del tráfico de petróleo crudo a través del Canal de Suez, pero cabe destacar que la referida distancia más corta a través de la ruta del norte puede reducir los tiempos de tránsito en dos semanas.

Es innegable que Rusia lidera la explotación de las riquezas del Ártico. Parte de su desarrollo regional comenzó hace décadas. El Ártico de Rusia ya contribuye aproximadamente con el 10% de su producto interno bruto, incluido el 17% de las ventas de petróleo, el 80% del gas natural y un tercio de toda la pesca. Alaska representó solo el 0,2% del PIB de EEUU en 2023, y los territorios del norte de Canadá también representaron menos del 1% de la actividad económica del país. Pero a medida que el deshielo avance, el terreno sea más habitable y atractivo, la lucha por este territorio ganará intensidad. El país que esté más preparado y establecido tiene todas las de ganar. La guerra por el Ártico ya ha comenzado y EEUU quiere volver a demostrar que es la primera potencia del mundo.

Fuente: Revista El Economista

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