Como cada pocos años, EEUU se enfrenta a una de sus crisis recurrentes: el llamado ‘techo de la deuda’. El Tesoro lleva desde el pasado 2 de enero sin poder emitir más deuda pública para financiarse, y no podrá volver a hacerlo si el Congreso, que tiene la última palabra a la hora de emitir bonos, no aprueba una ley para permitir al Gobierno a seguir emitiendo más deuda. Hasta entonces, la Administración de Donald Trump tiene que tirar de sus ahorros y de los ingresos por impuestos para cubrir sus gastos. Y la Oficina de Presupuestos del Congreso (CBO, por sus siglas en inglés) ha advertido hoy de que ese dinero podría acabarse a finales de julio si todo va bien… y en mayo si los gastos van por encima de lo previsto. Una nueva crisis que amenaza con llevar a EEUU al borde del ‘default’ una vez más.

El origen de este problema recurrente es el hecho de que EEUU, al contrario de muchos otros países, no permite al Gobierno emitir deuda sin más para cubrir sus gastos. Y el Congreso lleva décadas aprobando autorizaciones limitadas, durante un par de años o poco más. La última se aprobó en 2023, y permitía al Gobierno de Joe Biden emitir deuda hasta el 2 de enero de este año. Desde entonces, el Tesoro que dirige Scott Bessent no ha podido emitir deuda nueva, solo renovar los bonos existentes que vayan venciendo.

Según los datos de la CBO, el Tesoro tiene unos 580.000 millones de dólares disponibles ahora mismo. Y sus cálculos apuntan a que su gasto deficitario, es decir, el que supera a lo que va ingresando por impuestos, alcanzará los 600.000 millones para finales de julio. En otras palabras: en cuatro meses, EEUU se quedará sin dinero para cubrir sus gastos si el Congreso no aprueba una nueva autorización para emitir deuda nueva.

A eso se añade el ‘riesgo Musk’. En un artículo publicado en el Washington Post hace dos semanas, directivos del Servicio de Ingresos Internos (IRS, la Agencia Tributaria estadounidense) advertían de que los recortes de plantilla ordenados por el DOGE, el equipo de recortes de gasto que dirige el fundador de Tesla, podrían salirles muy caros. En concreto, estimaban que los recortes de funcionarios, inspectores de Hacienda y otros mecanismos de control podrían suponer una pérdida de 500.000 millones de dólares en ingresos fiscales, un 10% de los ingresos anuales por IRPF, ante un aumento de la evasión y la falta de personal para comprobar las declaraciones de la Renta o de Sociedades.

En el peor de los casos, calcula la CBO, EEUU podría quedarse sin dinero para pagar sus gastos y entrar en ‘default’ a finales de mayo, advierten. Una situación que sacudiría de lleno a los mercados mundiales más de lo que ya lo han hecho las amenazas arancelarias del presidente. Aunque precisamente una de las esperanzas del presidente es que esos aranceles logren recaudar suficiente dinero para compensar la caída de recaudación que se espera por otras vías.

Un debate complejo

Por el momento, los republicanos han movido ficha en el Congreso para ampliar el techo de deuda y evitar este problema, aunque con calma. Su plan es incluir esta prórroga en el paquete de reforma fiscal con el que Trump quiere aprobar rebajas de impuestos por valor de 4,5 billones de dólares, financiadas principalmente con deuda pública. El calendario propuesto por el momento supondría presentar el borrador del plan el 7 de abril, antes de que las dos cámaras se vayan a unas largas vacaciones de Semana Santa, y debatirlo durante mayo, con el objetivo de aprobarlo entre junio y julio, a tiempo de irse de vacaciones de verano.

En teoría, introducir este cambio dentro de una reforma fiscal, que se puede aprobar por mayoría simple, permitiría esquivar las negociaciones con el Partido Demócrata: bastaría con los votos de la mayoría republicana de la Cámara de Representantes y el Senado. Pero hay dos problemas que amenazan este plan. El primero es que no hay un antecedente claro de una prórroga del techo de la deuda en una ley de reforma fiscal, así que, según un informe del Servicio de Investigación del Congreso, serían los letrados de la Cámara Alta los que decidirían si puede aprobarse una prórroga con mayoría simple, o si tendría que cumplir algunos requisitos adicionales. Y si decidieran que los votos de los demócratas son necesarios, todo este plan saltaría por los aires.

A eso se añade que las mayorías republicanas son relativamente pequeñas en ambas cámaras, con lo que tres diputados o cuatro senadores disidentes podrían tumbar el proyecto. Así, diversos grupos de congresistas con exigencias personales, desde diputados de Nueva York que quieren una rebaja fiscal específica para sus distritos hasta un trío de senadores que exigen recortes de gasto mucho mayores, pueden vetar en la práctica el proyecto entero. Contentar a todos sus diputados y senadores es un complejo ejercicio de encaje de bolillos que se hace aún más complicado bajo la presión del reloj. Hasta ahora, EEUU ha logrado desactivar la bomba siempre a tiempo. Pero el hecho de que sigan reactivándola cada poco tiempo aumenta el riesgo de que algún día les acabe estallando de verdad.

Fuente: Revista El Economista

Comparte: