A la inflación dando y con los tipos rogando

Sostenella y no enmendalla. Esta expresión popular que se dice en castellano antiguo para señalar la cabezonería de alguien que, por orgullo, no quiere rectificar a pesar de saber que se ha equivocado, cuadra hoy para definir la obstinación de los rectores del Banco Central Europeo (BCE) con su presidenta Christine Lagarde a la cabeza en mantener las continuas subidas de los tipos de interés para reducir las tasas de inflación, sin conseguir el objetivo, o al menos en los niveles deseados.

 

Un empecinamiento que choca frontalmente con las voces de expertos y analistas, cada vez más y cada vez con mayores argumentos, que empiezan a plantearse si no se estará siguiendo una estrategia equivocada y estaremos vistiendo al apóstol de la inflación desnudando al santo de la economía hasta condenarnos a una peligrosa situación de desaceleración de las economías del euro, que asoma ya en países como España, donde como avanzaba este periódico el Gobierno teme un empeoramiento de la economía fruto de un mayor endurecimiento de la política monetaria del BCE. Hasta el punto de que en el documento que Moncloa remitió a la Comisión Europea reconoce que, si la institución monetaria eleva los tipos de interés en 120 puntos básicos, el PIB llegaría a caer hasta un 0,8% respecto al escenario macroeconómico base en 2026.

España es también el país que lidera la caída de las hipotecas en la UE, mientras la banca española constata un desplome de la demanda de créditos de las empresa y familias superior a la media de la zona euro.

“Elevar los tipos en este contexto contraerá aún más el consumo, retrasará las inversiones y también deteriorará el mercado laboral”, aseguraba Stanilas Jourdan, director ejecutivo de Positive Money Europe, analizando las subidas de tipos de interés del Banco Central Europeo, insistiendo en su política de seguidismo de la Reserva Federal de EEUU sin reparar que en la cuestión de la subida continuada de los precios existen dos tipos de trastornos: la inflación de demanda y la inflación de oferta. Y en el caso que nos ocupa hoy en Europa y en España parece evidente que tras la fuerte desaceleración de las economías derivadas del Covid y de la invasión de Ucrania, con caídas relevantes en la actividad y en el consumo, aderezadas por los graves problemas de suministro de materias primas y productos intermedios, estamos ante un caso claro de inflación de oferta?por inflación de costes. Es decir que la escalada de los precios no se produce por un crecimiento de la demanda sino por el encarecimiento de los costes de producción, energéticos, de transportes, salariales y por un incremento abusivo de los impuestos y las cotizaciones.

Un caso singular en el que aplicar medidas indiscriminadas de alzas en los tipos de interés para restringir el dinero en circulación de las empresas y particulares, elevando también el precio de las hipotecas y los créditos, dañando la capacidad de las empresas para financiar su actividad, induce a provocar caídas del consumo y la inversión con las consiguientes repercusiones negativas sobre la producción y el empleo que terminarán por provocar una recesión más larga y profunda, con la consiguiente destrucción de puestos de trabajo y el aumento de los niveles de pobreza.

“Es cuestión de tiempo que el BCE se muestre impotente para hacer frente a la inflación del shock de la oferta por la energía y de los cuellos de botella del comercio global. Así que necesitamos un debate democrático mucho más matizado sobre esto, y ser muy críticos con la idea de que más aumentos agresivos de tipos son una política inteligente”, reflexionaba Philipp Heimberger, economista del Instituto de Estudios Económicos Internacionales de Viena.

Y es aquí donde se produce la controversia. Porque a diferencia de Estados Unidos que es exportador neto de energía, en Europa importamos materias primas, pero somos exportadores de manufacturas y productos industriales, lo que esto debería ser motivo suficiente para que desde el BCE empezaran a abandonar la estela norteamericana y no subir los tipos para dejar que el euro se devalúe más respecto al dólar. Cierto que esto encarecería la energía importada, pero también lo es que ayudaría a aumentar las exportaciones y se generaría actividad. Todo ello acompañado de políticas de estímulos como bajar impuestos para fomentar la productividad y la competitividad. ¡Que se enteren!

Fuente: Revista El Economista

Compartir esta noticia

Facebook
Twitter
Scroll al inicio