“Ten cuidado con lo que deseas, porque puede terminar cumpliéndose”. Las actas de la reunión de septiembre del Banco Central Europeo se pueden explicar con este famoso dicho. El banco central cada vez ve más señales de que su objetivo está cerca de cumplirse, y calculan que será en la segunda mitad del año que viene cuando la inflación alcanzará su meta, el avance en el entorno del 2%. Aunque todavía quedan algunos flecos por cortar, como la inflación del sector servicios, que sigue siendo tozuda, la realidad es que la economía de la zona euro está dando señales de una debilidad más fuerte de la que esperaban los miembros del BCE, especialmente en el consumo y en la productividad, dos frentes que les preocupan cada vez más, pero que, por otro lado, les está ayudando a alcanzar su meta de inflación. La esperanza de los banqueros centrales es que todo vaya estabilizándose en los próximos meses, pero también avisan de que la subida de tipos de 2022 seguirá lastrando a la economía durante años. La prueba de fuego será 2025.

La reunión de septiembre del BCE terminó sin grandes sorpresas: como se esperaba, el organismo recortó los tipos de interés 25 puntos básicos, y actualizó su cuadro de previsiones macroeconómicas con un recorte de una décima en las estimaciones de crecimiento para la zona euro este año y los dos próximos. La publicación de las actas del encuentro detalla los puntos más importantes que se destacaron en el debate entre los miembros del Consejo de Gobierno, y dejan varias conclusiones. La principal, que el BCE confía en alcanzar su objetivo de inflación el año que viene, un éxito que, sin embargo, está ligado a un deterioro económico de la economía del bloque que cada vez preocupa más a los banqueros centrales.

Las señales de que la inflación está encauzada hacia el objetivo son claras: “La mayor parte de lecturas de inflación, incluyendo aquellas que tienen un alto contenido de predicción a futuro, están estables a niveles consistentes con nuestro objetivo”, explica el documento. El único dato que sigue preocupando en este sentido es la inflación doméstica, la que está más relacionada con el sector servicios, y que Lagarde ya avisó hace 1 año que se había convertido en el último obstáculo que tenían que moderar para cantar victoria. “La inflación doméstica sigue siendo alta por las subidas salariales”, destacan las actas, pero también reconocen cómo “la esperada caída en el crecimiento de las nóminas el año que viene se espera que sea la principal contribuyente en la última fase de desinflación hasta alcanzar el objetivo”, explica el BCE.

De este modo, el organismo está totalmente centrado en los datos de inflación doméstica, pero reconocen que la situación puede cambiar, y no descartan que, en el futuro, se tenga que acelerar, o retrasar, el ritmo de bajadas de tipos, en función de los datos macroeconómicos que se vayan publicando, en un contexto que sigue siendo incierto para los banqueros centrales. Eso sí, los miembros del BCE reconocen que el contexto actual para la economía europea es de debilidad, y la fragilidad que está mostrando la recuperación está siendo mayor de lo que esperaban, especialmente en el frente del consumo y de la productividad. A pesar de todo, el escenario que maneja el BCE para los próximos trimestres descarta una recesión en la zona euro.

La debilidad que está experimentando la recuperación económica en la zona euro está directamente relacionada con los altos tipos de interés. Las actas de la reunión de septiembre muestran cómo el BCE sigue muy de cerca el impacto que ha tenido la subida de tipos de 2022 en la economía, y consideran que todavía sigue castigando al crecimiento de la región. Es más, avisan de que lo más probable es que siga haciéndolo durante un periodo prolongado. “La política monetaria sigue afectando a la economía, y el análisis sugiere que los efectos de la subida de tipos se pueden prolongar durante varios años antes de que se disipe por completo”, reza el documento.

La prueba de fuego será 2025

Aunque todo parece estar encaminado a cumplir el objetivo de inflación en el medio plazo, los miembros del BCE no quieren cantar victoria. De hecho, para ellos la incertidumbre todavía es tan grande que tampoco descartan que la inflación termine cayendo bastante por debajo del objetivo del 2% que mantiene el organismo; no hay que olvidar que, ya en septiembre, el avance de los precios ha sido del 1,8%, aunque el Consejo de Gobierno espera que en los últimos meses del año se produzca un repunte temporal de los precios por el efecto base.

Más adelante, si se cumple la expectativa de que el crecimiento salarial se modere, como espera el BCE, la inflación alcanzará el objetivo del BCE en 2025. “A pesar de que se esperan algunos baches en los próximos meses, la fotografía apunta a una continuidad de las presiones desinflacionistas a un ritmo firme”, señala el documento, y destaca sus expectativas de que “el crecimiento salarial esperado sea amortiguado por los beneficios empresariales, como se ha visto en los datos recientes”. La conclusión del BCE es que “aún es pronto para cantar victoria”, y hacen hincapié en que “la prueba de fuego va a llegar en 2025, cuando va a quedar más claro si el crecimiento salarial ha caído, si la productividad ha subido como esperamos y si los mayores costes laborales se han moderado los suficiente para mantener contenidas las presiones de los precios”.

Fuente: Revista El Economista

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