Irlanda era un apestado en Europa por su atrasada economía… sin embargo un cóctel explosivo de bajos impuestos, aperturismo internacional y desregulación han convertido a Dublín en un potente faro para todas las empresas del mundo, algo que le ha llevado a ser la economía más rica de Europa en PIB per cápita (excluyendo a Luxemburgo) superando los 100.000 de dólares. Sin embargo, esa receta del éxito, que no ha estado exenta de polémica, ahora puede enfrentar un gran castigo. Años de esta receta cargada de éxito ha situado a la pequeña república isleña ante un verdadero problema: ahora puede será el gran perjudicado de la guerra comercial y el golpe puede ser letal.

Buena parte de la industria farmacéutica a nivel mundial ha ido situando sus fábricas en los parajes irlandeses aprovechando las ventajas fiscales que ofrecía el gobierno local y su cercanía cultural a EEUU para actuar como un puente con la Unión Europea. La isla se convirtió en un cruce de caminos fundamental que disparó su economía. Si bien los grandes laboratorios no han tenido el eco mediático que han acarreado las llegadas a Dublín de Google, Amazon, Microsoft, Apple o Meta, que han convertido esta en su capital europea, las pharmas han generado un impacto comercial incluso mayor.

A lo largo de los años Eli Lilly ha dispuesto una fábrica en la región pero no es la única. Las 10 mayores empresas farmacéuticas del mundo, incluidas las estadounidenses Johnson & Johnson, Pfizer y Merck, tienen grandes plantas en Irlanda, que también es un importante exportador de dispositivos médicos. Esto le ha permitido convertirse en una auténtica potencia mundial de los tratamientos, medicinas y medicamentos. Prueba de ello es que si en 2024 Irlanda logró un récord exportador (en plena debilidad mundial) con 223.800 millones de euros, los productos farmacéuticos supusieron cerca de 99.900 millones de euros. El 45% de todas sus ventas al exterior.

Esto se dio entre otros motivos por las mayores exportaciones a EEUU, especialmente de componentes clave del tratamiento para adelgazar de Eli Lilly, entre otros. No fue el único, grandes empresas como Pfizer tienen en Irlanda su base para vender a EEUU. En cualquier caso, la exposición a EEUU es totalmente indisociable del éxito exportador irlandés con un alza del 34% en las ventas a este país y generado este el 36% de todas sus exportaciones, siendo uno de los países más expuestos.

No es casualidad que los aranceles de EEUU, que ponen al sector farmacéutico en el foco, afecten a Irlanda. Donald Trump ha hablado abiertamente de la necesidad de tumbar el modelo irlandés y llevarse toda esa producción de Dublín por toda la geografía de EEUU. La semana pasada lo habló abiertamente, en una reunión con el presidente de Irlanda Michael Martin, en la que, delante de la prensa, afirmó que Irlanda “engaña a EEUU”.

“Tengo un gran respeto por Irlanda y por lo que hicieron (bajar impuestos y llevarse la industria). Ellos hacen bien, pero Estados Unidos no debería haber permitido que eso sucediera”, se quejó. El republicano se refirió concretamente a la acumulación de empresas de salud. “Tuvimos líderes muy estúpidos, que no eran empresarios, no veían lo que estaba pasando y, de golpe, Irlanda se había llevado a nuestras compañías farmacéuticas”.

El presidente de EEUU busca hacer volver a todas estas firmas a su territorio a través de dos vías. Por un lado unos potentes aranceles que hagan que no sea tan rentable su actividad en Irlanda frente a la idea de reubicarlas en cualquier estado de la potencia norteamericana. Por otro, quiere realizar una rebaja de impuestos masiva para las empresas que haga que no haya grandes beneficios en cotizar en la isla.

El republicano ya ha dicho que quiere reducir el impuesto de sociedades del 35% al 15%. Una cifra ya mucho más comprable al 12,5% que se paga en Irlanda. Sin embargo esto ignora que hay otras muchas ventajas fiscales gracias a la “Shannon Free Zone” y que aplican para las firmas de aviación, ingenierías y farmacéuticas. Según el ICEX destacan “la exención de todo el IVA a la importación, la exención de los derechos de aduana a cualquier país no UE y subvenciones de capital empleo, formación y desarrollo”. En resumen, ya no es solo que paguen muy bajos impuestos, sino que no pagan nada por importar productos ni exportarlos. En EEUU se paga de media un 5,63% en impuestos por la importación de productos. Eso sí en EEUU tampoco se gravan las exportaciones, algo que, de hecho, está prohibido constitucionalmente.

A mediados de febrero Trump anunció unos aranceles que afectarían especialmente a Europa al aplicarse un 25% sobre automóviles, semiconductores y productos farmacéuticos. Si bien todos se centraron en Alemania, Irlanda ya está tanto en los datos como explícitamente por el propio Trump en el ojo del huracán. El país de los ‘leprechauns’, fue unos de los pocos que experimentó un crecimiento notable en 2024, con un avance del 2,5%, solo por detrás de Lituania, Portugal y España. A diferencia de todos estos países el ‘milagro’ irlandés pudo hacer esto con un sector exterior operando a máxima potencia (en máximos históricos) pese a que en el resto del mundo están en caída absoluta.

Según Oxford Economics “Nuestros modelos a nivel sectorial sugieren que las industrias farmacéutica y de alta tecnología serían las más afectadas. Asimismo, las economías más pequeñas y menos diversificadas están más expuestas. Estimamos que Irlanda y las economías de Europa Central y Oriental (CEE) sufrirán el mayor impacto”.

El efecto Brexit

El impacto no será solo una cuestión puramente de PIB. El empleo en la isla puede verse afectado si las empresas farmacéuticas internacionales (y en general) detienen sus inversiones en el país por las medidas de Trump o incluso retiran del país sus fábricas, tal y como pretende Donald Trump. Las multinacionales tienen en sus plantillas al 11% de los trabajadores irlandeses después de décadas de bajos impuestos.

Las multinacionales extranjeras, en su mayoría de propiedad estadounidense, sobre todo en los sectores tecnológico y farmacéutico, emplean a alrededor del 11% de los trabajadores irlandeses después de que sucesivos gobiernos durante décadas priorizaron sus empleos y sus dólares de impuestos.

Desde Grant Thornton dicen que pese a que el impacto en el PIB es muy complicado de medir, dado que todavía hay mucho incertidumbre sobre cual será la repercusión directa en las exportaciones, hay un referente histórico sobre cómo puede verse afectada la isla: el Brexit. “Este proceso demostró que incluso la incertidumbre puede dañar una economía. Incluso antes de que Gran Bretaña abandonara formalmente la UE, las empresas retrasaron las inversiones, las cadenas de suministro se deterioraron y las relaciones comerciales se volvieron inciertas. Los mismos riesgos se aplican aquí” comenta la consultora.

“Los cambios de política generan incertidumbre, lo que lleva a las empresas a retrasar la inversión y a tomar decisiones cautelosas”

La firma prosigue alegando que si bien no ve una fuga de empresas pues “la producción farmacéutica no puede reubicarse rápidamente ni reestructurarse a ese ritmo”, ven un frenazo de inversión total debido a ello. “Si bien los aranceles dominan el debate, las barreras no arancelarias, como los cambios regulatorios y los costos de cumplimiento, pueden ser igual de perjudiciales. Los cambios de política generan incertidumbre, lo que lleva a las empresas a retrasar la inversión y a tomar decisiones cautelosas”.

Por su parte también creen que un dólar fuerte por las medidas de Trump “encarecerá las exportaciones irlandesas generando un exceso de oferta“. Las empresas irlandesas, por lo tanto “podrían enfrentarse a problemas serios como una mayor competencias y precios sobre los precios”. Esto, por supuesto, también podría “encender la inflación en todo el continente, haciendo que el BCE no baje los tipos de interés y generando, junto con la incertidumbre comercial, una parálisis económica”.

Desde Oxford Economics consideran que con los aranceles actuales la producción farmacéutica en Irlanda disminuiría un 4,6%, lo cual es significativamente menor que lo que sugiere la cuota de exportación directa de EEUU del 38%. “Esto se debe a que parte de la reducción de la demanda se transmite a otros países a través de las cadenas de suministro, donde las reducciones de producción superan lo que implicaría la cuota de exportación de EEUU”. En cualquier caso se trata de un duro golpe para una industria líder en Irlanda y que se había convertido en una de las llaves de su prosperidad. Queda por ver sin Trump logrará congelar el ‘milagro irlandés’ o si finalmente este podrá resistir.

Fuente: Revista El Economista

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