El Banco Central Europeo (BCE) y las ‘palomas’ del Consejo de Gobierno tenían todo para argumentar de una forma sencilla y contundente la futura batería de bajadas de tipos en la zona euro. La inflación llevaba meses moderándose, el precio del petróleo ha caído con intensidad en el último año y los salarios habían comenzado a moderarse. Los ‘halcones’ (defienden una política monetaria más restrictiva) se habían quedado sin garras para intentar defender su postura ante las ‘palomas’ (defienden una política monetaria más expansiva). Sin embargo, cuando esta batalla parecía acabada, un impresionante dato de salarios negociados publicado este miércoles (no es la primera vez que los salarios sorprenden) desafía de nuevo al banco central y amenaza con cercenar el horizonte de agresivas bajadas que se viene proyectando para 2025. Hasta la fecha, el BCE ha rebajado los tipos en tres ocasiones este año, llevando la tasa de depósito desde el 4% hasta el 3,25%. El abrasivo dato publicado por el BCE este miércoles no compromete de momento un nuevo recorte en diciembre.
El crecimiento de los salarios negociados en la zona euro ha alcanzado un 5,42% interanual, marcando el mayor aumento desde el cuarto trimestre de 1993. Este fuerte repunte plantea un nuevo desafío para el BCE, que hasta ahora confiaba en una desaceleración sostenida de la inflación para justificar una posible bajada de los tipos de interés en los próximos meses. Sin embargo, el aumento de los costes laborales podría complicar significativamente esta hoja de ruta. En previsión de ello, los inversores han borrado de un plumazo prácticamente un recorte de tipos en 2025. Observando los swaps, los operadores descuentan un tipo del 1,88% para octubre de 2025 frente al 1,66% por el que apostaban hace 24 horas. Unos 22 puntos básicos menos que se acercan a los 25 de cada bajada o subida ‘estándar’ del banco central.
Antes de conocerse el dato, los análisis de los economistas apuntaban a Alemania, donde los salarios negociados aumentaron significativamente hasta el 8,8% interanual en el tercer trimestre desde el 3,1% interanual en el segundo trimestre. Incluso excluyendo los pagos especiales, los salarios aumentaron un 5,6%, lo que indica aumentos sustanciales. Ya en anteriores trimestres, los salarios germanos empujaron al alza el dato global de la eurozona, sobre todo por los pagos únicos, subidas de salario en un solo pago -no consolidadas- que disparaban el índice, pero que se disiparían en el futuro.
“Para el BCE, lo más importante es la perspectiva de crecimiento salarial y, por lo tanto, los acontecimientos anteriores. El Bundesbank alemán prevé que las futuras negociaciones salariales se moderen debido a la debilidad económica y la menor inflación. Sin embargo, el alto crecimiento actual de los salarios sugiere que la inflación de los servicios podría mantenerse estable en el corto plazo, lo que influiría en las decisiones políticas del BCE en medio de incertidumbres sobre el ritmo de desaceleración del crecimiento de los salarios”, señalan desde Danske Bank.
El impacto sobre la inflación subyacente
El principal problema radica en el impacto que estos aumentos salariales pueden tener sobre la inflación subyacente, que excluye los componentes volátiles como la energía y los alimentos. Aunque los precios generales han mostrado señales de desaceleración en los últimos meses, un crecimiento salarial elevado podría generar presiones inflacionarias a través de dos canales: un aumento en los costes de producción para las empresas y una mayor capacidad de gasto de los consumidores. Ambos factores podrían ralentizar el proceso de desinflación.
Para el BCE, que tiene un objetivo de inflación del 2%, el riesgo es claro. Si el crecimiento de los salarios no se modera, la inflación subyacente podría mantenerse elevada durante más tiempo del previsto. Esto podría obligar al banco central a mantener los tipos de interés altos por un periodo prolongado, alejando las esperadas bajadas y prolongando los costes de financiación elevados para empresas y hogares. Christine Lagarde, presidenta del BCE, ya ha advertido en el pasado sobre los riesgos de efectos de segunda ronda, en los que un alza sostenida de los salarios alimenta una espiral inflacionaria.
Los salarios generan una inflación ‘pegajosa’
Además, el crecimiento salarial podría aumentar la resistencia de ciertos sectores económicos a los efectos de la política monetaria restrictiva, como el enfriamiento de la demanda interna. Si los consumidores ven incrementados sus ingresos de manera significativa, es probable que el consumo privado siga siendo fuerte, dificultando el control de la inflación a través de la moderación de la demanda.
Este contexto también genera tensiones entre los diferentes países de la zona euro, donde las condiciones económicas son diversas. En los países más ‘ricos’ presentan unos mercados laborales más ajustados, por lo que podrían experimentar mayores tensiones inflacionarias, complicando la tarea del BCE de implementar una política monetaria única adecuada para todos los Estados miembros.
El dilema del BCE se acentúa porque los salarios más altos también tienen efectos positivos. Por un lado, ayudan a mitigar la pérdida de poder adquisitivo que los trabajadores han sufrido debido a la alta inflación de los últimos años. Por otro, podrían estimular sectores que dependen del consumo interno. No obstante, el equilibrio entre estos beneficios y el control de la inflación será un desafío crucial para la institución en Frankfurt.
En términos de política monetaria, el BCE deberá considerar cuidadosamente sus próximos pasos. Aunque la inflación general está en un proceso de desinflación, la persistencia de la inflación subyacente impulsada por los salarios podría llevar al BCE a descartar bajadas de tipos en el corto plazo e incluso a mantener abierta la posibilidad de nuevas subidas si las presiones inflacionarias se intensifican.
¿Rebote del gato muerto?
No todos los analistas ven el dato con tanta alarma. Frederik Ducrozet, estratega de Pictet que sigue la actualidad del BCE, considera que esta cifra es”el equivalente económico de un rebote de gato muerto”. Este concepto se emplea en el mundo bursátil para referirse a una pequeña y breve recuperación del precio de una acción en caída. La expresión, originada en Wall Street, deriva de la idea de que “incluso un gato muerto rebota si cae desde una gran altura”. “Es una noticia antigua, impulsada por los bonus (pagos únicos) alemanes y que contrasta con el acuerdo salarial de IG Metall, los otros indicadores salariales del BCE y las perspectivas de crecimiento”, añade Ducrozet.
El acuerdo salarial de IG Metall, el mayor sindicato industrial de Alemania, al que se refiere el analista se ha cerrado esta semana. Contempla un aumento salarial del 2,0% en 2025 y del 3,1% en 2026, más un pago único de 600 euros en 2025 (frente a los 1.400 euros de 2024). El bajo incremento para 2025 refleja un menor poder de negociación en la industria alemana. Con 3,9 millones de miembros, el acuerdo de IG Metall establece un punto de referencia clave para otros sectores y también puede influir en las previsiones de diciembre del BCE sobre el crecimiento salarial para el próximo año, apoyando los argumentos a favor de recortes consecutivos de los tipos en 2025.
De la misma opinión son en Capital Economics. “Si bien el aumento del crecimiento de los salarios negociados sugiere que el crecimiento de la remuneración laboral por empleado también habrá aumentado en el tercer trimestre, los indicadores más oportunos apuntan a una disminución de las presiones salariales subyacentes. Por diseño, el crecimiento de los salarios negociados es un indicador rezagado, ya que incluye todos los acuerdos que están actualmente en vigor independientemente de cuándo se firmaron, lo que significa que no detecta puntos de inflexión tan rápidamente como los indicadores de salarios recién acordados únicamente”, explica su analista Elias Hilmer. El economista considera que la relajación del mercado laboral de la eurozona y la menor inflación hacen prever que los trabajadores exigirán menores subidas de los salarios nominales en 2025.
Fuente: Revista El Economista