La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca ha hecho saltar las alarmas en todas las empresas exportadoras que tienen a EEUU como cliente. El impacto de un arancel del 60% (el que Trump ha prometido para China) puede ser devastador para estas firmas que venden sus bienes a la mayor economía del mundo. Buena parte de los focos se han puesto en China, cuya economía depende (aunque cada vez menos) sobremanera de las exportaciones a EEUU. Sin embargo, hay una región en la que las empresas pueden sufrir un golpe doble: los aranceles de EEUU y una ‘avalancha’ de bienes a precio de derribo desde China. Esta región no es otra que Europa.

La zona euro podría sufrir de lleno los aranceles de EEUU, lo que provocaría importantes estragos en un continente que es puramente exportador (sobre todo desde que Alemania implantó su modelo de crecimiento tras la crisis de 2008) y que tiene en EEUU a su mejor cliente. Pero además, la zona euro podría tener que lidiar con los efectos indirectos que del gigantesco arancel del 60% que EEUU podría imponer a China. Si este escenario termina cumpliéndose, las empresas chinas buscarán otra región en la que depositar toda su mercancía (al menos hasta que su capacidad productiva se adapte a la nueva normalidad). La única región en el mundo similar a la de EEUU (en términos de tamaño y poder adquisitivo) es la eurozona.

Esto ha llevado a que una serie de expertos haya especulado con la posibilidad de que China esté ya preparando un plan para desviar parte de los bienes que hoy van a EEUU y llevarlos a la zona euro. Para que la estrategia surta efecto, China sabe lo que tiene que hacer: reducir márgenes y vender estos productos a precio de derribo. El impacto sobre la economía de la zona euro es un tanto incierto. Por un lado, permitirá a los europeos acceder a bienes a precios baratos, pero por otro también puede expulsar a los bienes ‘made in Europe’ que se venden dentro del continente. Más poder adquisitivo para el consumidor y problemas para algunas empresas. La historia de la globalización podría repetirse de forma rápida y contundente en un corto periodo de tiempo y concentrada en Europa.

Los analistas de Deutsche Bank explicaban en un informe reciente que esto debe ser la gran fuente de preocupación para la zona euro, al menos en lo que la inflación se refiere: “La verdadera fuente de incertidumbre sobre la inflación son los efectos indirectos de los aranceles del 50-60% sobre China y si esto desencadenará un dumping de las exportaciones a Europa y en qué medida”, señalan desde Deutsche Bank.

“Sin medidas de salvaguardia de la UE, esto podría afectar aún más al crecimiento al desplazar la producción en Europa y restar hasta medio punto al IPC de la zona del euro, según un análisis reciente del BCE. Captamos cierto riesgo de esta desinflación en nuestra previsión de inflación actualizada, con un impacto entre 20 y 25 puntos básicos más bajo en 2026, lo que significa que ahora vemos una inflación promedio del 1,9% tanto en 2025 como en 2026”, aseguran estos expertos.

“El arancel del 10% sobre los productos europeos es probablemente manejable, pero el del 60% sobre los productos chinos puede ser muy perturbador, bien por reducir la demanda china, bien por desencadenar una devaluación masiva del yuan, y/o incentivar a los productores chinos a competir más ferozmente con los proveedores europeos fuera del mercado estadounidense”, apunta Gilles Moëc, economista jefe de AXA IM. “Una respuesta política de China que se traduzca en un impulso de la producción y el suministro de bienes a economías fuera de EEUU podría agravar la presión desinflacionista en Europa”, consideran Dean Turner y Matthew Gilman, analistas de UBS.

Este escenario sería la chispa que avivase un fuego ya recurrente, el de la sobrecapacidad china y los estímulos de Pekín a sus industrias. En los últimos años, China ha alcanzado el 30% de la producción industrial global, lo que ha empezado a preocupar a las economías occidentales. Más recientemente, la combinación de un consumo interno muy débil y unos estímulos de Pekín más centrados en la inversión a gran escala que en la economía de los hogares (ahí juegan su papel los subsidios a industrias ‘verdes’ como el coche eléctrico, las baterías o los paneles solares) ha incrementado el citado problema de la sobrecapacidad. En plata: China produce mucho (sobre todo en las referidas nuevas industrias) y al no vender tanto como se espera de puertas adentro, puede exportar más y a más bajo precio.

Dentro de esta dinámica, Europa está especialmente expuesta. Algún analista ha deslizado que el Viejo Continente es el ‘prisionero verde’ de China en la medida en la que el gigante asiático domina la cadena de suministro de estas nuevas industrias y Europa quiere acelerar el paso a un mundo sin emisiones contaminantes. Aunque desde la Unión Europea se han deslizado planes de de-risking (reducción de riesgos dada la alta dependencia de China y la feroz competencia que supone para sus industrias locales) y medidas como el reciente arancel de hasta el 35% a los vehículos eléctricos chinos, lo cierto es que la situación no es nada fácil. De hecho, cualquier toma de decisiones al respecto provoca división entre los países. El mejor ejemplo se ha visto con una Alemania reacia a romper lazos con Pekín dado lo importante que es China para sus históricas automovilísticas.

“EEUU, Japón y algunas economías emergentes (como India) redujeron su cuota de importaciones procedentes de China desde 2015, mientras que la zona euro ha aumentado la suya, lo que supone un riesgo adicional de que su economía, relativamente abierta al comercio, se vea afectada de forma desproporcionada por las exportaciones subvencionadas de China”, certifican en un paper independiente los economistas del Banco Central Europeo (BCE) Alistair Dieppe, Ivan Frankovic y Mi Liu. Por ejemplo, la UE importa de China alrededor del 29% de sus aerogeneradores y componentes y aproximadamente el 68% de sus bombas de calor.

China está construyendo una capacidad masiva dentro de la tecnología verde y especialmente los mercados europeos se verán inundados con paneles solares chinos subvencionados, vehículos eléctricos y turbinas eólicas hasta 2024/2025, ya que China ha asegurado brillantemente una fuerte cadena de suministro, lo que hace que sea difícil para las empresas europeas competir”, corrobora el estratega Andreas Steno Larsen, ex de Nordea.

En un exhaustivo análisis sobre la estrategia de Europa respecto a China, los expertos del think tank estadounidense Atlantic Council no se muestran muy optimistas: “No hay indicios de que Pekín vaya a abordar seriamente las preocupaciones europeas. Es probable que las subvenciones chinas sigan distorsionando el mercado europeo y que los productos chinos amenacen con inundar Europa ante el exceso de capacidad en China. Pekín redoblará sus insinuaciones diplomáticas y sus mensajes positivos sobre la ‘complementariedad’ de las economías china y europea, al tiempo que aprovechará cualquier oportunidad para abrir brechas entre los Estados miembros. Mientras tanto, Pekín seguirá haciendo de-riksing con su propia economía, invirtiendo en la autosuficiencia en la fabricación y en las cadenas de suministro de tecnología avanzada, de forma que se profundicen los retos existentes para la industria europea”.

Desde Deutsche Bank no descartan que la nueva situación con China derivada de los aranceles de Trump desemboque en algún tipo de medida por parte de Bruselas: “Nuestro escenario base prevé que la UE implementa medidas de salvaguardia (por ejemplo, aranceles compensatorios) para contrarrestar la amenaza del dumping y que los aspectos de respaldo de los recientes anuncios de estímulo por parte de Pekín significan que habrá cierta absorción del shock arancelario”. No obstante, admiten los economistas del banco alemán, “el riesgo está sesgado hacia el lado de que los aranceles estadounidenses sean más desinflacionarios para Europa indirectamente a través de China”.

Además, los economistas de JP Morgan creen que el arancel que EEUU apruebe contra la UE afectará al crecimiento europeo y, al mismo tiempo, tendrá un impacto desinflacionario, lo que se sumaría a la hipótesis planteada por Deutsche Bank. “En 2018-19, el crecimiento del PIB de la zona del euro se desaceleró bruscamente tras los aranceles de Trump, pasando de alrededor del 3% anual en 2017 a solo el 1% anual. Atribuiríamos 0,5 puntos porcentuales de esta desaceleración del crecimiento al conflicto comercial, que acumuló un impacto del 1% en el nivel del PIB durante los dos años”, señalan desde JP Morgan.

“Ahora esperamos un lastre similar para el crecimiento en 2025 debido a la incertidumbre comercial. Las implicaciones para la inflación son menos claras… Pero la trayectoria de desinflación que tenemos en nuestro pronóstico se ha vuelto más probable debido al contexto de crecimiento más débil. Eso hace que los tipos del BCE se inclinen a la baja: ahora esperamos recortes más rápidos y una tasa terminal más baja del 1,75%. A nivel de país, los lastres deberían ser mayores en Alemania e Italia, mientras que Francia enfrenta un lastre adicional por sus mayores necesidades de consolidación fiscal”, sentencian los expertos del banco americano.

Fuente: Revista El Economista

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