Supermercados que solo permiten comprar una docena de huevos por familia. Cadenas de restaurantes que están subiendo los precios de sus platos en 50 centavos por cada huevo que se use como ingrediente. Y unos precios que pueden superar los 9 dólares por docena en algunos supermercados. La gripe aviar está diezmando las granjas de gallinas ponedoras en EEUU, y el resultado es una escasez histórica que ha disparado el precio de uno de los alimentos más consumidos en el mercado, que puede haber contribuido a la derrota del Partido Demócrata en las últimas elecciones, y que se está convirtiendo en un pequeño quebradero de cabeza para Donald Trump, que prometió bajarlo.
La crisis comenzó de lleno el 8 de febrero de 2022, cuando se detectaron los primeros casos en el país. En un principio, el problema parecía poder contenerse. Pero este pasado otoño, la cifra de aves afectadas se ha disparado: de 7 millones de nuevas infecciones en noviembre se pasó a 18 millones de nuevos casos en diciembre y 23 millones en enero. Ayer, sin ir más lejos, se detectaron más de 250.000 nuevos casos en granjas de medio país, en un solo día. El virus parece haber llegado a su punto de crecimiento exponencial, y los efectos se están dejando sentir en una enorme cantidad de gallinas muertas cada semana.
Según el Departamento de Agricultura, EEUU tiene un total de 387 millones de gallinas ponedoras, así que el número de aves afectadas en este último trimestre ronda el 15%. El resultado ha sido un hundimiento de la producción de huevos, que se ha hecho notar en los mercados: en octubre, una docena se pagaba a 2 dólares en el marcado mayorista. A cierre de enero, el precio se había disparado a 7,09 dólares, un alza del 254%. La mayoría de supermercados los venden por debajo de ese precio, aceptando pérdidas, pero aun así ya rondan los 5 dólares por docena, y las expectativas apuntan a un alza del 25% a lo largo de este año.
La solución podría ser importar los huevos que faltan, pero ahí tiene un problema. Las regulaciones alimentarias de EEUU para este producto son muy diferentes a las del resto del mundo: ahí, por ejemplo, lavan las cáscaras con agua a presión, lo que las hace vulnerables a la entrada de bacterias, por lo que deben mantenerse refrigerados permanentemente. Como en Europa la conservación es diferente, EEUU exige que el Departamento de Agricultura certifique todas las plantas extranjeras que quieran vender huevos a Norteamérica, para garantizar que cumplen con las regulaciones estadounidenses. Las plantas que lo hagan, por contra, pierden la licencia para vender huevos en la UE y otros países. El resultado es que muy pocas plantas fuera de Canadá y México se han molestado en cumplir con esas condiciones, dejando a EEUU prácticamente sin países de donde importar este alimento.
¿Y por qué no comprar de México y Canadá? El problema, en este caso, es que ambos países están en la misma barca de regulaciones estadounidenses, y comparten una ‘cesta’ común de huevos. Y como Canadá y México tienen menos producción de este alimento, el resultado es aún peor: los proveedores de EEUU acaban teniendo que suministrar a sus dos países vecinos, reduciendo aún más la cantidad a repartir entre los tres. En este caso, una guerra arancelaria incluso podría favorecer a EEUU: cuanto menos vendan a sus dos socios, más tocarán para comerse en ‘casa’, a costa de empeorar el problema de México y Canadá. Pero no parece que esos aranceles vayan a materializarse.
Escasez en el supermercado
El hecho de que la mayoría de tiendas pierdan dinero vendiendo huevos ha llevado a que algunos supermercados pongan limitaciones en la cantidad de cartones que se venden a los consumidores: cada día salen a la venta un número limitado, y si se acaban, se acaban. Y los restaurantes tienen que pagarlos a precios mayoristas, sin ese descuento, por lo que la famosa cadena de restaurantes de desayuno The Waffle House haya subido los precios de todos sus platos con este ingrediente a razón de 50 centavos por unidad, una decisión que ha sacudido a un país que lleva años sufriendo una alta inflación. Y el problema es que los huevos son un producto que casi todo el mundo consume de forma habitual, y que este tipo de acciones se quedan grabadas en el cerebro de todas las personas. Quizá nadie se acuerde de cuánto ha subido exactamente el precio del jabón de la ropa, pero sí de que el supermercado ha puesto carteles prohibiendo comprar dos docenas de huevos.
Esta crisis, de hecho, se convirtió en un tema de campaña durante las últimas elecciones. Trump apuntó precisamente al precio de los huevos como un ejemplo de la inflación acumulada durante los últimos años, y se comprometió a reducirlo si volvía a la Casa Blanca. “Los votantes preocupados por los huevos” se convirtieron en una especie de ‘meme’ con el que medios y redes se referían a las personas que afirmaban que votarían a Trump por su preocupación con el coste de la vida.
Desde la victoria del republicano, sin embargo, la oposición ha abrazado al ‘precio de los huevos’ como arma para desmentir su promesa de que bajaría los precios de los alimentos. Trump ha insistido en que la solución para bajar el coste de la vida es bajar el precio del petróleo presionando a la OPEP, pero si el problema es un virus, la gasolina tiene poco o nada que decir en el tema.
¿Y en España?
La crisis del precio de los huevos también se nota en Europa, y lleva años fraguándose. Según los datos del Ministerio de Agricultura, el precio mayorista de este alimento se disparó de 0,67 euros en 2021 a 1,12 en 2022 y 1,52 en 2023. Los últimos datos para este año rondan los 1,65 euros por docena de huevos de gallinas en jaula. Y la mayoría de supermercados no quiere perder dinero con ellos, por lo que el precio minorista supera los 2 euros. Caros, pero al menos no al nivel de crisis al que han llegado en EEUU.
Fuente: Revista El Economista