Francia puede convertirse en el bastión europeo de la inflación: por qué tardará más en doblegarla que el resto

Ser el último algunas veces tiene sus ventajas. No en el caso de la inflación. Dentro de la oleada de subidas de precios experimentada en la eurozona en los últimos meses, Francia registró durante una parte importante de 2022 las tasas más comedidas. El precio a partir de ahora se traduce en un pico de inflación por venir -sus otros socios europeos ya lo habrían dejado atrás- y unos porcentajes más elevados que sus vecinos de cara al cierre de 2023.

Este martes, Instituto Nacional de Estadística y de Estudios Económicos francés (INSEE), publicó el preliminar de IPC relativo a enero, que escaló al 6% respecto al 5,9% de diciembre. Pese al repunte, los analistas coincidieron en que había un notorio riesgo de un dato más alto debido a la energía, que subió un 16,3% interanual frente al 15,1% de diciembre. Los alimentos también registraron un sonoro alza del 13,2% interanual tras el 12,1% del mes anterior. Sin embargo, la lectura general de los analistas incidió en lo que viene por delante.

“El fin de la rebaja de los carburantes en el surtidor y la revisión del blindaje tarifario, que ha provocado un aumento del 15% en las facturas de gas de los hogares (frente a un aumento del 4% en 2022), están empujando al alza la inflación energética, en un momento en que está bajando en otros países. Mientras que las medidas gubernamentales sobre los precios de la energía redujeron la inflación en Francia en tres puntos porcentuales en 2022, los hogares y las empresas francesas se enfrentan finalmente a facturas energéticas más altas, mucho después que sus vecinos europeos. La factura de la electricidad también aumentará un 15% en febrero”, explica Charlotte de Montpellier, economista sénior de ING para Francia y Suiza. En consecuencia, la inflación francesa será pronto superior a la de los países vecinos, subraya.

El Gobierno aplicó diversas medidas ya en el cuarto trimestre de 2021 para proteger los ingresos reales de los consumidores del golpe de la inflación. Los precios administrados de la electricidad solo subieron un 4% el pasado mes de febrero, mientras que los precios regulados del gas se congelaron en su nivel de octubre de 2021. Según estimaciones oficiales, sin intervención, los precios administrados del gas serían un 122% más altos. Además, se redujeron los impuestos especiales sobre la gasolina y el gasóleo, de modo que los precios en surtidor fueron 0,18 euros más bajos de abril a agosto, 0,30 euros más bajos a partir de septiembre y 0,10 euros más bajos desde mediados de noviembre hasta finales del año pasado. Aunque en otros países también se introdujeron topes a los precios regulados de la energía, en Francia parecen haber sido más eficaces en este sentido.

“Dado que la contribución de la energía a la inflación general ha sido menor en Francia que en otros países, los subcomponentes básico y alimentario tienen un mayor impacto en la tasa de inflación general. Por consiguiente, es probable que la inflación en Francia siga aumentando en el primer trimestre, sostenida por una demanda que probablemente se muestre más resistente que en el resto de la zona euro, mientras que en otros países parece haber superado su punto máximo. Después del primer trimestre, los menores efectos de base limitarán el efecto desinflacionista de los precios de la energía, que empiezan a bajar”, plantea Riccardo Marcelli, de Oxford.

Varias de las medidas introducidas para capear la crisis energética ya se están reduciendo o eliminando progresivamente. La rebaja del impuesto especial sobre el combustible de 0,10 euros por litro fue sustituida por una transferencia única de efectivo a los hogares necesitados el 16 de enero, los precios regulados del gas subieron un 15% el 1 de enero, y lo mismo ocurrirá con la electricidad el 1 de febrero. Estas medidas están resultando muy costosas para las finanzas públicas. El Banco de Francia y el Tesoro francés estiman que el Estado ha absorbido alrededor de la mitad de las pérdidas de ingresos, y las empresas más del 40%, mientras que los hogares han soportado menos del 10%, detalla Marcelli.

El analista pone el acento en la escasa correlación entre los precios mayoristas y minoristas en Francia y en cómo funciona en ambas direcciones: “Cuando los precios internacionales de la energía suben, el Gobierno dispone de herramientas para limitar el aumento de las facturas de los hogares, protegiendo el poder adquisitivo de los consumidores. A la inversa, si los precios de la energía bajan, es probable que la caída de los precios al por menor sea limitada, ya que el Gobierno retira el apoyo prestado anteriormente”.

Más allá de la evolución de la inflación energética, la inflación subyacente también debería seguir aumentando, incide De Montpellier: “Las encuestas PMI de enero indican que, si bien la inflación de los costes de producción empieza por fin a bajar, las intenciones de las empresas en materia de precios siguen aumentando. Este es el caso, en particular, del sector de los servicios – donde las previsiones de precios, según la encuesta de enero del INSEE, se sitúan en su nivel más alto desde 1988 – y del comercio al por menor. Muchas empresas se enfrentan a la primera revisión al alza de sus facturas energéticas, lo que seguirá presionando los costes al alza”.

La experta de ING también menciona las cuatro indexaciones del salario mínimo a la inflación en 2022, que seguirán provocando subidas en todos los salarios. “Como la economía francesa va mejor de lo previsto y escapa por el momento de la recesión, a las empresas les resulta más fácil repercutir en los clientes los anteriores aumentos de costes. Si a esto añadimos que en febrero se llevarán a cabo una serie de revisiones anuales de precios (sobre todo en el transporte), podemos esperar que la inflación subyacente siga aumentando en los próximos meses”, prosigue.

Los cálculos de ING apuntan a que la inflación media de Francia en 2023 será probablemente superior a la de 2022 (esperan un 5,5% para el año, y un 6,3% para el índice armonizado -IPCA-), pero el perfil anual será fundamentalmente diferente, enfatizan, con un pico que podría alcanzar el 6,5% en el primer trimestre y luego un descenso gradual a partir del verano. Según estas previsiones, a finales de 2023, la inflación seguirá probablemente por encima del 4%, un nivel superior a la media europea. La desaceleración de la evolución de los precios debería continuar en 2024, pero seguirá siendo lenta, con una media del 2,6% a lo largo del año (3,5% para el índice armonizado), concluyen.

Desde Oxford admiten que una inflación más persistente y elevada es un riesgo en medio de unos mercados laborales resistentes y unas tasa de IPC todavía elevadas. En la casa de análisis recurren a su modelo de cálculo introduciendo variables como que el mercado laboral se mantiene con la fortaleza de 2022 (solo aumentaría de forma limitada el desempleo a finales de 2023) y como el fin repentino de la intervención pública en el mercado de la energía. La simulación muestra que la resistencia del mercado laboral apoya los ingresos reales de los hogares y su capacidad de gasto.

Sin embargo, agregan desde Oxford, la mella de unos precios elevados -con una inflación en 2023 de 1,4 puntos porcentuales más alta- compensa con creces este impacto positivo. En consecuencia, el crecimiento de la producción en 2023 sería inferior en 0,3 puntos porcentuales, debido principalmente a un menor consumo. En 2024, la inflación sería 1,8 puntos porcentuales superior a la de su escenario de referencia, lo que reduciría el crecimiento en 0,3 puntos porcentuales.

Este marco debería animar al BCE a proseguir su ciclo de endurecimiento, según De Montpellier: “El BCE probablemente querrá ver signos claros de un descenso permanente de la inflación subyacente antes de suavizar su tono y dejar de subir los tipos”.

Fuente: Revista El Economista

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