El crecimiento económico y la prosperidad son dos objetivos que ansían todos los países del mundo hasta la fecha. Los factores que impulsan estos dos objetivos son de sobra conocidos, pero cuál de ellos tiene más relevancia es algo más cuestionable. Un denso informe publicado por Deutsche Bank este mes, en el que se compara cuál ha sido el crecimiento de las diferentes economías en los últimos 25 años, tiene algunas respuestas: ¡Es la demografía, estúpido! Todo hace indicar que el crecimiento demográfico se ha convertido en fuente de crecimiento económico, innovación y, aunque no guarde tanta relación, también de prosperidad. Además, es la demografía la que marcará cuáles serán las grandes potencias económicas a nivel global del futuro.
Por supuesto, la demografía tiene mucho que ver con el crecimiento económico, no es nada nuevo, una de las principales razones del menor crecimiento en muchos países ha sido la congelación de su población en los últimos años. Es más, la economía de España está creciendo hoy más rápido que la media de la zona euro, en parte, gracias a los fuertes flujos migratorios que están llevando a la población española niveles históricamente altos. Al fin y al cabo, más personas en edad laboral supone más trabajadores y más producción, suponiendo que todo lo demás permanezca constante.
“Ahora mismos estamos en medio de una transición demográfica sin precedentes, en la que el crecimiento de la población mundial está disminuyendo de manera continua, sin señales evidentes de que esta tendencia vaya a cambiar. En unos pocos años, las tasas de crecimiento poblacional caerán a niveles más bajos de lo que se ha observado desde antes de 1900″, aseguran desde Deutsche Bank.
De cara al futuro, “Europa será la primera gran región o país en experimentar una disminución de su población desde que la población de China cayó durante el cuarto de siglo 1850-1874. Este declive demográfico planteará importantes desafíos para Europa, ya que intentará mantener su influencia económica y geopolítica a pesar de enfrentarse a una desventaja demográfica significativa”, aseguran los economistas del banco germano.
Como muestra el gráfico, la gran historia económica del cuarto de siglo 2000-2024 (QC) ha sido el rápido crecimiento de China, cuyo peso en el PIB global ha pasado del 3% al 17% en términos de dólares. No obstante, desde Deutsche Bank aseguran que “las consecuencias de este cambio se notarán (a nivel geopolítico y económico) en el próximo cuarto de siglo”. El rápido crecimiento de la economía china se está frenando, pero sus 1.400 millones de habitantes presentan una masa relativamente uniforme y que está en buena parte de acuerdo con los objetivos de su Gobierno: lo que importa es el largo plazo aunque haya que asumir costes en el presente.
Japón y la UE no paran de caer
Por otro lado, se puede observar la intensa decadencia de Occidente (incluyendo a Japón en este grupo). La cuota de Estados Unidos ha caído ligeramente, del 29% al 26%, pero la Unión Europea ha descendido del 24% al 17% durante este periodo, mientras que Japón ha pasado del 14% a apenas un 4%. “Esto es un aviso para muchos países que afrontarán reversiones demográficas en el próximo cuarto de siglo, especialmente si consideramos que el crecimiento per cápita de Japón no estuvo muy lejos del de sus pares durante este tiempo”, señala el documento.
Por su parte, la India también ha crecido rápidamente en los últimos 25 años (y lo seguirá haciendo con intensidad en los próximos años), pero comenzó el periodo con un peso reducido, lo que ha requerido varios años de crecimiento acelerado para alcanzar una base desde la cual su influencia global pueda empezar a expandirse significativamente en el futuro. Esto, que parece complicado de entender, se comprende mejor con un ejemplo numérico. Si tu economía pesa un 0,1%, aunque un crecimiento espectacular duplique su tamaño, este solo será del 0,2% y seguirá siendo insignificante a nivel global pese a lo espectacular del avance. Este es el proceso que ha vivido la India en las últimas décadas. Ahora que tiene ya una base sólida y la mayor población del mundo, la India está llamada a ser uno de los grandes jugadores globales.
“Entre 2000 y 2024, su participación en el PIB global pasó del 1,4% al 3,5%, situándola casi a la par de Japón. Dado que India está creciendo rápidamente y, con 1.450 millones de habitantes, tiene aproximadamente 11 veces la población de Japón, queda claro que ahora dispone de la masa crítica necesaria para ascender rápidamente en la clasificación. Para finales de esta década, se espera que alcance cerca del 5% del PIB global y se convierta en el mayor ‘escalador’ general durante el cuarto de siglo 2025-2049”, señala el informe de Deutsche Bank. Aunque el informe no lo dice de forma clara en ningún momento, sus proyecciones y argumentos dejan entrever que la India podría ser la gran potencia del futuro, aunque no logre un dominio como el que ha tenido EEUU en las últimas décadas. Nos adentramos en un régimen multipolar.
Jim Reid, uno de los economistas estrella de Deutsche Bank explica en un comentario para clientes que “el estudio revela que en las economías desarrolladas ha habido una fuerte correlación entre el crecimiento de la población total y en edad de trabajar y el crecimiento del PIB durante entre 2000-2024”. Los países en los que menos crece la población en edad de trabajar presentan habitualmente un menor crecimiento del PIB.
“La correlación tiene sentido, ya que el número de trabajadores es un componente clave del crecimiento económico general. Sin embargo, la correlación es tan fuerte que se pueden hacer algunas suposiciones sobre el futuro en función de lo que sabemos sobre los cambios demográficos a los que nos enfrentaremos”, asegura Reid.
Pero no solo eso, este experto asegura que se ha podido ver también una correlación intensa entre la demografía y el PIB per cápita, un hallazgo del que no se suele hablar demasiado, pero que resulta vital, puesto que el PIB per cápita (la calidad) genera mucha más prosperidad que el PIB agregado (la cantidad). No obstante, ambos suelen guardar cierta relación. Un país en el que crece el PIB per cápita suele presentar también un crecimiento del PIB agregado, salvo que su población se esté reduciendo a un ritmo acelerado.
Así, Reid explica que “demostramos una correlación también utilizando el PIB per cápita. Aunque la correlación no es tan fuerte como con el PIB real, sigue siendo impresionante… Por lo tanto, tenemos evidencia convincente de que la demografía en declive no solo afecta al PIB real, sino también al crecimiento per cápita. No estoy seguro de que esto sea ampliamente apreciado, especialmente en el debate sobre la migración”, señala este economista.
¿Cuál es la explicación?
Reid da una opción bastante acertada y goza de consenso entre los expertos. A medida que la población envejece, el Estado y la sociedad dedica cada vez más recursos a la parte de la población que no produce, de modo que ese dinero cae por una especie de ‘agujero’. Mientras que la inversión en educación, infraestructuras, innovación… puede provocar aumentos potenciales del PIB, la inversión en residencias y otras partidas relacionadas con el envejecimiento solo generan gasto.
Otra teoría menos conocida, pero que también tiene sentido, señala que las sociedades en las que la población crece menos tienen una menor capacidad de inventar o innovar simplemente por estadística. Una sociedad en la que nacen millones de niños al año tiene más probabilidades de ‘criar’ al próximo gran científico o inventor. Nuevas personas son sinónimo de nuevas ideas y avance. Estos descubrimientos pueden ser tan disruptivos y potentes que sirven para elevar el nivel de vida de toda la población, generando un aumento del PIB per cápita.
Reid señala que “quizás una gran parte de esto se deba a que a medida que la demografía se deteriora, la población se vuelve menos dinámica. Tal vez una gran parte de esto se deba a la financiación de una población que envejece. Casi por definición, los países que tienen una demografía en deterioro tendrán una población cada vez más anciana. Por lo tanto, la razón por la que el crecimiento per cápita podría no ser fuerte es que es probable que muchos recursos se dirijan a quienes ya no están en edad de trabajar”.
“Por lo tanto, a partir de esta evidencia es difícil sugerir que se puede tener un fuerte crecimiento en los niveles de vida sin un aumento de la población en edad laboral”, sentencia el economista de Deutsche Bank.
Una debacle demográfica
¿Qué nos depara el futuro? Pues bajo crecimiento, poca innovación y un PIB per cápita que crecerá menos. La explicación es la demografía y la caída de la población en edad de trabajar. Según los cálculos de Deutsche Bank, de las 57 economías de nuestra muestra, 26 (divididas de manera casi equitativa entre economías desarrolladas y emergentes) experimentarán una disminución en su población en edad de trabajar durante el período 2025-2049. Entre ellas se encuentran China (-225,8 millones personas en edad de trabajar), Japón (-18 millones), Corea del Sur (-12,2 millones), Rusia (-11,7 millones), Italia (-10 millones), Alemania (-8,6 millones) y España (-7,8 millones). En contraste, Estados Unidos verá un aumento muy pequeño en su población en edad de trabajar (+8 millones), mientras que la India añadirá 145 millones de trabajadores.
Además, 16 de las 57 economías verán una reducción en su población total durante este período. Para 2050, la población de la India será un tercio mayor que la de China (una diferencia que ya se superó en 2022), y su población en edad de trabajar será más del 50% superior (superada en 2024).
¿Quién va a sostener la demografía global? El mayor crecimiento poblacional se producirá en África, cuya población se espera que aumente un 60% más, alcanzando los 2.400 millones de personas. Esto significa que, en 25 años, África representará el 25% de la población mundial, frente al 18,6% actual. Actualmente, el PIB de África es mayor que el de Italia, pero aún más pequeño que el del Reino Unido o Francia. Por lo tanto, el continente necesitará tiempo para convertirse en un actor global significativo, aunque su influencia seguirá creciendo de manera constante.
¿Cuál será la potencia mundial?
La demografía tendrá la respuesta, pero ahora mismo resulta complejo o imposible dar un solo nombre. La respuesta es que la geopolítica será mucho más complicada y fragmentada. No habrá un dominio absoluto de EEUU (como hasta ahora), ni China será la gran dominadora en el futuro (como se preveía hasta hace poco). En lugar de esto, el mundo estará dominado principalmente por tres grandes potencias y sus aliados: EEUU, China y la India.
Ahora mismo “Estados Unidos y China se consolidan como las dos potencias dominantes en el sistema global. Esta rivalidad es estructural y probablemente persistirá independientemente de quién esté al frente de cada país. Después de todo, es un patrón bien establecido que, cuando una potencia consolidada se enfrenta a una en ascenso, es probable que surjan tensiones”, señalan los expertos de Deutsche Bank.
EEUU, India y China ‘dominarán’ el mundo
En segundo lugar, mirando hacia el próximo cuarto de siglo, es probable que la India emerja como un actor geopolítico cada vez más relevante. Según estimaciones de la ONU, ya es el país más poblado del mundo, y esa ventaja solo seguirá creciendo. De hecho, las proyecciones de la ONU sugieren que, para 2050, la población de la India será un tercio mayor que la de China, y su población en edad de trabajar será más del 50% superior. Esta ventaja también se está haciendo evidente en términos económicos. La economía de la India está creciendo muy rápido (es la que más crece entre EEUU y China con diferencia), aumentando su participación en el PIB global. “Suponiendo que este patrón continúe, algo razonable dada su ventaja demográfica, la India desempeñará un papel cada vez más importante en los asuntos globales”, sentencia el informe de Deutsche Bank.
Por último, en un marco temporal de 25 años, vale la pena recordar que pueden surgir nuevas alianzas en lugares inesperados. Por ejemplo, hoy en día Estados Unidos y Japón son aliados cercanos, a pesar de la Segunda Guerra Mundial; lo mismo ocurre con Francia y Alemania, a pesar de las dos guerras mundiales. Así, las relaciones entre países que parecen rivales acérrimos pueden cambiar con sorprendente rapidez. Esto también se evidencia en la historia más lejana, con el Reino Unido y Francia luchando del mismo lado en las guerras mundiales, a pesar de haber sido enemigos durante siglos hasta las Guerras Napoleónicas. Un ejemplo similar es la Revolución Diplomática de 1756, que vio a Austria pasar de ser aliada de Gran Bretaña a aliarse con Francia. Esto subraya cómo la geopolítica puede cambiar de manera impredecible con el tiempo.
Fuente: Revista El Economista