La majestuosa obra de Gabriel García Márquez, Cien años de Soledad, llegó a Netflix. La historia de la familia Buendía logró estar en el Top 10 de series de habla no inglesa y por esa razón, Infobae Tecno habló con Álex García, el director argentino detrás de la esperada adaptación.
“En lo personal, fue un despertar, un renacer, porque nunca había filmado una historia en América Latina. Venir a Colombia para contar esta pequeña historia, fue algo muy bonito, fue reencontrarme con mi cultura y aprender de la cultura colombiana y a través de ese cubrimiento encontrarle la visión al proyecto”, confesó a Infobae sentado en Bogotá, donde se mostró entusiasmado y profundamente conectado con una obra que, más allá de su trascendencia literaria, lo llevó a un viaje personal y profesional inolvidable.
En sus palabras, la experiencia fue más que un reto: “Cuando llegué a la costa caribeña de Colombia, me di cuenta de que tenía que tirar todas mis ideas por la ventana y empezar de cero. Al conocer, observar y querer esa cultura fue que realmente empecé a entender el libro de una manera diferente”.
Adaptar la obra cumbre del Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez no es tarea fácil. No solo se trata de respetar una narrativa que ha marcado generaciones, sino de capturar el espíritu del realismo mágico y la riqueza de la cultura caribeña que inspiraron al autor. “El humor, la alegría contagiosa, la música, la comida… todo era sensorial. Fue como vivir en el realismo mágico”.
Y habló como si fuera un costeño, como se le dice en Colombia a quienes viven al norte del país. “Este proyecto me hizo ver la vida de manera diferente, tratar de sacarle jugo a todo, de ser optimista. Eso es lo que me llevo de la cultura costeña”.
El desafío personal y profesional de dirigir “Cien años de soledad”
Para Álex García, dirigir la adaptación audiovisual de Cien años de soledad no solo representó un desafío profesional de gran magnitud, sino también. un viaje personal transformador. El director argentino, quien nunca antes había trabajado en América Latina, reconoce que enfrentarse a esta producción lo hizo reconectarse con sus raíces.
“Yo ya estaba trabajando en el proyecto desde la pandemia, mientras estaba en Nueva Zelanda. Empecé a desarrollar mi visión, tomando fotos, dibujando, imaginándome cómo darle vida al libro”. Sin embargo, confiesa que llegar a Colombia cambió completamente su perspectiva.
El impacto del Caribe colombiano en la visión de García fue profundo. Desde los colores y las texturas hasta las historias que surgen de la cotidianidad, todo en la región le permitió replantearse cómo abordar el libro desde el audiovisual.
“El humor de la costa es muy particular. La forma en la que viven, a pesar de las dificultades y de una historia violenta, tiene una alegría contagiosa. La música, el vallenato, la comida, las frutas… todo eso me abrió los sentidos”, explica.
García compara esta experiencia con el propio espíritu del realismo mágico, ese elemento que impregna la narrativa de Gabriel García Márquez y que buscó transmitir en la serie. “Nada funciona en la costa y todo funciona”, señala, retomando una frase que escuchó durante su estadía en la región. “Ese caos que, de alguna manera, encuentra su orden, es exactamente lo que es el realismo mágico”.
Y agregó: “es una combinación de culturas tan ricas: las indígenas con sus creencias, la influencia africana con sus tradiciones de la muerte y la brujería, y la herencia cristiana, que trae sus propias narrativas. Todo eso, mezclado con una historia muy violenta por las luchas coloniales, te ayuda a entender mejor de dónde nace el realismo mágico”.
El director describe cómo este proceso no solo marcó la producción de Netflix, sino también, su crecimiento personal. “Fue un despertar. Nunca había trabajado en un proyecto que me exigiera tanto a nivel cultural, emocional y creativo. Este proyecto me enseñó a mirar de forma diferente, a tratar de entender el mundo desde otra perspectiva”.
Lecciones de la cultura y el realismo mágico
Trabajar en la adaptación de Cien años de soledad no fue solo un ejercicio creativo, sino una experiencia profundamente transformadora que lo marcó en el plano personal. La riqueza de la cultura costeña y el contacto con el realismo mágico moldearon su visión como director y la manera de entender la vida.
“Tratar de ver al mundo un poquito diferente, con una sonrisa, fue algo que me enseñó la cultura costeña”. Durante el tiempo que pasó en el Caribe colombiano, García se maravilló con la capacidad de los locales para encontrar alegría incluso en medio de la adversidad. “A veces, los porteños somos muy quejones, como dicen acá, somos ‘quejetas’. Pero el costeño tiene una perspectiva muy colorida y eso me impactó. Me hizo replantearme cosas de mi propia forma de ser”.
El proceso de inmersión en la cultura le recordó una lección importante sobre cómo la distancia puede ofrecer claridad. “A veces, la perspectiva lejana ayuda a criticar tu propia cultura”, señala García, reflexionando sobre cómo Gabriel García Márquez escribió Cien años de soledad desde México, lejos de su tierra natal. “Esa distancia te permite observar con más claridad, entender cosas que tal vez no podrías ver tan de cerca. Creo que ese mismo principio me ayudó a valorar aún más lo que estaba creando con esta serie”.
El aprendizaje de García se limitó a la cultura colombiana y a la naturaleza del realismo mágico. A través de su trabajo en la serie, logró apreciar mejor la complejidad de esta corriente literaria y cómo está profundamente arraigada en las vivencias del Caribe.
“El realismo mágico no es solo un recurso literario, es una forma de entender el mundo. Tiene sus raíces en la historia, en las creencias indígenas y africanas, en las historias orales que se transmiten de generación en generación. Y también, en cómo esa región tan rica culturalmente lidia con su propia realidad, que a veces es más mágica que cualquier ficción”, dijo.
El director destaca que esta forma de narrativa es una manera de sobrevivir. “La capacidad de contar historias llenas de magia, humor y caos es una forma de enfrentar las dificultades de la vida. Es lo que hace que Cien años de soledad sea tan especial: combina tragedias griegas, dramas familiares y humor costeño de una manera que solo Gabo pudo imaginar”.
Al final, la experiencia dejó en García un impacto que trasciende lo profesional. “Este proyecto no solo me permitió crecer como director, sino también, como persona. Me hizo ver la importancia de las historias que cuentan quiénes somos y de dónde venimos. Y eso, creo, es el mayor regalo que me dio esta experiencia”.
La influencia de la cultura costeña en la serie
El Caribe colombiano fue el epicentro de inspiración para la adaptación de Cien años de soledad. Para Álex García, sumergirse en las costumbres, creencias y la energía de la región no solo fue una experiencia transformadora, sino que le permitió conectar profundamente con el mundo que creó Gabriel García Márquez en su obra.
“El humor de la costa es único y la alegría contagiosa del costeño me marcó mucho … Es impresionante cómo, a pesar de una vida cotidiana que puede ser difícil, que ha sido históricamente violenta y con carencias, ellos encuentran una forma de reírse, de seguir adelante. Eso es mágico”.
La relación con el realismo mágico comenzó a volverse clara para el director al explorar los paisajes y conocer a las personas de la costa o costeños. “Es casi como si el realismo mágico naciera de ahí mismo. Es un caos que tiene una lógica interna, como si todo se organizara a pesar de que nada parece estar en orden”. Y toda esta mezcla esta rodeada de cada elemento cultural como la música vallenata hasta las creencias espirituales, las cuales se integran naturalmente al espíritu del libro.
“En el Caribe conviven tantas influencias: las creencias indígenas, como las de los wayú, que fueron muy importantes en la vida de Gabo; las creencias africanas, que trajeron conceptos como la brujería; y, por supuesto, la influencia cristiana. Esa mezcla de culturas y creencias forma el ADN de Cien años de soledad”, señala.
“Gabo se crio en una casa donde había tres ayudantes wayú. Muchas de sus creencias sobre la muerte, los espíritus y lo sobrenatural provienen de esa influencia indígena. Es algo que fue clave para entender el libro y, en consecuencia, para adaptar la serie”, afirmó al referirse con la magia que encontró tras leer el libro y conocer la cultura; encontró el verdadero realismo mágico.
A medida que el equipo exploraba los paisajes y las historias de la región, García fue descubriendo detalles que cambiaron su perspectiva sobre la obra. “Es un despertar sensorial. La música, la comida, las frutas, la energía… Todo es parte de la vida cotidiana de la costa, y eso se refleja en la narrativa de Gabo. Es una cultura que, de manera inherente, tiene ese espíritu del realismo mágico”.
Esta inmersión en el Caribe colombiano le permitió captar la esencia de la novela y replantearse cómo traducir esa riqueza cultural al formato audiovisual. “Todo lo que vivimos ahí nos ayudó a darle vida a esta visión. Era importante que la serie fuera profundamente auténtica, que no solo narrara la historia de Macondo, sino que reflejara la riqueza y las complejidades del Caribe colombiano”.
El respeto por la obra original de ‘Gabo’
Adaptar una obra como Cien años de soledad, considerada un hito de la literatura universal, exige un equilibrio delicado entre el respeto por el texto original y las necesidades narrativas del formato audiovisual. Para Álex García, cualquier cambio en la serie tuvo como único propósito profundizar en la historia y nunca se trató de alterar la esencia del libro de Gabriel García Márquez.
“Los momentos que tuvimos que cambiar nunca surgieron de un ‘hagamos algo por hacerlo’. El formato audiovisual es diferente, y había cosas que simplemente necesitaban un poco más de desarrollo para que se sintieran en pantalla”, explicó.
Uno de los ejemplos que menciona frente a este tema, es la relación entre Aureliano y José Arcadio, personajes clave de la primera generación de los Buendía. “En el libro, Gabriel García Márquez te da muy poco sobre la infancia de estos dos personajes. Sin embargo, cuando José Arcadio se va con los gitanos, eso deja un impacto tan profundo en Aureliano que altera su personalidad por completo. Se convierte en un hombre tímido, solitario, que se refugia en el taller durante años”.
Para transmitir esa transformación en pantalla, el equipo creativo decidió construir pequeños momentos de interacción entre los hermanos. “Inventamos escenas como ellos jugando en el río, cazando juntos o hablando sobre el despertar sexual de José Arcadio con Pilar Ternera. Estas escenas, aunque no están en el libro, ayudan a construir la relación entre los hermanos, para que cuando José Arcadio se va, realmente se sienta por qué Aureliano queda tan herido”.
Cuando uno ve la serie, se da cuenta que el respeto por el espíritu de la obra fue una prioridad absoluta. Según el director, cada decisión creativa fue cuidadosamente debatida y siempre buscó honrar la narrativa y los personajes creados por Márquez. “Sabíamos que cualquier cambio debía sentirse orgánico y fiel al mundo de Cien años de soledad. Nunca nos alejamos del alma de la historia”.
Además, García destaca la universalidad de la obra, algo que permitió mantener la autenticidad colombiana sin preocuparse demasiado por adaptarla para audiencias globales. “El objetivo nunca fue hacer algo para un público internacional. La historia ya es universal en sí misma, con temas y arcos narrativos que resuenan en cualquier parte del mundo. Nuestro enfoque siempre fue mantenernos fieles al Caribe colombiano”.
En este viaje, Álex no deja de sorprenderse de cómo la esencia de la obra trasciende las barreras del idioma y la cultura. “Gabo siempre dijo que su traducción favorita era la inglesa, y cuando leí el libro en inglés me impactó mucho. Sentí el ritmo, la prosa y la energía de Gabo, incluso en otro idioma. Eso me tranquilizó y me hizo confiar en que, si manteníamos la autenticidad, la historia hablaría por sí misma”, reflexionó.
Así que García y su equipo lograron adaptar un clásico literario al lenguaje audiovisual sin comprometer su profundidad ni su magia.
Los personajes favoritos y el análisis de Álex García sobre la obra
La riqueza y complejidad de los personajes de Cien años de soledad son uno de los pilares de la novela. Para Álex García, fueron un desafío y una fuente de reflexión personal. Algunos personajes lo cautivaron por sus trayectorias emocionales, mientras que otros lo hicieron sentir rechazo por sus acciones, pero todos, sin excepción, le dejaron una profunda impresión.
“Tal vez es muy obvio, pero el coronel Aureliano Buendía siempre me generó un cariño especial”, en su análisis, el director destaca cómo este personaje encarna muchas de las tragedias y contradicciones de la obra. “Es el primer niño que nace en Macondo, y ya desde ese momento tiene un aire de soledad que lo acompaña toda su vida. Es inteligente, tímido, pero también profundamente herido por las tragedias que enfrenta. Primero pierde a su hermano, luego a Remedios y después encuentra un propósito en la política, pero incluso eso lo lleva a un lugar oscuro”.
El arco narrativo del coronel, señala García, es un reflejo de la historia de las dictaduras latinoamericanas. “Gabo podría haberlo convertido en un héroe que salvaba Macondo, pero no lo hizo. En cambio, lo lleva por un camino que lo corrompe y lo aleja de sus ideales. Es un personaje que comienza lleno de buenas intenciones, pero termina matando a inocentes. Esa complejidad es lo que lo hace tan humano y tan poderoso”.
Otro personaje con admiración es Amaranta, quien representa una soledad distinta, pero igualmente desgarradora. “Amaranta es una mujer que no fue amada como niña. Su madre la abandona emocionalmente porque está demasiado ocupada con su hijo mayor, y eso marca su vida para siempre”, explica. Según el director, Amaranta canaliza esa falta de amor en un odio hacia los demás, especialmente hacia su hermana. “Es brutal cómo no es tanto que ella esté enamorada de Pietro Crespi, sino que no quiere ver feliz a su hermana. Es una motivación oscura y trágica, pero profundamente humana”.
García no duda en señalar que esta falta de amor es un tema central en la novela. “Una vez le preguntaron a Gabo por qué el libro es tan trágico, por qué a todos los personajes les pasan cosas tan fuertes. Y él respondió: ‘Porque nadie sabe amar’. Eso me quedó grabado, porque si te fijas, Úrsula nunca les dice a sus hijos que los ama. Hay una falta de afecto que atraviesa a toda la familia Buendía”.
Sin embargo, no todos los personajes despertaron admiración en García. Algunos, como Aureliano Segundo, lo desafiaron a conectar con sus defectos. “Hace unas barbaridades que son difíciles de aceptar como lector. Pero, como director, tienes que tratar de entender a todos los personajes, incluso a los villanos, porque cada uno tiene una razón para ser como es”.
Otro más es Moscote, el político hipócrita que representa la corrupción. “Es el típico personaje que va a misa, se confiesa y después le roba al pueblo. Esa hipocresía es muy fea de ver, pero tristemente es algo que hemos visto repetirse una y otra vez en nuestra región”.
Para García, cada personaje de Cien años de soledad aporta algo esencial a la narrativa, ya sea a través de su humanidad, sus defectos o sus tragedias. “Esa es la magia de Gabo. Te hace amar y odiar a sus personajes al mismo tiempo. Y eso, como director, es un regalo y un desafío enorme”.
Hablar con Álex en Infobae también fue mágico. Fue entender cómo se logró conectar con el libro que muchos leímos y esa nueva mirada artística audiovisual de la obra del Nobel de Literatura que hoy, ha logrado conquistar nuevamente al mundo con Macondo por medio de una pantalla.