El Banco Central Europeo (BCE) se reúne este jueves para recortar los tipos de interés por tercera vez este año tras las bajadas de junio y septiembre. Al menos esa es la opinión generalizada en el mercado y entre los analistas. La decisión, que llevaría el tipo de facilidad de depósito del 3,5% al 3,25%no estaba entre los planes de los más altos funcionarios del organismo, que salieron de su reunión de septiembre bastante seguros de poder decretar una pausa en octubre y retomar los recortes en su cónclave de diciembre. ¿Qué ha ocurrido desde entonces? Se puede decir que un vehículo a toda velocidad ha atropellado al BCE y después se ha dado a la fuga. Ese bólido no es otro que el de la Reserva Federal de EEUU.

La sorpresiva decisión del banco central estadounidense en septiembre de arrancar su ciclo de recortes de tipos con una bajada ‘jumbo’ de gran tamaño (50 puntos básicos, el doble de lo habitual) puso toda la presión sobre los hombros del BCE: si el ‘amigo americano’, con su hasta ahora resiliente economía, bajaba los tipos así de fuerte, en la anémica Europa había que poner más carne en el asador y no esperar hasta diciembre para otra bajada.

Los datos entrantes (especialmente unos lacerantes PMI de septiembre y una inflación por debajo del 2% ya entre los grandes de la eurozona gracias al desplome del petróleo) dieron el último empujón. Fue entonces cuando varios miembros del supervisor europeo, con sede en la ciudad alemana de Fráncfort, incluyendo a su propia presidenta, Christine Lagarde, se avinieron a abrir la puerta a un movimiento en octubre bajo el argumento de que el flojo crecimiento empieza a preocupar bastante. Incluso un tradicional halcón como el presidente del Bundesbank alemán, Joachim Nagel, declaró que estaba “abierto” a un recorte en octubre, lo que parecería el último clavo en el ataúd para los que aún se oponían a la medida.

El resultado ha sido que las previsiones para la reunión de este mes del Consejo de Gobierno del BCE han experimentado intensas oscilaciones a lo largo de las últimas semanas derivadas de los datos de crecimiento e inflación que se han ido conociendo y a los propios movimientos y declaraciones de la Reserva Federal.

Lo diabólico de la situación es que el BCE se ha quedado sin apenas margen para recular en octubre justo cuando los datos macro de EEUU se han calentado de nuevo y la Fed ya está telegrafiando que procederá más despacio con los recortes. Dicho de una forma llana, la Fed le ha gastado al BCE una broma pesada: le ha instado a que corran hacia el abismo para tirarse juntos… y justo cuando llegan al precipicio, la Fed se para y ve cómo el BCE se lanza solo al vacío.

Pese a todo, algunos expertos creen que el BCE estaba destinado a recortar los tipos de nuevo incluso antes de que la Fed le animase a tirarse por el ‘precipicio’. Desde IG señalan en una nota que el principal catalizador de este esperado recorte de tipos es la reciente caída de la inflación por debajo del objetivo del 2% del BCE: “La tasa de inflación preliminar de septiembre fue del 1,8%, el nivel más bajo en más de tres años. Este hecho ha reforzado los argumentos a favor de la flexibilización monetaria”.

Konstantin Veit, estratega de Pimco, defiende el recorte de tipos para este jueves desde el punto de vista de la gestión de riesgos: “Con un nivel aún restrictivo del 3,25%, cualquier impacto alcista sobre la inflación puede abordarse mediante un ritmo más lento de reducción de los tipos en el futuro, mientras que el recorte de los tipos ofrece una protección adicional frente a los riesgos a la baja“.

Qué pasará después de octubre

La gran pregunta después de este salto al abismo es qué pasará en el futuro con los tipos de interés en la zona euro. Si prosigue este desacople entre Fed y BCE, el euro seguirá depreciándose, lo que podría convertirse en un problema para la inflación. No obstante, aunque la bajada de octubre no estaba en los planes ni la depreciación del euro tampoco, ahora el BCE debe mantener ahora una hoja de ruta relativamente telegrafiada.

“Parece claro que de aquí a finales de año asistiremos a dos bajadas en el tipo de intervención, una en octubre y la segunda en diciembre, ambas de 25 puntos básicos y que situarían la facilidad de depósito a cierre de 2024 en el 3%. Dado que en la reunión de octubre no habrá actualización de las previsiones macro, habrá que prestar atención al discurso posterior a la reunión y sobre todo al tono que emplee Lagarde en la rueda de prensa, que nos dará pistas sobre lo que podemos esperar de cara a las próximas reuniones, pensando sobre todo en 2025″, aseguran desde Ibercaja.

“Aunque el mercado habla de al menos tres bajadas de 25 pb para el primer semestre del próximo año, creemos que es aventurado hacer predicciones a día de hoy. El BCE va a defender en su discurso la actuación en función de los datos que se vayan conociendo y las decisiones se tomarán reunión a reunión por lo que el foco va a seguir centrado en la evolución de los datos de crecimiento y precios en Europa”, señalan los expertos del banco español.

“Es probable que el BCE insista en que las decisiones seguirán adoptándose reunión por reunión, y el flujo de datos de los próximos meses decidirá la velocidad a la que el BCE sigue eliminando medidas restrictivas adicionales. Dado que la inflación doméstica (excluyendo el impacto de las importaciones) sigue siendo demasiado elevada, lo que refleja en gran medida las persistentes presiones sobre los precios en el sector servicios, prevemos que la política monetaria se mantendrá por ahora en territorio restrictivo, y que el debate sobre la configuración adecuada del tipo de interés neutral se acentuará el próximo año”, señala Veit desde Pimco.

El analista concluye que la valoración del mercado le parece razonable y ve “probable un nuevo recorte de tipos en diciembre, y la fijación de un tipo terminal en torno al 2% para el segundo semestre del año próximo sigue siendo coherente con nuestras estimaciones de un tipo de interés neutral para la zona euro”.

Razones para no recortar tan ‘alegremente’

Tras el probable recorte de esta semana, introduce Ángel Talavera, de Oxford Economics, “la lucha entre halcones y palomas se trasladará al debate en torno a la reunión de diciembre, cuando se espera que la inflación repunte de nuevo, debido a efectos de base desfavorables”. “Es probable que los halcones sigan aferrándose a los indicios de un crecimiento salarial demasiado elevado y una inflación de los servicios rígida para argumentar en contra en los próximos meses”, agrega el analista español.

En esta línea, hay analistas que no se muestran complacientes con una senda más generosa de recortes de tipos. Jörg Krämer, de Commerzbank, ofrece hasta cuatro razones para no recortar tipos el jueves y no acelerar las bajadas. En primer lugar, señala en una nota para clientes, la inflación subyacente ha disminuido en parte porque la caída de los precios de la energía ha tenido un efecto dominó sobre los precios al consumo a través, por ejemplo, de los servicios de transporte, reduciéndolos indirectamente. “Esto es lo que vimos el otoño pasado. Sin embargo, este efecto se desvaneció poco después del cambio de año”, explica el alemán.

En segundo lugar, expone, el aumento de los salarios pactados en la eurozona se ha acelerado entretanto y se ha estabilizado en un elevado 4,5%, lo que no es compatible con el objetivo de inflación del 2% fijado por el BCE. En tercer lugar, continúa, muchas empresas de la eurozona siguen padeciendo una escasez de mano de obra. “Y si el BCE baja los tipos de interés en esta situación, estimulará la demanda de inversiones de las empresas y agravará la escasez de mano de obra en el mercado a medio plazo”, advierte.

En cuarto y último lugar, Krämer aconseja ser prudente después de fases de alta inflación. “Las empresas y los ciudadanos recordarán el shock inflacionario durante mucho tiempo; las expectativas de inflación a largo plazo ya no están tan firmemente ancladas en el 2% como en los años anteriores al coronavirus. Por lo tanto, el BCE debería mantener una política monetaria restrictiva durante más tiempo de lo habitual. De lo contrario, la lucha contra la inflación corre el riesgo de fracasar nuevamente, como sucedió después de los shocks de los precios del petróleo de los años 70“, zanja.

Fuente: Revista El Economista 

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