La victoria electoral de Donald Trump en EEUU es el remate a la ‘tormenta perfecta’ que se cierne sobre la economía alemana desde la pandemia. Aunque la política comercial de agresivos aranceles que pretende aplicar el próximo inquilino de la Casa Blanca preocupa en todos los confines del mundo y, por supuesto, en Europa, Alemania es el gran punto débil. La tradicional máquina exportadora europea ya viene sufriendo en los últimos tiempos y las pretensiones de Trump amenazan con un golpe que puede resultar letal en medio del marasmo económico (crecimiento plano desde el covid y continuos escarceos con la recesión técnica) y político (el débil gobierno tripartito encabezado por los socialdemócratas acaba de volar por los aires) que atraviesa el país, motejado por la prensa financiera internacional -igual que hace 20 años- como el ‘hombre enfermo’ de Europa.

Todo parece haberse conjurado en contra de la histórica ‘locomotora económica’ del Viejo Continente. La salida de la pandemia ha venido con el fin del barato gas ruso por la guerra un Ucrania (esencial para el musculoso brazo industrial teutón), unos tipos de interés mucho más altos (tras la ola inflacionaria) y un más acusado cambio de dinámica desde China (el ‘amigo’ chino ya compra menos valor añadido a Alemania por su debilidad tras el covid y porque lo produce él mismo). Demasiado para Berlín, que ya venía arrastrando vientos de cara estructurales y que ahora ve cómo el ‘amigo’ americano le suelta la mano en lo alto del precipicio.

Aunque se sitúan muy lejos del efectismo del 60% pretendido para China, los aranceles estadounidenses propuestos por Trump del 10% para Europa revisten una clara amenaza. Especialmente para una Alemania que ha visto como el citado ‘amigo’ americano le ha seguido comprando mientras Pekín, su socio comercial por excelencia en las últimas décadas, se alejaba. Un ‘salvavidas’ trascendental para una economía cuyas exportaciones representan casi el 50% del PIB.

Las exportaciones a EEUU representan alrededor del 3,8% del PIB alemán y suponen el 10% del total de las exportaciones del país. Como constataba este verano el economista Stéphane Colliac en un informe de BNP Paribas, la tendencia ha ido a más: “Las exportaciones a EEUU ya están impulsando el comercio exterior alemán, que ha contribuido a un importante cambio: el regreso de la eurozona como el mayor proveedor de EEUU, por delante de China. Para Alemania, las exportaciones a EEUU representan un verdadero motor de crecimiento: +5,6% interanual en los primeros cuatro meses de 2024 hacia Estados Unidos y +40,4% en comparación con el mismo período de 2019 (en comparación con +3,2% hacia China en comparación con 2019)”.

Daniel Kral (Oxford Economics): “Si EEUU se pone proteccionista, Alemania está acabada”

Ante esos datos, es normal que en Alemania contengan la respiración y los analistas se pongan en lo peor. Ya lo advertía de forma providencial hace un mes Daniel Kral, analista de Oxford Economics, cuando todavía había esperanza en una victoria de los demócratas en EEUU. “China ha ascendido en la cadena de valor y ya no impulsa el crecimiento basado en las exportaciones de Alemania. Si EEUU se pone proteccionista, Alemania está perdida”, publicó el analista en un post de X en el que empleó la expresión is cooked, que se puede traducir al castellano como ‘está perdida’ o ‘acabada’.

El resultado electoral -con barrida de Trump en votos, en el Senado y en la Cámara de Representantes- ha confirmado los peores presagios. “De cara al futuro, se han ensombrecido las perspectivas a corto y largo plazo de la economía alemana. Un segundo mandato de Trump y las previsibles nuevas tensiones comerciales afectarán a la economía alemana”, diagnostica Carsten Brzeski, economista jefe en ING y habitual ‘médico’ de la economía germana. “Aunque las exportaciones podrían aumentar a corto plazo, ya que los importadores tratan de adelantarse a los aranceles, probablemente caerán si Trump sigue adelante con su amenaza”, plantea sin paños calientes Franziska Palmas, de Capital Economics.

El roto puede ser especialmente grande para el doliente sector del automóvil, otrora la ‘joya de la corona’ del industrialismo alemán. “No hace falta mucha imaginación para imaginar que los aranceles de EEUU sobre los coches europeos sumirán a la industria automovilística alemana en problemas más profundos”, adelanta Brzeski. La insignia nacional, Volkswagen, y otras históricas firmas como BMW Mercedes-Benz no dejan de encadenar titulares negativos en la prensa: sucesivos recortes de estimaciones de beneficio, zarandeos constantes en la demanda china, cierre de plantas incluso en suelo alemán, retroceso en ventas ante los más baratos modelos chinos… El estacazo comercial por parte de Trump sería el ‘tiro de gracia’ y, en previsión de ello, los inversores penalizaron ya ayer en bolsa a marcas como BMW, que borró más de un 7%.

Las consecuencias no tardarían en expandirse al grueso de la economía. Las perspectivas de crecimiento se han rebajado tras la elección de Trump. Goldman Sachs espera ahora que el PIB de Alemania crezca solo un 0,5% en 2025 (frente al 0,9% anterior) y Berenberg ha reducido su previsión del 0,5% al 0,3%.

“El debilitamiento de la demanda exterior y el aumento de la incertidumbre en un momento en que los márgenes de beneficio se están reduciendo perjudicarían a la inversión y enturbiarían las perspectivas de empleo, sobre todo si se tiene en cuenta la considerable acumulación de mano de obra tras la pandemia”, advierte en una nota para clientes el equipo de UniCredit Research encabezado por Daniel Vernazza.

El efecto negativo puede llegar incluso al bolsillo de los alemanes. “Los aranceles más elevados desvían la demanda estadounidense de los bienes producidos en la eurozona y Alemania, lo que reduce la inflación en la eurozona. Sin embargo, el aumento de los aranceles estadounidenses provoca la apreciación del dólar, lo que encarece las importaciones de la zona euro. Además, cabe esperar aranceles de represalia por parte de la UE con un desfase temporal a partir de 2026, lo que también aumentará los precios al consumo en Alemania”, explica Jörg Krämer, de Commerzbank.

En un informe titulado precisamente ‘Qué significa la victoria de Trump para Alemania’, Krämer expone otra derivada negativa para Alemania del regreso de Trump, que nos otra que un mayor éxodo de empresas de Alemania hacia el otro lado del Atlántico, intensificando un fenómeno que ya se estaba produciendo: “(El presidente electo) ha anunciado su intención de reducir el tipo impositivo de las empresas del actual 21% al 15%. Tras la experiencia de su primera presidencia, es probable que aplique en gran medida este plan, lo que pondría a Alemania aún más a la defensiva. El tipo impositivo efectivo para las empresas (incluido el impuesto sobre el comercio) ya es significativamente más alto que en los EEUU o en otros competidores europeos. Por tanto, es probable que la victoria de Trump intensifique la competencia fiscal y apoye la tendencia de las empresas alemanas a trasladar cada vez más su producción a EEUU”.

Ucrania, la OTAN y la política nacional

Otro punto negativo lo encuentra Kramer en la geopolítica. Aunque es un problema que atañe al conjunto de Europa, Alemania concita bastantes focos en todo lo que rodea a Ucrania el futuro de la OTAN: desde las críticas al canciller Olaf Scholz por vacilar en su apoyo a Ucrania hasta las presiones de la Administración Biden a la ‘locomotora’ europea para que aumentara su gasto en Defensa hasta el 2% del PIB. La vuelta de Trump abre numerosas incógnitas en este frente, pero la actitud ambivalente del mandatario hacia la OTAN es un riesgo a largo plazo que a menudo se subestima, pone de relieve Kramer. “Es probable que Trump también presione a los países europeos para que gasten más en defensa, como hizo en su primer mandato”, aquilata Vernazza, desde UniCredit.

“No sería un problema si no existieran amenazas militares significativas en Europa. Pero Rusia es agresiva y las capacidades defensivas de las democracias europeas son débiles. Por lo tanto, existe un cierto riesgo de que, tras una posible victoria sobre Ucrania dentro de unos años, una Rusia fuertemente armada se vuelva contra los países bálticos, por ejemplo. Sin garantías ilimitadas de seguridad por parte de Estados Unidos en el marco de la OTAN, los inversores podrían en algún momento empezar a descontar conflictos militares en Europa con una probabilidad baja, pero no despreciable. Esto tendría un impacto claramente negativo en los mercados financieros y el desarrollo económico”, ahonda el economista alemán.

Desde ING, Brzeski alerta de que la incertidumbre sobre el apoyo estadounidense a Ucrania no sólo pesará sobre las perspectivas de inversión y consumo, sino que también es un tema político importante en Alemania, lo que conduce al reciente colapso del gobierno alemán y sus implicaciones económicas con el potencial escenario de nuevas elecciones el próximo marzo, de las que la única opción aritmética viable que puede salir ahora mismo es la ‘enésima’ gran coalición entre la CDU y los socialdemócratas.

“A corto plazo, es probable que este colapso lastre el sentimiento y frene las inversiones y el consumo. Desde un punto de vista más positivo, un nuevo gobierno podría, y subrayo lo de podría y no lo hará, acabar por fin con la actual parálisis de la política económica en Alemania y proporcionar al país la tan esperada certidumbre y orientación en materia de política económica sobre cómo restablecer el crecimiento y la competitividad”, se muestra cauteloso el economista, reconociendo que las perspectivas de crecimiento de Alemania dependerán en gran medida de “la capacidad de un nuevo gobierno para fortalecer la economía nacional en medio de una posible guerra comercial y unas políticas industriales aún más estrictas en EEUU”.

Fuente: Revista El Economista

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