La UE contiene el aliento ante la vuelta a la Casa Blanca del líder republicano Donald Trump. La victoria electoral del expresidente Trump abre la puerta en la UE a una serie de fantasmas: tensiones comerciales, presiones arancelarias y, en definitiva, incertidumbre respecto a una longeva asociación. Ante este escenario, Bruselas felicita al recién electo líder estadounidense y apela que tenga en cuenta el estrecho vínculo entre ambas regiones.
“Felicito calurosamente a Donald J. Trump por su elección como 47º presidente de Estados Unidos. Estoy deseando volver a trabajar con el presidente Trump para impulsar una agenda transatlántica sólida”, ha indicado este miércoles la jefa del Ejecutivo comunitario, Ursula von der Leyen en un comunicado.
La alemana ha querido poner en valor la estrecha relación entre la UE y Estados Unidos. “Estamos unidos por una verdadera asociación entre nuestros pueblos, que une a 800 millones de ciudadanos. Este vínculo es profundo y está arraigado en nuestra historia común, en nuestro compromiso con la libertad y la democracia, y en nuestros objetivos comunes de seguridad y oportunidades para todos.
La presidenta ha mostrado su voluntad de trabajar con el futuro presidente de Estados Unidos en “una asociación transatlántica que siga beneficiando a nuestros ciudadanos”. En este sentido ha enfatizado que “millones de puestos de trabajo y miles de millones en comercio e inversión a ambos lados del Atlántico dependen del dinamismo y la estabilidad de nuestra relación económica”.
El escenario de una vuelta de Trump a la Casa Blanca era una de las opciones a las que se podría enfrentar la UE, aunque de salir victoriosa Kamala Harris la sensación en el bloque comunitario habría sido otra. La relación de la última administración del líder republicano con Bruselas era meramente transaccional, lo que en cierta forma daba predictibilidad al tipo de vínculo que mantenía con la Casa Blanca y facilitaba la relación con los 27 Estados miembro.
Los expertos, pero también las propias declaraciones de Trump, auguran una relación más complicada entre la UE y Estados Unidos. No en vano, el líder republicano prometía en campaña imponer aranceles a todos los bienes europeos importados al mercado estadounidense. Otras tensiones con Washington que no han sido resueltas podrían agravarse, como es el caso de los aranceles al aluminio y al acero o las ayudas a Airbus y Boeing.
Pero la vuelta del republicado a la Casa Blanca tendrá implicaciones también en relación con los acuerdos alcanzados a nivel internacional para mitigar los efectos del cambio climático o la propia transición verde auspiciada por la ley de Reducción de la Inflación estadounidense, en favor de revitalizar las industrias intensivas en carbono, principalmente petróleo y gas.
En los primeros años de su primer mandato, Trump pilló desprevenidas a las capitales comunitarias. Aunque tampoco fue fácil la relación establecida en el arranque de legislatura de la administración de Joe Biden, por las dificultades en la entrega de vacunas durante el Covid y las roturas en la cadena de suministro.
La coyuntura actual muestra a una UE más dependiente en términos energéticos de Washington. La invasión militar rusa de Ucrania no dejó a Bruselas otra opción que alejarse de Moscú y buscar otras fuentes de suministro de gas. El resultado han sido grandes contratos de suministro de gas natural licuado desde el otro lado del charco.
La postura de Trump respecto al conflicto en Ucrania también genera incertidumbre. Lo cierto es que en el aire está parte de los 50.000 millones de euros en préstamos a Kiev, como parte del acuerdo del G7. Una partida que se financiaría con los beneficios derivados de los activos congelados a Rusia y que no está claro si la nueva administración estadounidense apoyaría.
Fuente: Revista El Economista