La famosa paradoja del gato de Schrödinger estipula que el animal está vivo y la vez muerto hasta que se abre la caja en la que se encuentra metido. Algo así ocurre con la recesión de EEUU: unos creen que ya subyace en la debilidad de algunos indicadores y otros ni siquiera se la plantean. Una pieza clave de este rompecabezas, el mercado de trabajo, en vez de aclarar el panorama lo está dificultando aún más. Aunque el grueso de las últimas cifras muestra un patente deterioro de las los calientes datos posteriores a la pandemia, tampoco se puede hablar de descalabro y algunos indicios incluso apuntan a un cierto recalentamiento. Como ya pasó en 2023, el año de la no-recesión, se podría decir, el debate se calienta semana a semana y cada nuevo dato extrema las posturas.
Esta semana los ‘profetas’ de la recesión recibían algo de maná en sus manos. La confianza de los consumidores, medida por el Conference Board, es decepcionantemente baja, ya que el índice general ha caído a 98,7 en septiembre, frente a 105,6 en agosto (inicialmente se había informado de 103,3). La previsión de consenso era de 104 y el resultado publicado el martes inferior a lo previsto en la encuesta de Bloomberg: la cifra más baja fue 101, según 46 grupos diferentes. Las expectativas, a su vez, han caído de 86,3 a 81,7 puntos, mientras que el índice de las condiciones actuales bajó 10,3 puntos, hasta 124,3 puntos. Se trata de un descenso bastante alarmante y es el resultado más débil desde marzo de 2021 para las condiciones actuales.
La conclusión principal entre los analistas es que el deterioro de la percepción del mercado laboral tras los débiles informes oficiales de empleo de julio -que llegó a provocar pánico en los mercados financieros– y agosto probablemente ha impulsado la caída de la confianza en septiembre. El porcentaje de consumidores que consideran que el empleo es abundante ha descendido al 30,9%, el porcentaje más bajo desde 2021. Al mismo tiempo, una proporción cada vez mayor (18,3%) ha calificado los puestos de trabajo como “difíciles de conseguir”. El diferencial entre estas dos medidas es un indicador coincidente de las condiciones del mercado laboral y ha caído a su nivel más bajo en tres años, prolongando su mayor racha de descensos desde la crisis financiera mundial, corroborando lo que dicen otros indicadores prospectivos como las ofertas de empleo, que apuntan a una menor demanda de mano de obra.
La última entrega del Conference Board “sugiere que la gente está notando ahora un claro enfriamiento en el mercado laboral y esta medida tiene tendencia a liderar los cambios en la tasa de desempleo. Actualmente nos encontramos en niveles históricamente coherentes con un aumento de la tasa de desempleo por encima del 5% en los próximos meses. Si esto ocurre, el mercado tiene razón al esperar otro recorte de 50 puntos básicos en las reuniones de noviembre o diciembre del FOMC; recordemos que la semana pasada la Reserva Federal dijo que sólo esperaba que la tasa de desempleo subiera al 4,4% a finales de año”, valoraba James Knightley, analista de ING, tras conocer los datos.
Según el economista para EEUU del servicio de estudios del banco ‘naranja’, estas cifras también concuerdan con el descenso de la tasa de abandono, es decir, la proporción de trabajadores que renuncian a su empleo para cambiar de empleador. “Esto ha venido indicando que, o bien los empleos que se ofrecían no eran especialmente atractivos, o bien los trabajadores empezaban a valorar la permanencia en el puesto en caso de que fueran despedidos. Esto hace que la atención recaiga sobre el informe de empleo de EEUU de la próxima semana. Cualquier dato que se sitúe en torno a las 50.000 nóminas no agrícolas o si la tasa de desempleo reanuda su tendencia al alza, hará que se hable de la necesidad de que la Fed flexibilice más rápidamente su política monetaria”, ahonda Knightley.
Con la vista también en el informe de empleo relativo a septiembre que el Departamento de Trabajo publicará la semana que viene, desde el otro ‘frente’ hacen cábalas y no pueden ser más opuestas, así como sus conclusiones. Torsten Slok, socio y economista jefe de Apollo se fija en el dato de paro semanal de la segunda semana de septiembre para vaticinar una fortísima lectura de nóminas no agrícolas en septiembre, volviendo a la dinámica habitual el año pasado y comienzos de este de un número muy por encima de las previsiones que volvía locos a los operadores de mercado: “Esa semana, las solicitudes de subsidio de desempleo descendieron a 219.000 (este jueves se han revisado a 222.000), y dado que fue la semana de la encuesta para el informe de empleo de septiembre, esto sugiere que las nóminas no agrícolas de septiembre podrían situarse en 300.000“. Una cota muy por encima de las 89.000 de julio, las 142.000 de agosto e incluso las 200.000 que en el momento más ‘caliente’ se consideraban la frontera entre un dato fuerte y uno moderado. En la misma línea, el paro semanal publicado este jueves respecto a la semana anterior ha reflejado 218.000 peticiones iniciales del subsidio, mínimos de cuatro meses.
Para Slok, es “incoherente” afirmar que los datos económicos entrantes son sólidos pero que el mercado laboral se está debilitando. Por ejemplo, sitúa, si la estimación de PIB en tiempo real de la Fed de Atlanta es del 2,9% anualizado en el actual trimestre, significativamente por encima de la estimación del 2% de crecimiento a largo plazo de la Oficina Presupuestaria del Congreso (CBO), entonces el crecimiento del empleo se está acelerando y la tasa de desempleo está disminuyendo. “Con los datos del gasto de los consumidores, el gasto en capex y el gasto público aún fuertes, pronto deberíamos empezar a ver un repunte de las nóminas no agrícolas y un descenso de la tasa de desempleo”, insiste.
Observado la relación histórica con el PIB ‘en vivo’ de la Fed de Atlanta, el estratega de Apollo calcula que las nóminas no agrícolas del tercer trimestre se situarán en 240.000 puestos de trabajo creados cada mes en julio, agosto y septiembre. Es decir, se estaría asistiendo a un fuerte repunte del crecimiento del empleo en septiembre desde los bajos niveles de julio y agosto.
Buscando llenar aún más sus alforjas de argumentos, Slok saca a colación un nuevo documento de la Reserva Federal que examina la prociclicidad de las renuncias y la contraciclicidad de los despidos y que concluye que los despidos son un indicador adelantado de una recesión: “Durante las recesiones, las renuncias disminuyen a medida que aumentan los despidos. Pero esto no es lo que muestran los últimos datos sobre despidos y renuncias”.
Del mismo modo, considera el experto, con la bajada de los tipos hipotecarios y el famoso índice del precio de la vivienda Case-Shiller en el 5%, se podría asistir a un repunte del mercado inmobiliario. “Con la relajación de las condiciones financieras debido al recorte de 50 puntos básicos de la Fed y los fuertes vientos de cola para el crecimiento económico de la Ley Chips, la Ley de Reducción de la Inflación (IRA), la Ley de Infraestructuras, el fuerte gasto en Inteligencia Artificial y el fuerte gasto en defensa, la conclusión es que no hay signos de que la economía entre en recesión. Y debido a estos vientos de cola, no hay razones para esperar una recesión. Al contrario, los datos entrantes citados, en particular las solicitudes de subsidio de desempleo y el PIB de la Fed de Atlanta, apuntan a una reaceleración del crecimiento del empleo en los próximos meses”, sentencia el hombre de Apollo.
Mirar al pasado no calma el debate
La mirada al pasado que hace el doctor Jörg Krämer, analista económico de Commerzbank, también cauteriza los miedos de recesión. La crisis de 1973-75 y la recesión de comienzos de los años 1980, apunta, se vieron exacerbadas, al menos en gran medida, por los shocks de los precios del petróleo. Un drástico aumento de los precios del petróleo también exacerbó la crisis en 2008. Sin embargo, actualmente no hay señales de un shock de los precios de la energía. Los precios del petróleo crudo y del gas natural han caído en los últimos meses, y el gasto privado de los hogares en energía y gasolina es bastante bajo en comparación con los estándares históricos.
Otro factor desencadenante de las recesiones, continúa el experto del banco alemán, son los estallidos de burbujas en los mercados de activos, como en 2001 en los mercados bursátiles o en 2008 en el inmobiliario. Sin embargo, a pesar de la reciente corrección, los mercados bursátiles siguen estando cerca de sus máximos y sólo una caída drástica y sostenida de los precios podría desencadenar una recesión. Lo mismo ocurre con los precios inmobiliarios, que actualmente son más de un 6% más altos que el año anterior. En este contexto, la situación patrimonial de los hogares es sólida.
“El sobreendeudamiento de los hogares o las empresas suele asociarse a las burbujas, pero los datos disponibles no ofrecen ninguna indicación al respecto. Desde el máximo alcanzado en 2008, la deuda de los hogares ha disminuido de forma constante en relación con la producción económica (98% del PIB) y actualmente se sitúa en el 71%. La deuda de las empresas ha vuelto a caer tras el aumento a corto plazo durante la crisis del coronavirus y, con un 75% del PIB, se sitúa aproximadamente en el mismo nivel que hace cinco años. Por supuesto, la sólida situación general no descarta la posibilidad de desequilibrios en algunas áreas, como los préstamos al consumo a prestatarios de riesgo o partes del mercado de bonos. Sin embargo, los problemas en esos submercados son más bien un problema limitado”, escribe Krämer en una nota para clientes.
Es cierto que, admite el economista alemán, una política fiscal restrictiva también podría ser el detonante de una crisis. Sin embargo, plantea, aunque un cierto grado de austeridad sería apropiado en vista de los altos déficits de EEUU, hasta ahora no ha habido voluntad en Washington de cambiar el rumbo de la política presupuestaria. Por lo tanto, la política fiscal no ha tenido un efecto moderador sobre la economía en los últimos trimestres y, según los cálculos del Hutchins Center, es poco probable que esto cambie significativamente en los próximos trimestres.
Todo esto no le vale a los más pesimistas, como son los analistas de BCA Research incluso aunque la Fed afloje el yugo de los tipos. “Aunque las perspectivas de reducción de los costes de endeudamiento pueden levantar temporalmente la moral, prevemos que el deterioro de las condiciones del mercado laboral ejercerá una mayor influencia en el gasto de los consumidores. El crecimiento de la remuneración es el principal motor del gasto de los hogares, y no esperamos que los recortes desmesurados de tipos de la Fed repercutan en la economía a tiempo para evitar una recesión el año que viene”, señalan. “Otros vectores de crecimiento representan una parte comparativamente menor del PIB estadounidense y sus perspectivas son también sombrías. Por tanto, es poco probable que compensen el retroceso del gasto en consumo”, zanjan. Y sin el consumidor americano (dos tercios del PIB de la principal economía del mundo), hay poco que hacer. Que llegue ya el próximo informe de empleo.
Fuente: Revista El Economista