Nayib Bukele y El Salvador están siendo protagonistas de un auténtico milagro. Poniendo el foco en las frías estadísticas, sin entrar a valorar los métodos y políticas que han permitido esta transformación (no son pocos los que critican las controvertidas medidas adoptadas por Bukele), este país centroamericano ha pasado de ser uno de los más inseguros del mundo a convertirse en una auténtica balsa. La drástica caída de la tasa de homicidios y de la criminalidad resulta incuestionable. Sin embargo, hasta el día de hoy, el Gobierno de Nayib Bukele tenía una cuenta pendiente: la economía.
Los principales indicadores económicos de El Salvador han mostrado un comportamiento mediocre durante su mandato. Esto podría estar a punto de cambiar y no precisamente gracias al bitcoin, ‘moneda’ de curso legal en el país. Justo ahora que se avecinan nuevas elecciones (Bukele ha dejado su cargo para preparar la campaña), la economía de El Salvador ha comenzado a mostrar ciertos signos que auguran un futuro prometedor. El desempleo, el crecimiento del PIB, la caída del déficit y la intensa llegada de turistas son los frutos de esta caída sin parangón de la criminalidad en un país que otrora fue de los más peligrosos del mundo.
Las calles de El Salvador son hoy mucho más seguras que hace unos años. Las tasas de crímenes y homicidios por cada 100.000 habitantes se han desplomado. La tasa de homicidios ha pasado de los 106 por cada 100.000 personas en 2015 a caer hasta los 18 por 100.000 habitantes en 2021 (antes de que comenzara el estado de excepción tan criticado).
Ese estado excepción aprobado en 2021 y prorrogado en sucesivas ocasiones ha permitido a la policía actuar sin ningún tipo de obstáculo para frenar la violencia. Esta decisión ha generado importantes críticas contra Bukele (ahora la policía puede hacer cualquier tipo de detención o intervención sin necesidad de una orden judicial, es más, apenas se necesitan pruebas para detener a un sospechoso).
No obstante, todo hace indicar que las fuertes medidas aplicadas tras el estado de excepción han contribuido a reducir a la mitad la tasa de asesinatos en el país. El Salvador solo tuvo ocho asesinatos por cada 100.000 habitantes en 2022, una tasa similar a la de EEUU. Lo más impresionante es que en lo que va de 2023 se habla de que la tasa ha caído hasta los 2,4 por cada 100.000 habitantes, según el titular de la Policía Nacional Civil (PNC), Mauricio Arriaza Chicas. Esta es una tasa equiparable a la de Canadá y cada vez más cercana a la de los países europeos. En las calles, los pequeño negocios ya perciben este cambio, que les anima a crecer y poner todos sus esfuerzos en la gestión eficiente de sus recursos, en lugar de en la seguridad.
En un reportaje publicado por The Economist, varios comerciantes admiten que la situación hoy es infinitamente mejor. Si algún miembro de una banda intenta extorsionarles, una llamada anómina a la policía basta para que esa persona vaya directamente a la cárcel. Antiguamente, una llamada solo servía para delatar al comerciante que había llamado a la policía. Muchas de estas personas que se atrevieron a denunciar terminaron asesinadas. Ahora, la mano dura de Bukele está acabando con este tipo de extorsiones que llegaron a representar el 3% del PIB, según un informe de la ONU.
“Llegar a este nivel de tasa por cada 100.000 habitantes, estamos hablando que El Salvador es un referente internacional ya en materia de seguridad… estamos diciendo que somos el país más seguro de toda América, porque así lo estamos considerando”, aseguraba en declaraciones compartidas por la Presidencia. Antes de pasar al terreno económico, solo un dato más: desde que comenzó el estado de excepción se han detenido a 74.000 personas (en un país de 6,3 millones de habitantes). La criminalidad se ha hundido, pero obviamente ha tenido un coste. No son pocos los organismos y ONGs que hablan de una constante violación de los derechos humanos. La cuestión es si el beneficio (la caída de la criminalidad) supera el coste (el traspaso de ciertos derechos). La respuesta de la población es abrumadora: el 90% de los salvadoreños apoya a Bukele.
La economía reacciona a los incentivos
Pese a esta mayor ‘estabilidad’, la economía no terminaba de despegar de forma clara. El Salvador experimentó un crecimiento económico modesto en las últimas décadas, con una tasa anual del 2,5% entre 2013 y 2019. Con Bukele esto no había cambiado demasiado, aunque es cierto que la pandemia del covid lo ha distorsionado todo. La pandemia tuvo un impacto notable en la economía. Pero poco a poco la situación está cambiando.
Aunque El Salvador se apresuró a adoptar fuertes medidas de contención contra el brote y el Gobierno implementó una sólida respuesta fiscal (que disparó la deuda pública) para limitar el impacto de la pandemia en los hogares y las empresas, la pandemia asestó un duro golpe al crecimiento, ya que el Producto Interno Bruto (PIB) disminuyó un -7,9% en 2020. En 2021, la economía de El Salvador creció un 11,2%, mientras que el crecimiento se moderó al 2,6% en 2022, según explican desde el Banco Mundial en una nota sobre El Salvador.
Sin embargo, los primeros brotes verdes empiezan a aparecer. El turismo está en pleno auge, la inversión empieza a llegar, la deuda pública está cayendo rápidamente y el desempleo está en cotas históricamente bajas. El Banco Mundial espera que el PIB avance 2,8% en 2023. A medio plazo, se prevé que el PIB se estabilice por encima de los promedios históricos, gracias al consumo privado, la inversión pública y el turismo, aseguran desde el Banco Mundial.
El presidente Bukele pide paciencia: acabar con la criminalidad no es sinónimo de crecimiento económico inmediato, pero sin duda es una buena base para atraer inversión extranjera, turismo y generar los incentivos adecuados para que los salvadoreños comiencen a emprender. Además, los masivos encarcelamientos han supuesto la destrucción de una economía sumergida (la economía de la extorsión) que mantenía a miles de familias. Bukele admite que esto es nocivo para la economía en el corto plazo, pero era necesario para generar los incentivos que conduzcan al crecimiento sostenible de medio y largo plazo.
Desde JP Morgan se muestran muy positivos con la economía de El Salvador. En un informe publicado en diciembre vaticinaban un crecimiento del PIB muy superior al que pronostican desde el Banco Mundial: “Esperamos un crecimiento del 3,9% interanual y del 3,1% en 2023 y 2024”, aseguran desde JP Morgan.
“Hace algunos meses mejoramos nuestro pronóstico de crecimiento del PIB para este año a 3,9% interanual desde poco menos de 2,5%, ya que vimos múltiples vientos de cola que se unieron para crear un impulso autosostenible en la actividad. Argumentamos que la industria manufacturera había dejado de ser un obstáculo, la construcción estaba en auge y el gasto fiscal estaba ayudando a la expansión”, aseguran los expertos de JP Morgan. La economía de El Salvador empieza a carburar.
“La economía nacional parece robusta a juzgar por un puñado de indicadores del sector de servicios. Seguimos pensando que la expansión tiene margen de avance y buscamos un crecimiento interanual del 3,1% en 2024, por encima de nuestra excelente estimación de potencial (justo por debajo del 2%)”, culminan los analistas de JP Morgan.
El turismo parece ser uno de los sectores que se encuentran en la rampa de salida. El departamento de investigación del Banco Santander publicó este verano un informe en el que señalaba que la llegada de visitantes desde EEUU ya había comenzado a crecer con intensidad. Según Banco Santander, los ingresos por turismo se han duplicado desde los niveles previos a la pandemia y ya superan el 10% del PIB. Lo cierto es que las redes sociales están plagadas de salvadoreños subiendo vídeos de las calles de San Salvador (la capital) llena de turistas y viandantes incluso por la noche, algo que hace unos años era totalmente impensable.
Todo ello repercute de forma directa en los ingresos y las finanzas públicas. De este modo, los saldos fiscales están viviendo un giro de 180 grado (para bien), según los expertos del banco americano. La reducción del déficit y de la deuda pública ha sido notable desde que se puso ‘fin’ a la pandemia del covid y las medidas extraordinarias: “Como venimos destacando desde hace algún tiempo, el saldo fiscal en El Salvador ha experimentado una fuerte mejora en los últimos años, pasando de un déficit cercano al 10% del PIB en el punto álgido de la pandemia a un déficit estimado del -2% este año“, apuntan desde JP Morgan.
“Esto implica que el saldo primario habría pasado de un déficit del 5,7% a un superávit del 2,4% en el mismo período. Esperamos que el déficit fiscal se mantenga muy cerca de sus niveles actuales en 2024”. El mayor crecimiento del PIB junto con la corrección de los saldos fiscales ha ayudado a reducir rápidamente la relación deuda/PIB en el país en unos 15 puntos porcentuales.
No obstante, la segunda mitad del próximo año podría resultar algo más desafiante a medida que la economía estadounidense se desacelere, con el impacto potencial que esto tendría en las remesas y el turismo. Pero más allá de las consideraciones cíclicas, creemos que hay motivos para pensar que el crecimiento potencial se ha acercado más al 3% que al 2%. La mejora de las condiciones de seguridad en el país, de mantenerse, podría conducir a ganancias sostenidas en el crecimiento de la producción derivadas de una mayor certidumbre. Además, el cambio del gasto público hacia la inversión de capital en proyectos de infraestructura en diferentes sectores de la economía podría ser beneficioso. Por último, de forma lenta pero segura la IED (inversión extrajera directa) está recuperándose y podría impulsar la productividad. Esto debería permitir la resiliencia de la economía incluso frente a un crecimiento más lento en Estados Unidos.
El punto negro del bitcoin
Además de la supuesta violación de los derechos humanos, el mandato de Nayib Bukele tiene otro punto negro, si es que se le puede llamar así. El Salvador fue el primer país del mundo en aceptar bitcoin (la popular criptodivisa) como moneda de curso legal. Sin embargo, el bitcoin no ha cuajado en El Salvador, pese a que el Gobierno de Nayib Bukele sigue promoviéndolo y expandiéndolo. Esta semana se ha puesto fecha a la emisión del primer bono soberano respaldado por la criptomoneda, que será en el primer trimestre de 2024, por valor de 1.000 millones de dólares.
Sin embargo, más allá de la llamativa operación, el token no se usa apenas en el día a día. Y eso que es moneda de curso legal desde hace más de dos años.
Es decir, la adopción del bitcoin es muy limitada entre los salvadoreños. La mitad de los adultos se ha descargado la aplicación oficial, Chivo, y el 40% de las descargas se produjeron en septiembre de 2021, cuando la Ley Bitcoin entró en vigor, según un estudio de la Oficina Nacional de Investigación Económica de EEUU (NBER) del año pasado. Prácticamente no hubo descargas en 2022, ya que la mayoría solo buscaba la recompensa de 30 dólares en bitcoins que se dio como incentivo, una cantidad jugosa que representa el 0,7% del ingreso anual per capita.
Por eso, la acogida de la criptomoneda ha ido de más a menos y solo el 20% de los usuarios ha seguido usando la aplicación activamente tras gastarse la recompensa inicial. Parte de los que todavía recurren a Chivo, únicamente realizan transacciones con dólares. El objetivo de Bukele era que se popularizara la app para pagar impuestos o para mandar dinero a los familiares en el extranjero, algo que no sucede en la actualidad, ni siquiera al ser su uso gratuito y sin comisiones.
Las empresas del país tampoco han abrazado al bitcoin y solo el 20% de las mismas lo acepta, ya que solo es obligatorio ofrecer el pago en ‘cripto’ si el negocio tiene los medios para ello. En todo caso, menos del 5% de las ventas se abonan en la criptodivisa, que después se convierte a dólares o efectivo, detalla el mismo estudio, que se basa en encuestas presenciales a la población y en el rastreo de la blockchain. El NBER avisa de que el Gobierno solo publica información muy selecta, por lo que no hay transparencia, ni datos oficiales al respecto.
En todo caso, la realidad del país centroamericano es particular, ya que muchos ciudadanos aún no tienen teléfono móvil o cuentas bancarias. Usan, en gran medida, el efectivo. El portal de precios de criptomonedas más popular a nivel global, CoinMarketCap, también estudió el año pasado la adopción del bitcoin allí mediante datos del Banco Mundial o del NBER. Su conclusión fue muy similar y es que muy poca gente siguió usando Chivo tras consumir los 30 dólares. Pero, además, aportaban otros datos, como que solo el 65% de la población cuenta con un smartphone y solo el 30% tiene una cuenta en el banco.
Esta realidad ha hecho que sea aún más difícil el ambicioso objetivo de Bukele, popularizar el uso del bitcoin, sin que se den las condiciones necesarias en el país para que ello pueda pasar. Por eso, a día de hoy, las pretensiones ‘cripto’ del Gobierno han fracasado y token solo se usa en pequeños reductos.
Pese a todo, “esperamos que el presidente Bukele gane cómodamente la reelección el próximo año”, apuestan desde JP Morgan. El Salvador celebrará sus elecciones generales en febrero del próximo año. Como se señalaba anteriormente, la caída masiva de la actividad criminal en el país ha hecho que el apoyo público al presidente Bukele se mantenga extremadamente alto, hasta el 90%, según algunas estimaciones. Además, los primeros brotes verdes que está disfrutando el país en lo que a economía se refiere, podrían ayudar a Bukele a lograr un apoyo incluso superior y más duradero.
Fuente: Revista El Economista