En Alemania existe un miedo irracional hacia las deudas. La sociedad teutona valora mucho la estabilidad financiera, los ahorros y son muy reacios al riesgo. Pero esto no solo permea en la sociedad, este sentimiento de aversión hacia las deudas y la inflación permea en su política económica, fiscal y antaño monetaria. De hecho, incluso ha calado también en Bruselas, pues las normas fiscales y la política monetaria comunitaria son muy paralelas a las de Berlín.

El presidente del Instituto Alemán de Investigaciones Económicas y profesor de Macroeconomía de la Universidad Humboldt declaró en su momento a la cadena pública británica BBC lo siguiente: “La palabra en alemán para ‘deuda’ -‘schuld’- es la misma que para ‘culpa’. Si uno se endeuda, ha hecho algo malo, y eso describe muy bien la actitud de los alemanes”.

Por su parte, la escritora estadounidense Rita Mae Brown dijo esta frase que ilustra realmente lo que sucede: “El lenguaje es el mapa de una cultura. Te dice de dónde viene su gente y a dónde se dirigen”.

Por tanto, atendiendo a los teóricos, el hecho de que en alemán la palabra “shuld” signifique “culpa” y “deuda” tiene mucho que ver la historia económica que ha vivido el país desde la Gran Depresión de los años 30 hasta la gran crisis financiera que azotó al mundo en 2008. Una serie de acontecimientos económicos muy duros ha hecho que el miedo al endeudamiento y la inflación sea algo culutral que permea a todos los estratos de la sociedad.

Es cierto que ahora hay algo que ha cambiado, pero no mucho. El miedo a los números rojos sigue presente.

Las cifras hablan por sí mismas, Alemania gestiona su economía de manera muy distinta al resto de grandes economías globales como pueden ser Estados Unidos o China. Según el monitor fiscal del FMI, publicado en octubre, la deuda de Estados Unidos cerrará este año en el 121% del PIB y seguirá expandiéndose hasta acabar 2029 en el 131,7%. En cuanto al déficit, cerró 2023 en el 7,1% del PIB y las previsiones de la institución multilateral apuntan a que en este ejercicio crecerá hasta el 7,6%, para corregirse levemente hasta el 6% en el año 2029.

En cambio, la institución multilateral prevé que la deuda germana cierre este año al 62,1% del PIB y seirá corrigiendo hasta quedarse en el 57,8% en 2029. En cuanto al déficit, está previsto que este año las cuentas públicas cierren en el 1,5% del PIB para corregirse hasta el 0,5% en 2029.

Estos datos reflejan claramente la aversión alemana a tener un endeudamiento descontrolado y mantener cierto control sobre sus cuentas públicas. ¿A qué se debe esto y por qué es cultural?

Hiperinflación en los años 20

El miedo arranca en la década de los años 20. Mientras en el mundo estaban “felices”, en Alemania esos años fueron muy duros. Tras la firma del Tratado de Versalles (1919) que ponía fin a la Primera Guerra Mundial, se produjo la abdicación del Kaiser y se instauró la República de Weimar.

El documento impuso a Alemania enormes pagos de compensación por la contienda global, lo que debilitó profundamente su economía. Para poder costear la factura, el gobierno alemán empezó a emitir grandes cantidades de billetes sin un respaldo económico de oro, elemento que determinaba, por aquel entonces la riqueza de un país.

Esta impresión descontrolada de billetes hizo que el valor del marco alemán -la moneda en circulación por aquel entonces- se desplomase. En noviembre de 1923, un dólar costaba 4,2 billones de marcos, una barbaridad.

Un hombre empapelando la pared con marcos alemanes. Alamy.

De la noche a la mañana, los ahorros de la gente se volvieron completamente inútiles. El dinero alemán tenía tan poco valor que la gente lo usaba como combustible para calentar las estufas, empapelar las paredes o se lo daba a los niños para hacer cometas. Usar billetes era más barato que comprar papel para paredes, leña o carbón para las estufas. La hiperinflación había incurrido en la vida de los alemanes.

Una mujer alemana vestida con un traje hecho con billetes celebrando Nochevieja. Alamy

La economía alemana estaba en su peor momento, pero el Reichsbank (Banco Central Alemán) introdujo en 1923 una nueva moneda, el Rentenmark. Esta divisa estaba respaldada por bienes raíces y activos industriales, en vez de oro, lo que generó más confianza. Además, el nuevo Banco Central, conocido como Rentenbank, tenía prohibido otorgar préstamos al Gobierno.

Al mismo tiempo, la Comisión de Reparaciones, bajo la dirección del secretario del Tesoro de EEUU, Charles Dawes, facilitó que Alemania emitiera un bono en los mercados internacionales para hacer frente a sus deudas acumuladas. Tanto las potencias aliadas como Estados Unidos entendían el riesgo que representaba la creciente inestabilidad política, con grupos extremistas ganando influencia en las calles y en el Parlamento.

El Rentenbank contó la emisión de dinero, lo que detuvo la espiral inflacionaria y se restauró la disciplina fiscal para reducir el déficit del Gobierno. Asimismo, en 1924, el Plan Dawes ofreció una reorganización de los pagos por las reparaciones de la Primera Guerra Mundial, facilitando también el acceso a créditos internacionales.

Otra guerra y otra crisis: nace el Ordoliberalismo

La teoría económica apunta a una ideología que es muy poco conocida allende las fronteras germanas: el ordoliberalismo. Y volvemos a la lengua y la cultura. Ordnung en alemán significa “orden”, y es lo que va a marcar el devenir económico del país y sus gentes hasta el día de hoy.

Para comprender los preceptos de esta corriente económica que colea hasta nuestros días, hay que retroceder en el tiempo. Estamos en la década de 1930 en el estado de Baden-Wurtemberg, concretamente la ciudad de Friburgo de Brisgovia.

En esta urbe, que por aquel entonces tenía aproximadamente 86.000 habitantes, se reunió un grupo de economistas encabezados por Walter Eucken (1891-1950) que buscaban una solución para el enorme golpe a la economía que produjo la Gran Depresión de 1929.

Mientras Adolf Hitler y el movimiento nazi llegaban al poder y lanzaban a Alemania al precipicio de la Segunda Guerra Mundial, los economistas de la escuela de Friburgo estaban diseñando un modelo económico para el país, que fue el que adoptaría posteriormente la Alemania Federal.

La propuesta del Dritte Weg o “tercera vía” abogaba por un modelo de capitalismo que estuviese regulado y bajo la supervisión del Estado. Esta idea fue acogida con mucho entusiasmo entre los intelectuales de la época.

Para la corriente ordoliberal, el desafío no estaba tanto en la naturaleza del capital, sino en la capacidad que tenía el Estado de intervenir de manera efectiva como regulador de tensiones sociales. En este sentido, aportaban una visión del Estado como el creador de un marco normativo en institucional sólido que permitiese garantizar el funcionamiento de un mercado competitivo, Wettbewerbsordnunh, y promover el bienestar social, pero, como dijo Eucken: “sin dirigir el proceso económico en sí mismo”.

La clave estaba en que el Estado solo debía fijar el tablero y las reglas del juego y el resto, se lo dejaban a la economía. Asimismo, y aquí es donde entra el quid de la cuestión, la idea de estos intelectuales con las cuentas públicas es clara: evitar la inflación y el endeudamiento excesivo, así como mantener equilibrado el presupuesto para garantizar una estabilidad macroeconómica.

Trasladado a los hogares: “guardar por lo que pueda pasar y nunca gastar más de la cuenta”.

Esta filosofía impulsó un profundo proceso de reconstrucción en Alemania Occidental a partir de 1948. Pero el impacto de esta corriente ideológica trascendió las fronteras teutonas, influyendo en países como Reino Unido, Estados Unidos y España, donde dejó su huella en el Plan de Estabilización de 1959.

Pero fue en 1963 cuando Ludwig Erhad, que en aquel momento era ministro de Economía en el gobierno de Konrad Adenauer, quien puso en práctica las ideas de Eucken y lo acuñó como“Economía Social de Mercado”. A este ministro se le conoce desde entonces como “el padre del milagro económico alemán”. Una época casi divina que hoy en día está en sus horas más bajas.

Desde entonces y sin prácticamente ninguna excepción, el ordoliberalismo fue un consenso dentro de las políticas económicas de los distintos cancilleres germanos y también en los hogares del país.

La “austeridad” de Merkel que permeó a Bruselas

En el año 2008, el euro cayó en una profunda crisis y varios países de la eurozona fueron rescatados: Grecia, Irlanda, Portugal, Chipre y la banca española. Por aquel entonces, la democristiana conservadora Angela Merkel era canciller de Alemania y se convirtió en la persona más famosa del Viejo Continente por la constante negativa de Alemania a incrementar el gasto para estimular la economía.

En 2009, seguramente para predicar con el ejemplo, los alemanes reformaron su Constitución para establecer el Schuldenbremse, o freno a la deuda. Este mecanismo constitucional no permite al país endeudarse más allá del 60% del PIB y reduce el déficit al 0,35% del total de su economía. Es por eso que el bono alemán se toma como referencia a la hora de calcular el coste de financiación de otros países europeos.

Esto es lo que se conoce como la prima de riesgo y que, desde 2008, estaba presente en todas las tertulias, ya fuesen televisivas o de sobremesa con la familia.

Esta visión austera y ahorradora le funcionaba a Alemania. Por aquel tiempo, incluso permeó en la sociedad germana que los países del sur éramos unos “derrochadores”, porque buscábamos financiación en los mercados para costear nuestros servicios públicos. Es decir, un dinero que no teníamos, y que por eso debíamos hacer recortes de gasto.

La canciller alemana Angela Merkel en el Bundestag (Cámara Baja) en 2008. Reuters.

El ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, nacido precisamente en Fridburgo, era el que en el Eurogrupo se resistía a flexibilizar el rigor presupuestario, pese a que incluso el propio Barack Obama intentase convencerle.

La teoría económica clásica recomienda adoptar medidas de estímulo cuando cae la demanda de bienes y servicios, tal y como sucedía en aquellos años. Pero Alemania seguía enrocada en el ordoliberalismo basado en el ahorro, los recortes y la disciplina financiera, dejando totalmente de lado la idea de devaluar moneda, ni pensarlo.

Después de lo sucedido a lo largo de su historia, el hecho de escuchar la palabra “devaluar” les produce mucho miedo: schuld y ordnung. (miedo y órden).

Un cambio histórico: “El hombre enfermo”

Pero actualmente en Alemaniase está debatiendo reformar el freno a la deuda para financiar la inversión en infraestructuras y el incremento del gasto en Defensa. La locomotora de Europa no levanta cabeza desde el estallido de la guerra de Ucrania y necesita de estímulos para salir del atolladero.

Los datos son tozudos, tanto en el año 2023 como en el 2024, Alemania cerró en recesión, con una caída del PIB del 0,3% y del 0,2% respectivamente. Para este año, tampoco es que se vean muchos signos de recuperación, ya que el Gobierno saliente prevé que la economía se expanda un 0,3%, mientras que los más de 8.000 expertos de todo el mundo consultados por el instituto económico Ifo, con sede en Munich, dan como valor un 0,4%. La Oficina Federal de Estadística, Destatis y el Bundesbank (Banco Central) prevén que sea del 0,2%. Todo esto sin contar con el proteccionismo arancelario del presidente de EEUU, Donald Trump. Hay que recordar que la economía alemana se sostiene gracias a sus exportaciones y un aumento de aranceles no le vendría nada bien.

A esto hay que añadir otros problemas estructurales que señalan desde el sector privado, como el aumento de los costes laborales y la burocracia. La consecuencia de todo esto es que en Alemania, sobre todo debido a la pérdida de ese gas barato, dejó de ser competitiva y su industria está en horas muy bajas. La falta de inversión, en todos los sentidos, y el hecho de querer controlar cada céntimo que se gasta con burocracia durante todo este tiempo “trae como consecuencia esta situación. Es algo estructural”, aseguró a elEconomista.es la investigador principal del Real Instituto Elcano, Judith Arnal, en su momento.

Como escribió en su momento la revista económica británica The Economist: “Alemania es el hombre enfermo de Europa”.

El hecho de que, tanto el candidato a canciller, el conservador de la CDU -mismo partido que Angela Merkel-, Friederich Merz, y el canciller saliente y líder de la SPD (socialdemócratas), Olaf Scholz, hayan abierto del debate de una posible reforma constitucional para abrir el ‘sacrosanto’ freno a la deuda y liberar 500.000 millones de euros para infraestructuras y aumentar el gasto en defensa, marcan un antes y un despúes en la actitud de la política alemana e, incluso, de su población.

El propio presidente del Bundesbank, Joachim Nagel, sugirió a principios de año en el Foro de Davos que había que hacer una reforma del freno de la deuda “orientada a la estabilidad”. Días después la propia entidad emitió su propuesta de reforma.

Eso sí, tampoco hay que pasarse, porque tanto Alemania como Países Bajos rechazaron, de momento, la idea de emitir eurobonos para financiar el gasto en Defensa.

“Tenemos un enfoque escéptico respecto a los eurobonos en sí mismos”, señaló el ministro de Finanzas alemán, Jörg Kukies, a su llegada al Eurogrupo el pasado lunes, 10 de marzo.

El ministro expresó su desacuerdo con aumentar la deuda a nivel comunitario cuando los gastos pueden ser cubiertos por los presupuestos nacionales. “Respaldamos la financiación europea cuando se trata de proyectos conjuntos, pero no consideramos adecuada la idea de incrementar la deuda y repartirla en 27 iniciativas de compra independientes, especialmente en el ámbito de la defensa”, afirmó.

En definitiva, Alemania sigue sintiendo mucha ‘culpa’ cada vez que se endeuda.

Fuente: Revista El Economista

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