La economía de Polonia es una apisonadora. En pocos años, la economía polaca ha pasado de la mediocridad absoluta a convertirse en la quinta potencia de la Unión Europea en términos de PIB agregado en paridad de poder adquisitivo (PPA). Si el análisis se hace en PIB per cápita PPA, en los 90 Polonia era más pobre que Venezuela, Argentina y, por supuesto, España. Hoy, Polonia ha dejado muy atrás a esos países latinoamericanos y está a punto de firmar el sorpasso a España. Pero la historia no termina ahí. En un gráfico publicado por la firma de inversión Apollo se puede ver como Italia ya mira por el espejo retrovisor ante la llegada de la ‘apisonadora’ polaca. En 2029, si las proyecciones del Fondo Monetario Internacional se cumplen, solo unos pocos cientos de dólares separarán al PIB per cápita PPA de Polonia e Italia.

En unos pocos años, la economía de Polonia ha ido ganando puestos y relevancia (mayor peso e influencia) en la Unión Europea. En los años 90, el PIB polaco era inferior que el de Austria o Bélgica, países menos poblados, pero con una renta per cápita mucho más alta. Hoy, Polonia ha rebasado con creces a estas economías y ahora pone la directa hacia los Países Bajos. Para lograr este fuerte y prolongado crecimiento, los políticos de Polonia tuvieron que generar los incentivos adecuados (una economía de mercado) y las instituciones adecuadas para atraer inversión. Una desconexión del sistema que había regido durante décadas que fue duro al principio.

Los primeros gobiernos de Polonia y sus políticas hicieron en los 90 lo que hoy parece imposible en muchos países europeos y avanzados: tomar medidas muy duras e impopulares, que generan dolor a corto plazo, para promover el crecimiento y el bienestar durante décadas. Como señalaba un célebre político europeo hace no mucho tiempo, todo el mundo sabe lo que hay que hacer para resolver los problemas económicos a los que se enfrentan varios países de Europa, pero nadie sabe cómo hacer y ganar las siguientes elecciones. Las políticas largoplacistas (como las que implementó Polonia en los 90) suelen tener implicaciones poco agradables en el corto plazo, por lo que los gobiernos en la actualidad suelen aplicar medidas que les permitan seguir ganando elecciones, aunque se agraven los problemas del futuro.

El fuerte crecimiento de la economía de Polonia en las últimas décadas ha sido el resultado de una combinación de reformas estructurales, fuerte inversión extranjera directa (IED), mejoras en la productividad, y una transición exitosa hacia una economía de mercado abierta. Tras la caída del comunismo, Polonia fue uno de los primeros países de Europa Central y del Este en embarcarse en una transformación radical, adoptando un enfoque conocido como la terapia de choque o shock therapy, liderada por Leszek Balcerowicz. Este conjunto de reformas sentó las bases para un crecimiento económico sostenido.

El éxito polaco ha sido analizado y comentado en los medios más relevantes de Europa. Uno de los últimos ha sido el francés de Le Monde, donde apuntaban que hace veinte años, el PIB per cápita de Polonia era el 48% de la media de la UE (en paridad de poder adquisitivo). Hoy se sitúa por encima del 82%, superando a Portugal. El desempleo, que hace años superaba el 20%, ahora está en el 2,9%. En los primeros años, tras la caída del comunismo, hasta 2,5 millones de polacos emigraron, principalmente a Reino Unido, Alemania e Irlanda (también a España, aunque en menor medida). Desde 2018, este flujo se ha invertido y el país está registrando un claro retorno de su población. “Lo que ha ocurrido en 20 años es un milagro”, afirmaba Brunon Bartkiewicz, presidente para Polonia del banco holandés ING, en declaraciones al diario francés.

La receta del éxito polaco

El Plan Balcerowicz tiene buena parte de la culpa de este éxito. Este plan fue una suerte de método o estrategia para realizar una rápida transición de una economía basada en la propiedad estatal y la planificación central a una economía de mercado capitalista. Un grupo de expertos formado por Balcerowicz crearon en septiembre de 1989 un plan de reformas basadas en las ideas del libre mercado (desregulación, libertad de flujos de capitales, reducción de la deuda y el déficit…), que recibieron el nombre del ministro y economista polaco Leszek Balcerowicz. Este giro radical de la economía provocó una caída de la producción durante tres años en Polonia (el dolor). Sin embargo, tras esos primeros años de caída, la economía comenzó a repuntar casi sin descanso hasta el día de hoy.

Estas reformas promovieron la competencia, aumentaron la eficiencia en la asignación de recursos y establecieron un marco legal que atrajo la inversión extranjera. El modelo económico de Polonia cambió radicalmente, pasando de una dependencia de industrias pesadas y de bajo valor añadido a una economía más diversificada y orientada a las exportaciones (imitando el exitoso modelo alemán). Con ayuda de la inversión extranjera y los fondos europeos comenzaron a desarrollarse sectores de mayor valor añadido, como la industria intensiva en capital (automóviles y otros bienes de consumo duradero), la tecnología y los servicios financieros. Polonia se integró profundamente en la economía global, beneficiándose del acceso a mercados clave, especialmente tras su adhesión a la Unión Europea en 2004. Desde el Banco Mundial aseguran, en una nota publicada este mes, que “el éxito económico de Polonia desde 1989 no tiene precedentes”.

La importancia de la UE

Marcin Piatkowski, economista senior del Banco Mundial y profesor asociado de la Universidad Kozminski de Varsovia, explicaba en un artículo en el que repasaba la historia de éxito de Polonia que él es uno de los polacos más afortunado de todos los tiempos porque pertenece a la generación más rica, más segura y más feliz de la historia de Polonia. “Ha habido muchas razones por las que los polacos ‘lo lograron’ por primera vez en la historia, pero una razón sobresale: el milagro político y económico polaco no habría sucedido sin la Unión Europea”.

La economía de Polonia se ha mantenido unos pasos por detrás de Occidente durante la mayor parte de su historia. Durante largos siglos, el PIB per cápita de Polonia (en PPA) se ha estancado por debajo de la mitad del nivel promedio de Europa occidental. En 1989, cuando Polonia hizo la transición a la democracia y encabezó la caída del Muro de Berlín, el ingreso promedio de un polaco era menos de una cuarta parte del ingreso de un alemán promedio (e incluso menos en términos nominales). El país estaba en bancarrota, no era competitivo y estaba devastado por la hiperinflación. “Nadie habría apostado por Polonia en ese entonces. Y, sin embargo, 30 años después, Polonia se ha convertido, con mucho, en la economía más exitosa de Europa. El PIB per cápita en paridad de poder adquisitivo (PPA) ha triplicado, mientras que en el mismo periodo el ingreso per cápita de Hungría, el primer país líder de la transición, ni siquiera se duplicó. El PIB per cápita de Francia apenas ha aumentado un tercio desde entonces”, explican este profesor polaco que trabaja para el FMI.

Inversión extranjera directa y creación de empleo

Uno de los principales impulsores del crecimiento ha sido la atracción de inversión extranjera directa, especialmente tras la entrada en la UE. Polonia ha sido un destino atractivo para la IED debido a su estabilidad política, mano de obra cualificada, gran margen de mejora (en ciertas etapas tempranas de desarrollo da la sensación que cualquier inversión va a ser rentable) y relativamente barata, así como su proximidad geográfica a las economías avanzadas de Europa Occidental.

Tener de vecino a Alemania ha sido una bendición para Polonia a la hora de exportar los bienes ‘made in Poland’. La inversión en infraestructura, especialmente en sectores como la manufactura y los servicios de tecnología de la información, ha sido crucial. Esta inversión no solo ha aumentado la capacidad productiva del país, sino que también ha generado empleo. El mercado laboral polaco ha experimentado una transformación significativa. El crecimiento económico ha ido acompañado de la creación de millones de empleos en sectores industriales, tecnológicos y de servicios. Además, Polonia ha aprovechado eficazmente los fondos estructurales de la UE para desarrollar infraestructura y mejorar el capital humano, lo que ha aumentado la empleabilidad de su población.

Varsovia, castillo real y el casco antiguo al atardecer

El mercado laboral polaco ha visto beneficiado por una serie de reformas que han aumentado su flexibilidad y han mejorado las condiciones para la creación de empleo. En los años posteriores a 1989, se liberalizaron unas férreas normativas laborales (era un mercado laboral muy rígido), facilitando la creación de empleo en sectores emergentes. Las reformas también fomentaron la movilidad laboral y facilitaron la transición de trabajadores de sectores en declive, como la agricultura, hacia sectores industriales y de servicios en crecimiento.

La mejora en la productividad también se ha visto favorecida por la inversión en educación y en capital humano. Polonia ha realizado esfuerzos importantes para mejorar la calidad de su sistema educativo, a través de reformas notables como son la expansión del acceso a la educación superior y la mejora de la calidad en la formación técnica. Además, durante las décadas pasadas Polonia también implementó programas para mejorar la formación inicial y continua de los docentes, aumentando la exigencia en la selección y preparación de los maestros. Se introdujeron programas de desarrollo profesional y se fomentó la participación de los docentes en actividades formativas durante su carrera. El último informe PISA coloca a Polonia entre los países con unos estudiantes más preparados en las competencias que evalúa este informe, lo que deja a Polonia en buen lugar para competir en el futuro.

De este modo, el sistema educativo ha jugado un papel crucial en preparar a la población para las nuevas demandas del mercado. Desde la reforma educativa de 1999, Polonia ha mejorado los estándares de su sistema de educación primaria y secundaria, lo que se refleja en los altos resultados que los estudiantes polacos obtienen en evaluaciones internacionales como PISA. Esta mejora en la educación ha permitido que Polonia cuente con una mano de obra más cualificada, lo que ha sido un factor importante para atraer inversión extranjera y fomentar el crecimiento de la productividad.

“Dada la alta calidad de su capital humano, la creciente productividad y la apertura de las fronteras europeas, la economía de Polonia debería seguir creciendo en un futuro próximo”, señalaba Piatkowski. Ahora, las proyecciones del FMI muestran que el sorpasso a España se producirá entre 2026 o 2027, mientras que en 2029 ya pisará los talones a Italia en términos de PIB per cápita en paridad de poder adquisitivo.

Los retos por delante para estirar el ‘milagro’

Aunque la inercia de Polonia es indudablemente positiva, como se desprende del recorrido histórico hecho, el país afronta por delante retos que tendrá que sortear para que el ‘milagro’ siga siendo viable. La coyuntura política es más que especial después las pasadas elecciones de octubre, en las que una unificada oposición con el rostro visible del liberal Donald Tusk, viejo conocido en las instituciones europeas, desalojó del gobierno tras dos legislaturas al ultraconservador partido Ley y Justicia, propugnando más derechos civiles y un mayor acercamiento a Bruselas. Este notorio giro político también tiene derivadas económicas.

En un prolijo informe sobre los retos económicos que enfrenta el nuevo gobierno polaco, los especialistas de ING para el país, Rafal Benecki, Adán Antoniak y Leszek Kasek, señalan una máxima prioridad: un cambio de paradigma en la política económica, pasando de un apoyo centrado principalmente en el consumo a un mayor apoyo a la inversión. “Esto se refiere a las inversiones nacionales a través de una política fiscal predecible. En los últimos ocho años, la impredecible y rigurosa política fiscal ha desalentado los desembolsos privados. Como resultado, la relación inversión/PIB de Polonia disminuyó al 17%, mucho más baja que en otras economías de Europa Central, donde esta relación varía entre el 25 y el 28%. También creemos que hay mucha IED pendiente impulsada por preocupaciones geopolíticas”, escriben estos expertos.

Precisamente en este escenario los analistas ven una clara oportunidad para Polonia: “La encuesta independiente realizada por Reuters/Maersk encuentra a Polonia como el destino número uno de nearshoring en Europa. Esta es una tendencia económica y política resultante de las interrupciones de la cadena de suministro durante la pandemia de covid-19. Además, las empresas alemanas se están preparando para el riesgo de empeorar las relaciones con Asia / China. Se trata de trasladar las actividades de abastecimiento o inversión de las empresas europeas o globales más cerca de los mercados nacionales o países amigos”.

En la misma línea, desde el banco ‘naranja’ subrayan la importancia de volver a acercarse a Europa bajo la premisa de que el desbloqueo de fondos de la UE procedentes del Fondo de Recuperación y Resiliencia y de la nueva política de cohesión apoyaría las inversiones públicas, lo que ayudaría a aumentar el potencial de crecimiento de Polonia y a respaldar la convergencia continua de los ingresos reales.

Benecki, Antoniak y Kasek redundan también en la importancia de un nuevo contrato social para escalonar las promesas de gasto (adicionales) elevadas que se suman a las ya contenidas en el proyecto de presupuesto de 2024, con necesidades de endeudamiento neto récord: “En un entorno así, financiar necesidades fiscales excesivas va a resultar caro. En su último informe, el FMI advirtió de que el déficit del gobierno general de Polonia no caerá por debajo del 4% del PIB en 2028. La política fiscal debe encontrar un equilibrio adecuado entre la prudencia fiscal y la garantía de inversiones considerables en defensa, energía o inclusión espacial”.

Por otro lado, resaltan los tres economistas, las políticas de inmigración, pensiones y mercado laboral deben abordar la disminución de la disponibilidad de mano de obra polaca y el aumento de los costes laborales. La fuerza laboral de Polonia se redujo en más de dos millones durante los últimos 15 años y se espera que siga disminuyendo en casi otro millón durante los próximos diez años. Esta brecha ha sido cubierta en cierta medida por inmigrantes, especialmente de Ucrania. “En nuestra opinión, una política migratoria responsable puede alentar a los extranjeros a permanecer más tiempo en Polonia o atraer a otros extranjeros”, apuntan los autores del informe de ING.

Otro importante reto, continúa el informe, es despolitizar la transición energética, ya que Polonia es el país más expuesto de la región de Europa central y oriental a una energía cara, debido a una combinación de fuentes de energía con un alto contenido de carbono. Como los precios del gas natural en Europa se normalizaron en gran medida en 2023, los precios mayoristas de la electricidad en Polonia, con las unidades de carbón cerrando el orden de mérito (una forma de clasificar las fuentes de energía disponibles, especialmente la generación eléctrica, en función del orden de precios ascendente junto con la cantidad de energía que se generará), se encuentran entre los más altos de Europa. La alta intensidad de carbono no solo es un coste adicional para las empresas polacas, sino también un factor cada vez más importante para los inversores extranjeros sensibles a los criterios ESG.

“Polonia necesita acelerar rápidamente las inversiones energéticas para escapar de los elevados y volátiles precios de los combustibles fósiles y del carbono. De lo contrario, el país sufrirá pérdidas de competitividad. La expansión de la energía solar en los últimos tres años en Polonia es impresionante (más de 5 GW de nueva capacidad fotovoltaica instalada en 2021 y 2022). Pero -debido al bajo factor de carga de estas unidades- no cambia mucho el mix de producción de electricidad. La situación actual refleja una década de inversiones insuficientes en la década de 2010, tanto en el suministro de energía limpia como en las redes eléctricas”, cierran desde ING.

Pese a todo, las previsiones siguen colocando a Polonia como uno de los países que más va a crecer en Europa en los próximos años. Como una potencia de nivel medio alto, el Gobierno y la propia sociedad están apostando por un ejército puntero. Polonia está escalando rápidamente en los rankings económicos, pero también en los militares. Es más, hay fuentes dentro del ejército de Polonia que aseguran que en unos pocos años, Polonia no solo será uno de los países que manejen la batuta de la UE, sino que tendrá el ejército más poderoso de toda Europa (incluso superior al de Francia o Reino Unido). Al crecimiento de la economía hay que sumarle los planes del Gobierno polaco hechos públicos este verano: gastar el 5% de su PIB en rearmar a su ejército. La apisonadora polaca no quiero volver a ser el ‘juguete’ en manos de Rusia y Alemania que fue hace años.

Fuente: Revista El Economista

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