José Gallardo: Las Fuerzas Armadas tienen que auxiliar en la defensa interna, pero sin dejar de lado la misión que les corresponde en las fronteras

Para las Fuerzas Armadas se inicia una etapa de conmemoración de los 28 años de la guerra del Cenepa que se produjo entre el 26 de enero de 1995 hasta finales de febrero de ese mismo año cuando cesó oficialmente el fuego entre Ecuador y Perú. En ese entonces, quien fue ministro de Defensa en la presidencia de Sixto Durán-Ballén, el general del Ejército en servicio pasivo José Gallardo Román recuerda la historia y su importancia para los ecuatorianos, porque se dieron “cuenta de que son capaces de defender su dignidad y sus derechos”. A sus 87 años, Gallardo está al tanto del trajinar de la política ecuatoriana y cree que la propuesta de reforma constitucional para que las Fuerzas Armadas participen en la seguridad interna es una alternativa para respaldar a la Policía Nacional, aunque no se debe descuidar el cuidado de las fronteras que es su principal tarea.

Se conmemoran 28 años de la gesta del Cenepa, ¿por qué es importante mantener viva esta memoria?

Esa victoria llevó al Perú, que desde 1950, que lo invitó el gobierno de Galo Plaza a conversar sobre asuntos que habían quedado sin solución después de la firma del Protocolo de Río de Janeiro, la victoria del Cenepa y la Declaración de Paz de Itamaraty del 17 de febrero de 1995 lo obligó a sentarse en la mesa de negociaciones para conversar sobre esas diferencias que habían y que se denominaban ‘Impasses subsistentes’. Eso fue lo que abrió la posibilidad de las negociaciones que, finalmente concluyeron con el Acta de Paz de Brasilia en 1998. Pero la guerra del Cenepa producida en los primeros meses de 1995 fue lo que abrió las conversaciones de paz. Su importancia es porque el pueblo ecuatoriano se dio cuenta de que es capaz de defender su dignidad y sus derechos y lograr una victoria militar. Eso elevó la autoestima de los ecuatorianos, que creo se ha reflejado en diferentes formas, especialmente en los eventos deportivos, incluso las concurrencias al campeonato mundial de fútbol. Creo que a eso contribuyó ese levantamiento de la moral de los ecuatorianos. El ‘Ni un paso atrás’.

¿Qué pasó ese día cuando el presidente Sixto Durán-Ballén dejó su huella en la historia con esa frase?

El 26 de enero al anochecer nuestras tropas comenzaron a desalojar a los peruanos que se habían infiltrado, no sabemos si por helicóptero o por tierra, a nuestra retaguardia y estaban construyendo un helipuerto. Es decir, nos habían invadido como siempre lo hacían. Entonces, se los comenzó a desalojar y al siguiente día los peruanos invadieron el Alto Cenepa y con todas las fuerzas que tenían. Esa noche del 26 de enero, el presidente Sixto Durán-Ballén llamó a los embajadores para pedirles que intervengan y evitar la guerra. Dos días después hicieron la propuesta de que los ecuatorianos y peruanos que estaban en contacto, peleando, se retiren 8 kilómetros atrás. Para los peruanos no había problema porque estaban invadiendo. Entonces, con la población que estaba reunida, protestando para respaldar al país frente al Palacio de Gobierno, el presidente les contó esto y les dijo, ‘pero en esta ocasión no vamos a dar ni un paso atrás’. Y la gente empezó a gritar como respuesta: ‘Ni un paso atrás’ y ahí quedó el lema.

¿Cómo se tomó la decisión de enfrentar al Perú?

Yo estaba en el Ministerio de Defensa el 14 de diciembre de 1994 y el jefe del Comando Conjunto, que era el general Manuel Bayas, me dijo que quería hablar conmigo. Me dijo que el 12 de diciembre, el comandante de las fuerzas peruanas del valle del Cenepa había hablado con el comandante del batallón Gualaquiza para decirle que tenía la orden de ocupar el Alto Cenepa y le pedía que nuestras tropas se retiren. El comandante del batallón le había dicho ‘aquí estamos desde hace años y no nos vamos a retirar’. Esa noticia me llegó. Como antecedente, las relaciones con los peruanos eran cordiales. El batallón Macará había ayudado a la fuerza peruana del otro lado con medicinas para impedir una epidemia del cólera, un helicóptero del Ejército sacó a un peruano herido por los guerrilleros colombianos y lo trajo a Quito y lo salvaron en el hospital militar y por eso se hicieron diferentes expresiones de agradecimiento. De manera que esa conducta, de decir ‘retírense del Alto Cenepa’, fue algo extraño y sorpresivo. Después conocimos que Alberto Fujimori (expresidente del Perú) había ordenado a las Fuerzas Armadas peruanas, ‘tienen tres días para sacar a los ecuatorianos del Alto Cenepa’. ¿Por qué hacía eso Fujimori? Porque estaba de candidato a la reelección presidencial que se iba a producir en abril del 95 y quería una victoria y se imaginaba que era lo más fácil que le ayude en la campaña de reelección. Ese fue el motivo de esa guerra totalmente miserable. Llevar a dos pueblos a la guerra por esa ambición política, pero se equivocó, porque al recibir esa información pedí que llamen al Comando Conjunto y cuando estuvieron reunidos les dije que si los peruanos intentan tomarse el Alto Cenepa lo rechacemos con las armas. Ya no podemos tolerar más injurias y abusos. Pero como era una recomendación muy grave, quiero saber la opinión del Comando Conjunto y todos me dijeron ‘estamos de acuerdo con usted’. El presidente estaba enfermo en los Estados Unidos y le transmitimos al vicepresidente Alberto Dahik, quien me dijo que vaya a primera hora a conocer la decisión del presidente y me dijo ‘el presidente aprueba la recomendación’. E iniciamos los preparativos.

Después de una guerra quedan los muertos y heridos y, el Estado para compensarlos ha promovido leyes, como la Ley de Héroes y Heroínas que reconoce beneficios para esos ciudadanos, pero la queja es que estos no llegan…

Para las Fuerzas Armadas se inicia una etapa de conmemoración de los 28 años de la guerra del Cenepa que se produjo entre el 26 de enero de 1995 hasta finales de febrero de ese mismo año cuando cesó oficialmente el fuego entre Ecuador y Perú. En ese entonces, quien fue ministro de Defensa en la presidencia de Sixto Durán-Ballén, el general del Ejército en servicio pasivo José Gallardo Román recuerda la historia y su importancia para los ecuatorianos, porque se dieron “cuenta de que son capaces de defender su dignidad y sus derechos”. A sus 87 años, Gallardo está al tanto del trajinar de la política ecuatoriana y cree que la propuesta de reforma constitucional para que las Fuerzas Armadas participen en la seguridad interna es una alternativa para respaldar a la Policía Nacional, aunque no se debe descuidar el cuidado de las fronteras que es su principal tarea.

Esa victoria llevó al Perú, que desde 1950, que lo invitó el gobierno de Galo Plaza a conversar sobre asuntos que habían quedado sin solución después de la firma del Protocolo de Río de Janeiro, la victoria del Cenepa y la Declaración de Paz de Itamaraty del 17 de febrero de 1995 lo obligó a sentarse en la mesa de negociaciones para conversar sobre esas diferencias que habían y que se denominaban ‘Impasses subsistentes’. Eso fue lo que abrió la posibilidad de las negociaciones que, finalmente concluyeron con el Acta de Paz de Brasilia en 1998. Pero la guerra del Cenepa producida en los primeros meses de 1995 fue lo que abrió las conversaciones de paz. Su importancia es porque el pueblo ecuatoriano se dio cuenta de que es capaz de defender su dignidad y sus derechos y lograr una victoria militar. Eso elevó la autoestima de los ecuatorianos, que creo se ha reflejado en diferentes formas, especialmente en los eventos deportivos, incluso las concurrencias al campeonato mundial de fútbol. Creo que a eso contribuyó ese levantamiento de la moral de los ecuatorianos. El ‘Ni un paso atrás’.

El 26 de enero al anochecer nuestras tropas comenzaron a desalojar a los peruanos que se habían infiltrado, no sabemos si por helicóptero o por tierra, a nuestra retaguardia y estaban construyendo un helipuerto. Es decir, nos habían invadido como siempre lo hacían. Entonces, se los comenzó a desalojar y al siguiente día los peruanos invadieron el Alto Cenepa y con todas las fuerzas que tenían. Esa noche del 26 de enero, el presidente Sixto Durán-Ballén llamó a los embajadores para pedirles que intervengan y evitar la guerra. Dos días después hicieron la propuesta de que los ecuatorianos y peruanos que estaban en contacto, peleando, se retiren 8 kilómetros atrás. Para los peruanos no había problema porque estaban invadiendo. Entonces, con la población que estaba reunida, protestando para respaldar al país frente al Palacio de Gobierno, el presidente les contó esto y les dijo, ‘pero en esta ocasión no vamos a dar ni un paso atrás’. Y la gente empezó a gritar como respuesta: ‘Ni un paso atrás’ y ahí quedó el lema.

¿Cómo se tomó la decisión de enfrentar al Perú?

José Gallardo de 87 años fue ministro de Defensa en el gobierno de Sixto Durán-Ballén. Alfredo Cárdenas/ EL UNIVERSO. Foto: Alfredo Cárdenas.

Después de una guerra quedan los muertos y heridos y, el Estado para compensarlos ha promovido leyes, como la Ley de Héroes y Heroínas que reconoce beneficios para esos ciudadanos, pero la queja es que estos no llegan…

Han pasado los años y las Fuerzas Armadas ya no se preparan para una guerra, sino para nuevas amenazas como el crimen organizado, el narcotráfico. ¿Cómo ve usted esta propuesta de reforma a la Constitución para que participen en la seguridad interna del país?

Las Fuerzas Armadas bajo una situación de emergencia, de grave conmoción interna, pueden participar en la defensa interna. Además, tienen el deber del control de armas, pero lamentablemente de lo que veo en las noticias y escucho no se pone el énfasis en lo que hacen las Fuerzas Armadas y es que deben controlar una frontera de más de 2.000 kilómetros. La frontera norte tiene 600 kilómetros, que es montañosa y selvática. Todo el oriente selvático es parte del sur, por donde el Ecuador puede ser penetrado fácilmente por grupos de narcotraficantes y guerrilleros y esa es la gran obligación. Que la ha cumplido bien, porque en 1988 yo era jefe de Operaciones del Ejército y se hizo una directiva que comience a patrullar en el norte para evitar la siembre de coca y se ha evitado a pesar de la gran cantidad de sembríos que hay en la frontera de Colombia, no hay aquí en el Ecuador. El Ejército y las Fuerzas Armadas han cumplido esa misión extraordinariamente o si no estuviéramos inundados por sembríos de coca. La coca entra por las carreteras y la Policía Nacional debería controlarlas desde los pasos fronterizos, porque ellos tienen la información. Está bien que incremente la Policía para que haga esa actividad. Pero las Fuerzas Armadas deben controlar esa inmensa frontera selvática en donde pueden instalarse sembríos y narcotraficantes.

¿Ese decir, el trabajo debe concentrarse en el control fronterizo más que en la seguridad interna?

O sea, las Fuerzas Armadas tienen que auxiliar a la Policía en la defensa interna y está bien. Pero sin dejar de lado la misión que les corresponde. Cómo van a dejar sus aviones, sus buques, sus camiones, sus tanques…

¿Cómo evitar que los miembros de esta institución sean cooptados por estos grupos criminales?

Este es un problema sumamente grave, porque los narcos tienen tanto dinero para corromper a la gente, que una persona que gane $ 1.500 o $ 2.000 le pongan ahí $ 200.000, los vuelven vulnerables. La única forma de evitarlo es dándoles una buena formación en las escuelas de oficiales y de tropa, ahí es en donde deben imbuirlos de sus deberes cívicos y en la idea de no caer en las redes de estos narcotraficantes. Después, está el control de los mandos, desde los más pequeños hasta los más altos, para que no cometan esos errores. (I)

Fuente El Universo

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