Como parte de las conversaciones iniciadas entre Bruselas y Pekín para fijar aranceles a las importaciones de baterías de vehículos eléctricos de China, ambos Ejecutivos entraron en una negociación para fijar un precio mínimo a las importaciones de estos productos procedentes del gigante asiático. Una vía que se ha retomado en un intento por allanar el camino a la retirada de las tasas que la UE impuso finalmente a este tipo de productos procedentes de China.
En el marco de la conversación que el comisario de Comercio, Maros Sefcovic, mantuvo la pasada semana con el ministro de Comercio chino, Wang Wentao, se ha abierto la posibilidad de fijar unos niveles mínimos de precios a los coches importados de China.
La idea es que la UE retire los aranceles que impuso el pasado año a las importaciones de vehículos eléctricos del gigante asiático a cambio de que se fije este precio mínimo a los coches chinos. Concretamente, el bloque comunitario fijó un gravamen de hasta el 35% para las firmas que no habían colaborado con la investigación, al 20,7% para las empresas que han colaborado en el proceso.
Durante su conversación, la pasada semana, el comisario de Comercio y el ministro chino hablaron de un amplio abanico de temas, incluido la sobreproducción, unas condiciones equitativas y un acceso justo al mercado chino para las compañías europeas.
“También han acordado continuar hablando de un precio mínimo para los vehículos eléctricos como posibles alternativas a los aranceles comunitarios”, ha indicado el portavoz comunitario, Olof Gill. La idea de Bruselas pasa también por que China resuelva también la cuestión de los subsidios a sus empresas, y que lo haga a través de compromisos que sean medibles.
Si bien esta vía de negociación estuvo sobre la mesa durante las conversaciones sobre los subsidios de los que Pekín dotaba a su industria y que han tenido como respuesta los aranceles, la propuesta no llegó a cuajar. Ahora ambas potencias retoman las conversaciones con un tono fresco, con una perspectiva nueva, en aras de llegar a una nueva fórmula común.
Fuente: Revista El Economista