China no se va a detener. Lleva décadas transformando su sistema productivo (usando su elevada tasa de ahorro para invertir en mejorar su tecnología y maquinaria industrial) para escalar en la cadena de valor añadido y es ahora cuando llega el ‘golpe’ final. Mientras la administración que EEUU intensifica su estrategia de “desacoplamiento estratégico” aplicando granes aranceles los productos chinos, Pekín responde con un contraataque silencioso pero ambicioso: un nuevo plan maestro para posicionarse en lo más alto de la cadena de producción tecnológica mundial. Según revela la agencia Bloomberg en exclusiva, el gobierno de Xi Jinping está preparando una reedición del programa “Made in China 2025”, con el objetivo de reforzar su dominio en sectores estratégicos como los semiconductores, la inteligencia artificial o los vehículos eléctricos.
El nuevo programa, que todavía está en fase de deliberación interna, tendría una duración de diez años y evitaría probablemente el nombre “Made in China 2025” para reducir la presión internacional. Sin embargo, sus intenciones no dejan lugar a dudas: Pekín no se conforma con mantener su peso industrial, quiere escalar hacia las tecnologías más avanzadas del planeta, en plena confrontación comercial y geopolítica con Washington. “China no va a renunciar al control sobre su sector manufacturero, pese a las exigencias estadounidenses de reequilibrar su economía hacia el consumo”, señalan fuentes cercanas al plan citadas por Bloomberg.
El nuevo plan coincide con los trabajos de planificación del próximo Plan Quinquenal chino, que entrará en vigor en 2026. En él, los responsables políticos quieren mantener estable la participación de la industria en el PIB, en torno al 25%, mientras las economías occidentales piden a China que consuma más y exporte menos. “Los líderes chinos han considerado fijar una meta numérica para el consumo, pero lo han descartado ante la falta de herramientas eficaces para estimular el gasto de los hogares”, explicó una de las fuentes.
El actual entorno internacional no ha disuadido a Pekín. Por el contrario, ha reforzado su determinación. En mayo, Xi Jinping visitó una fábrica de rodamientos en la provincia de Henan y lanzó un mensaje inequívoco: “Debemos seguir reforzando el sector manufacturero, adherirnos a la autosuficiencia y dominar las tecnologías clave y fundamentales”. El mensaje, lejos de ser retórico, apunta a la consolidación de una estrategia nacional que busca blindar la soberanía tecnológica china frente a las restricciones de exportación impuestas por Estados Unidos, Japón y los Países Bajos.
Desarrollar máquinas de chips
Una de las prioridades será el desarrollo de maquinaria de fabricación de chips, un campo donde China aún depende del extranjero. La imposibilidad de acceder a herramientas de litografía avanzadas, como las que produce la neerlandesa ASML o la estadounidense Applied Materials, ha sido un cuello de botella persistente. Desde Bloomberg señalan que la creación de una industria nacional capaz de producir esta tecnología es vista como “una cuestión de seguridad nacional” por el gobierno de Xi.
Pese a las sanciones, China ha logrado avances notables. Según datos de Bloomberg Economics e Intelligence, el país ya lidera globalmente en cinco de las trece tecnologías clave del plan original de 2025 y se encuentra alcanzando a los líderes mundiales en siete más. El caso de DeepSeek, una empresa china que logró un gran avance en inteligencia artificial este año, ha servido como símbolo del progreso que Pekín quiere consolidar en la próxima década.
Aunque China ha expresado en foros internacionales su disposición a cooperar con EEUU en algunos ámbitos, la competencia estructural parece inevitable. “Necesitamos más industria, ellos necesitan más consumo. Tal vez podamos reequilibrar juntos”, aseguraba el secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent. Sin embargo, mientras Trump presiona para traer fábricas de vuelta a suelo estadounidense, Pekín insiste en que su modelo, basado en la producción y la inversión, seguirá siendo el eje de su desarrollo.
La economía china en datos
Las cifras muestran la profundidad de este modelo. En 2024, el consumo solo representó el 40% del PIB chino, frente al 60% o más en economías desarrolladas como EEUU. En cambio, la inversión (particularmente en industria) alcanza otro 40%, casi el doble que en países occidentales. Este desequilibrio es una de las principales causas del conflicto comercial con Washington, que acusa a Pekín de sostener un modelo económico que distorsiona el comercio global.
Aunque los líderes chinos han declarado públicamente que quieren impulsar el consumo para evitar una espiral deflacionaria, los hechos muestran que el foco sigue estando en la industria. El nuevo plan incluirá el fomento de “fuerzas productivas emergentes” como los coches eléctricos, las baterías y los paneles solares. En la práctica, esto implica doblar la apuesta por la autosuficiencia tecnológica y la producción de bienes de alto valor añadido.
El nuevo impulso industrial chino también tiene una dimensión defensiva. Trump ha intensificado los controles de exportación y ha reforzado los aranceles en sectores clave, como los chips, con el objetivo declarado de frenar el ascenso tecnológico de China. Pero Pekín ha respondido limitando la exportación de tierras raras, esenciales para la producción de dispositivos avanzados, demostrando que está dispuesta a usar sus propias armas estratégicas.
En paralelo, China evita hablar públicamente del plan “Made in China 2025” para no provocar la ira de sus socios comerciales. Aun así, los documentos internos y los discursos de Xi dejan claro que el espíritu del programa sigue más vivo que nunca. El Consejo de Estado sigue manteniendo el objetivo de convertir al país en una potencia manufacturera “de primer nivel mundial” para 2049, coincidiendo con el centenario de la fundación de la República Popular China.
La insistencia en mantener el peso de la industria contrasta con el discurso occidental que insiste en una “rebalancing” o reequilibrio hacia el consumo. Para Pekín, la industria no es solo una fuente de empleo o riqueza, sino el pilar sobre el que se sustenta la autonomía estratégica, el poder militar y la influencia global. El mensaje es claro: si Estados Unidos quiere guerra comercial, China responderá con más industria, más tecnología y más planificación.
Este renovado plan industrial será clave para el próximo ciclo político y económico del país. Las autoridades quieren presentar la nueva estrategia manufacturera antes o después del Congreso Nacional del Pueblo en marzo de 2026, donde se aprobará el próximo Plan Quinquenal. De esta forma, Xi Jinping busca dejar claro que, ante los intentos de Estados Unidos de frenar su avance, China no da un paso atrás. Al contrario, acelera.
Fuente: eleconomista.es