La cumbre de líderes del G20 ha llegado a un consenso en la noche del lunes y han emitido un comunicado final en el que hablan de impuestos a los superricos, sin concretar cómo se va articular ni cuándo se va a aplicar. El documento simplemente reza que se comprometen a dar su apoyo a una “tributación progresiva” para que esas grandes fortunas de los países paguen de manera más efectiva y contribuyan al desarrollo de sus países. Asimismo, se comprometieron a “seguir abordando” la propuesta de Lula, secundada por Pedro Sánchez, de crear un impuesto universal a las fortunas más grandes del mundo.

“Con pleno respeto a la soberanía fiscal, procuraremos cooperar para garantizar que las personas con un patrimonio neto muy elevado paguen impuestos de manera efectiva”, reza la declaración de las mayores economías del mundo, resultado de la primera jornada del foro que se celebra en Río de Janeiro y que concluye este martes.

La clave de esta propuesta de la presidencia brasileña del G20 tiene como objetivo evitar que las grandes fortunas eviten evadir impuestos trasladándolas a paraísos fiscales. La intención de Lula es que los países lleguen a consensuar una convención o un tratado que evite este tipo de prácticas evasivas de impuestos.

En este sentido, la iniciativa de Brasilia argumenta que si las casi 3.300 personas más ricas del globo pagasen un impuesto universal del 2% de sus riquezas en cualquier país del mundo, sería posible llegar a recaudar al año entre 200.000 y 250.000 millones de dólares para ayudar a combatir el hambre, la pobreza y el cambio climático, los tres pilares sobre los que se fundamenta esta convención de Río.

“Esperamos seguir debatiendo estas cuestiones en el G20 y en otros foros pertinentes, contando con los aportes técnicos de las organizaciones internacionales pertinentes, el mundo académico y los expertos”, aseguraron los líderes de las economías más grandes del mundo en su declaración.

En sí, parece que solo el mero hecho de debatir este asunto en el seno del G20 ya resulta un “éxito” para la presidencia brasileña. Hablar de cooperación fiscal “podría implicar el intercambio de mejores prácticas, el fomento de debates en torno a principios fiscales y el diseño de mecanismos contra la evasión fiscal, incluido el abordaje de prácticas fiscales potencialmente perjudiciales”, dicen los líderes.

La declaración consta de 85 puntos en los que, además de hablar de fiscalidad, se hace una leve reflexión, sin objetivos claros y con lenguaje muy ambiguo sobre cómo solucionar los dos conflictos que, a día de hoy, mantienen las relaciones internacionales en una tensión que nunca se vio desde la Guerra Fría.

Las guerras de Gaza y Ucrania, sin nombres

En el comunicado, el grupo expresó su “profunda preocupación” ante lo que calificaron de “catastrófica situación humanitaria” que se está viviendo en la Franja de Gaza y en la escalada de violencia del Líbano, ambos lugares bombardeados y sufriendo invasiones por parte del Ejérctico israelí desde hace más de un año.

En el caso de la invasión rusa de Ucrania, en el documento destacan el “sufrimiento humano” y sus efectos negativos en lo que respecta a la seguridad alimentaria y energética mundial, así como a las cadenas de suministro, la estabilidad macrofinanciera mundial, la inflación y el crecimiento.

“Acogemos con beneplácito todas las iniciativas pertinentes y constructivas que apoyen una paz amplia, justa y duradera, defendiendo todos los Propósitos y Principios de la Carta de las Naciones Unidas para la promoción de relaciones pacíficas, amistosas y de buena vecindad entre las naciones”, declaran.

Lo reseñable de todo esto es que en ningún momento se nombra a Rusia, a pesar de que el G7 sí presionó para que apareciese. Pero las potencias emergentes, con Brasil a la cabeza, quisieron que se pusiesen ambos conflictos sin nombres y apellidos porque, en el caso de Gaza y el Líbano, si se llega a mencionar a Israel como responsable, Estados Unidos habría vetado la declaración conjunta.

Lo que sí señalaron es la “urgente necesidad” de aumentar el flujo de ayuda humanitaria “para proteger a los civiles”, pero sin hablar de culpables.

Milei, portavoz de Donald Trump

El presidente de Argentina, Javier Milei, está en la misma línea que el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, en cuanto a los Objetivos de Desarrollo Sostenible se refiere. Así, concluyó que el G20 “está en crisis”.

El libertario argentino avaló el comunicado del G20, pero con reservas. Rechazó todas las disposiciones ligadas a la Agenda 2030 de las Naciones Unidas y rechazó también el impuesto a los superricos.

Cuando tomó la palabra en la sesión plenaria, dejó claro que firmaría el documento a pesar de su posición en contra en diferentes aspectos. Esto es una estrategia diplomática que ya se empleó en otras convenciones del grupo, lo que permite mantener la unidad del G20 a la vez que los mandatarios puede expresar su disidencia con respecto al pacto.

Así, en dos comunicados emitidos por la Casa Rosada (uno desde Brasil y otro desde Buenos Aires), el Gobierno de Argentina aseguró que “por primera vez” firmó la declaración conjunta “disociándose parcialmente de todo el contenido vinculado a la Agenda 2030”.

En lo que respecta a los conflictos armados, desde el gabinete del libertario aseguran lo siguiente: “Argentina considera que el mundo está atravesando un momento de grave peligro en materia de seguridad internacional, con violaciones a la integridad territorial de algunas naciones, como Ucrania, y con acciones que buscan expresamente la desaparición del Estado de Israel”.

Con respecto al impuesto a las grandes fortunas y a la erradicación de la pobreza, el libertario dijo en la sesión plenaria, frente a todos los líderes que “sea por malicia o ignorancia, la mayoría de los gobiernos modernos han insistido en el error de que para combatir el hambre y la pobreza hace falta mayor intervención estatal”.

Para el presidente argentino, “el capitalismo es suficiente”, ya que “el libre mercado ya sacó de la pobreza extrema al 90% de la población global”. Una afirmación que resulta paradógica cuando el presidente electo de EEUU, Donald Trump, uno de sus principales referentes ideológicos, pretende poner aranceles y limitar el comercio mundial.

En lo que respecta al presidente saliente de los Estados Unidos, Joe Biden, estuvo completamente ausente. El dirigente llegó tarde a la foto de familia y, posteriormente, se retiró al hotel, ausentándose de la segunda sesión de debate sobre la reforma de los organismos internacionales.

Fuente: Revista El Economista

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