Erdogan se rinde a la ortodoxia económica: la lira colapsará pese a haberse quemado millones en oro y dólares para sujetarla

La reciente victoria electoral del Recep Tayyip Erdogan en la segunda vuelta de las presidenciales turcas se ha traducido en un rápido giro económico del mandatario, al menos en las intenciones. Con una Turquía asfixiada por la inflación, Erdogan impuso su propia política monetaria ordenando bajar los tipos de interés cuando prácticamente todo el planeta los subía. Intentaba sujetar así antes de las elecciones un crecimiento sólido en los últimos años. Pero, al mismo tiempo, la moneda del país se desangraba sin parangón. La debacle de la lira turca obligó a su administración a ingentes medidas como masivas ventas de oro y de divisas extranjeras para sujetar el desplome. Ahora todo ese esfuerzo se puede ir al traste con el regreso a la ortodoxia económica.

 

Las señales que ha enviado Erdogan de enmendar su hoja de ruta económica han venido sobre todo con dos nombramientos. En primer lugar, ha rescatado al veterano Mehmet Simsek como ministro de Finanzas. El antiguo estratega de Merrill Lynch ya fue ministro de Economía con Erdogan entre 2007 y 2009 y viceprimer ministro entre 2015 y 2018. Con reputación y credibilidad entre los inversores, su regreso ha intensificado las expectativas de que Turquía se prepara para cambiar su enfoque económico y financiero. Lo mismo sucede con el otro nombramiento, en este caso el de la banquera Hafize Gaye Erkan, veterana de Goldman Sachs y First Republic, como gobernadora del Banco Central de Turquía (CBRT por sus siglas en inglés). Primera mujer que ocupará este cargo, Erkan sustituye en el cargo a Sahap Kavcioglu en lo que se interpreta como un regreso de una política monetaria más convencional con una mayor independencia del banco central.

El “programa creíble” que ha adelantado Simsek para gestionar una economía de 900.000 millones de euros y el perfil de renovación que ofrece Erkan aquilatan esta intención de dar un giro económico. En su último mandato, Erdogan impuso su determinación llegando a destituir a banqueros centrales o responsables de estadísticas nacionales para imponer su credo de tipos bajos que espoleasen el crecimiento (no ‘paró’ hasta verlos bajar a un solo dígito, el 8,5% actual). Esta voluntad ha ahuyentado a los inversores extranjeros, ha hundido a la lira y ha alimentado una crisis del coste de la vida sin parangón, con la inflación llegando a escalar por encima del 85%.

El mejor espejo de lo ocurrido está precisamente en la lira. Si en enero de 2020 se situaba por debajo de las seis unidades por dólar, ahora mismo oscila en las 23, batiendo mínimos históricos cada poco. Si en lo que va de 2023 pierde más de un 25%, en los últimos 12 meses borra más de un 37%. Esta hemorragia multiplicó los esfuerzos de Erdogan y sus autoridades por contener la moneda: desde medidas arriesgadas como garantizar los depósitos en liras como la fórmula más convencional de intervenir en el mercado de divisas.

El giro de 180º grados que se prevé ahora amenaza con echar por tierra esos esfuerzos, ya que su primera traducción está siendo un acentuado desplome de la moneda en los últimos días. Una de las primeras iniciativas de Simsek para regresar a la ortodoxia económica ha sido pedir al banco central que reduzca las intervenciones en el mercado de divisas a través de los bancos estatales, lo que ha propiciado el reciente desplome. Hasta que las posibles futuras subidas de tipos encuentren tracción, el ajuste de la lira irá a más.

“En los últimos meses, se ha recurrido a diversas restricciones de divisas y a intervenciones del banco central para mantener la lira en un nivel artificialmente alto. Estas medidas tuvieron éxito antes de las elecciones, pero han tenido un coste: las reservas de divisas del banco central han caído a niveles peligrosamente bajos y Turquía ha perdido mucha competitividad en sus exportaciones. Los responsables políticos que desean un cambio sostenible en la balanza por cuenta corriente y atraer capital extranjero no pueden esperar conseguirlo sin un tipo de cambio competitivo. Turquía necesita un ajuste significativo de la lira, tanto en términos nominales como reales. Un ritmo de depreciación más rápido sería una buena señal de que los responsables políticos están relajando sus intervenciones y dejando que la moneda vuelva a su valor justo”, explica Liam Peach, estratega de Capital Economics.

El desafío de Erdogan y sus asesores a la política económica más racional ha forzado al banco central ha quemar miles de millones en reservas de divisas e incluso oro, lo que ha dejado el ‘granero’ del banco central medio vacío. Desde el 1 de mayo a esta parte, en un intento por defender el tipo de cambio de la lira, el CBRT ha gastado 10.000 millones de dólares en reservas de divisas y 4.000 millones de dólares en oro.

El Consejo del Oro publicaba esta semana un informe en el que revelaba las fuertes ventas de oro de Turquía, un movimiento opuesto respecto a lo que venía haciendo en los últimos meses. Sin embargo, la explicación era fácil, el CBRT ha estado vendiendo oro para conseguir dólares e intervenir en el mercado de divisas para evitar una ‘sangría’ mayor de la divisa turca. Lo de la lira está siendo como intentar controlar un agujero en una artería clave del cuerpo. Cada vez que el CBRT retira la presión sobre la lira, la ‘sangre’ sale a borbotones y el paciente (la economía turca y la inflación) sufren las consecuencias.

Mientras que la lira se desangra, el botiquín de auxilio del CBRT se agota. La escala de las ventas de reservas de divisas es en realidad mayor de lo que parece, ya que los saudíes (a través del Fondo Saudita para el Desarrollo) depositaron 5.000 millones de dólares en el banco central de Turquía en marzo. Las reservas que publica el CBRT sugieren una caída neta de 20.000 millones entre abril y mayo, aunque los datos oficiales revelen una caída algo menor, puesto que no aparece el depósito que realizó Arabia Saudí para ayudar a Turquía.

Turquía tiene ahora unas reservas de divisas que apenas llegan a los 50.000 millones de dólares. Sin embargo, como revela Brad W. Setser, miembro del Council on Foreign Relations, parte de esas reservas son como un cascarón que está vacío por dentro. Buena parte de las reservas que aparecen el balance del banco central están de forma indirecta bajo el poder de otros bancos centrales como producto de varios acuerdos financieros que ha realizado Turquía en los últimos tiempos.

“De los 50.000 millones de reservas divisas de Turquía, solo una parte son realmente propias y se pueden usar. Por ejemplo, alrededor de 19.000 millones provienen de acuerdos firmados con swaps de divisas con Qatar y los Emiratos Árabes Unidos. Por lo tanto, Turquía tiene muchas de sus reservas en el riyal qatarí y dirham emiratí. Ambos están vinculados al dólar, y Turquía podría pedir dólares contra sus reservas de divisas ‘blandas’, pero en realidad solo podría obtener dólares con el consentimiento de los bancos centrales de Qatar y los Emiratos. Por lo tanto, las reservas reales de divisas de Turquía se acercan actualmente a los 30.000 millones de dólares”, explica Setser. “Esas no son muchas reservas para una economía con un déficit de cuenta corriente de 60.000 millones y que está quemando reservas a paso acelerado para mantener la lira”, advierte este experto.

“No está claro por qué Erdogan ha cambiado repentinamente de opinión. Tal vez se haya dado cuenta de que la política actual es insostenible y que ya no es necesaria una estrategia de crecimiento a toda costa con las elecciones fuera del camino. Sea cual sea la razón, los funcionarios se esfuerzan ahora por recuperar la credibilidad”, valora Peach.

Con la duda de si este giro se trata solo de una estrategia temporal de Erdogan para capear las tensiones de financiación exterior y con el recuerdo de decisiones como la abrupta destitución por Erdogan del gobernador del banco central Naci Agbal en 2021,el economista cree que si Ankara emprende un camino hacia la ortodoxia, las perspectivas de la economía a medio plazo podrían transformarse. “La depreciación de la lira durante una década refleja en gran medida la gran diferencia entre las tasas de inflación turca y mundial y el exceso que han exigido los inversores para compensar la tenencia de la moneda. Las políticas que inviertan estas tendencias tienen el potencial de sacar a Turquía de la trampa de alta inflación y depreciación de la moneda en la que se encuentra desde hace años”, aventura el analista.

“La ortodoxia plena requiere un tipo de interés oficial del 45-50%, pero esperamos que se sitúe en torno al 25-30% con una amplia banda de fluctuación y un coste medio de financiación del 35-40%. Retirar los controles sin un endurecimiento suficiente es arriesgado”, plantea Zumrut Imamoglu, de Bank of America (BofA).

“Los siguientes pasos necesarios hacia la normalización son una subida de los tipos del 8,5% actual a un nivel más parecido al tipo de depósito bancario del 33% de la lira, la eliminación del tope de los tipos de interés de los préstamos y un endurecimiento fiscal importante para contrarrestar el impacto del régimen de depósitos vinculados a divisas en las cuentas públicas. Creemos que sigue justificándose una postura prudente con respecto a la deuda soberana turca hasta que veamos pruebas del compromiso de las autoridades con la ortodoxia política. Las grandes empresas y bancos turcos siguen estando bien posicionados para capear una depreciación importante de la moneda y una desaceleración económica”, cierra Mohammed Elmi, gestor de renta fija emergente de Federated Hermes.

Fuente: Revista El Economista

Compartir esta noticia

Facebook
Twitter
Scroll al inicio