La Unión Europea trata de trazar su estrategia para impulsar la industria de seguridad y defensa. La idea es estar preparado en un contexto geopolítico incierto, una pulsión azuzada por el conflicto militar en Ucrania. Pero más allá de ello, la necesidad de reducir dependencias de Estados Unidos en materia de seguridad, ante una posible guerra comercial con la vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca, requiere que el bloque se ponga las pilas. Y la conversación abre las puertas a la emisión de eurobonos como parte de un fondo común europeo para financiar este sector.
“Debemos impulsar nuestra producción tan rápido como sea posible”, decía el primer ministro belga en funciones, Alexander de Croo, a su llegada a la Cumbre de líderes del pasado jueves en Bruselas. No es que los jefes de Estado y de Gobierno aprovecharan este encuentro para delinear la estrategia ante el nuevo mandatario estadounidense, como cabría esperar. En su lugar, han postergado tal decisión al próximo trimestre y se ponen de perfil frente a los desafíos que pueda presentar en dependencias de seguridad y defensa o una posible guerra comercial.
Sobre la mesa, la idea de un nuevo fondo común a nivel comunitario dotado de 500.000 millones de euros para proyectos de defensa y compra de armamento. Una financiación que se levantará en el mercado a través de la emisión de bonos pero que no acaba de encajar a los países más frugales del espectro comunitario. A ello se suma la llamada del secretario general de la OTAN, Mark Rutte, la pasada semana, para elevar el gasto en defensa del 2% al 3% del PIB hasta 2030.
Explicitaba su idea el presidente lituano, Gitanas Nauseda, que abogaba por dar la posibilidad al Banco Europeo de Inversiones (BEI) para financiar proyectos de defensa. Además, reclamaba que el gasto en defensa no compute, que se considere neutral, para la estabilidad fiscal. “Debemos incrementar el gasto en defensa. Mi país está haciendo mucho, hemos incrementado el gasto hasta el 5% del PIB”, aseguró.
Pero no solo eso, el lituano se posicionó por la emisión de bonos para el gasto en defensa. “Lo hacemos en nuestro país y lo tenemos que hacer a nivel europeo”, afirmó. Reclamaba así uno de los debates abiertos en el seno del bloque comunitario que, sin propuesta aún de la Comisión Europea, suscita más controversias que consensos entre los Estados miembro. Por lo pronto, Polonia trata de empujar tal propuesta y Alemania se opone.
Una de las grandes novedades de la nueva Comisión de Ursula von der Leyen configuraba la figura de un comisario de Defensa, en manos del lituano Andrius Kubilius, como una declaración de intenciones. Su predisposición a la emisión de eurobonos para financiar el impulso de la industria de seguridad y defensa quedó patente, la idea es conseguir la financiación “tan pronto como sea posible”. Una condición que no encajaría de incluir esta partida en el próximo marco financiero plurianual, que no llegaría hasta 2028.
Además, Kubilius, pretende que el próximo presupuesto de la UE destine cerca de 100.000 millones de euros a defensa, lo que supondría un incremento sustancial considerando que el presupuesto actual contempla sólo 10.000 millones para defensa.
El plan de la emisión de eurobonos para defensa se plantea, a priori, como la creación de un vehículo de financiación de la defensa, que emitiría bonos respaldados por garantías nacionales de los países participantes y no de la UE en su conjunto. Según la Agencia Europea de la Defensa, el gasto en esta partida en la UE se incrementará hasta los 326.000 millones de euros en 2024, culminando así un décimo año de crecimiento de la inversión militar, según la Agencia Europea de Defensa.
La vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca presenta un doble desafío para la UE. Por un lado, siembra incertidumbre sobre el apoyo de Estados Unidos a Ucrania. Por otro, las posibles tensiones comerciales con el que es el principal socio del bloque requieren de un posicionamiento unánime entre los Estados miembro. La idea del boque, a priori, era reducir dependencias con Washington en el suministro de material militar al tiempo que impulsa su inversión y producción en defensa. Pero la estrategia no está del todo clara.
La Cumbre de líderes de final de año pospuso el posicionamiento estratégico que tomarán los Veintisiete ante la nueva administración Republicana estadounidense. La presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, consideraba en una entrevista con el Financial Times que evitar una guerra comercial con EEUU pasa por comprar en Estados Unidos. Su razonamiento, ante la amenaza de Trump de imponer aranceles del 20% a la UE, pasa por que si EEUU pierde a su principal socio comercial esto sería contraproducente para su economía.
Una guerra comercial, considera la francesa, no iría en interés de nadie. Sin embargo, la Alta Representante de la UE, Kaja Kallas, apuntaba a China como principal beneficiario de tales tensiones. “No hay ganadores de una guerra comercial. Si entramos en una guerra comercial con EEUU, la gente no se beneficiará de ello. Debemos tener cuidado y estar unidos. Si hay una guerra comercial entre EEUU y la UE, quien se reirá fuerte será China”.
Pero el miedo en el bloque comunitario a que Trump ponga en riesgo los compromisos de suministro a nivel de seguridad con el bloque comunitario obliga a los Estados miembro a flexibilizarse y dilatar su inventiva. Por lo pronto, Francia ha levantado su veto a que la UE pueda dotar de incentivos a la industria de defensa de fuera del bloque, como la estadounidense. París se abría a que hasta el 35% de los incentivos financiados a través del presupuesto europeo se pudieran conceder a empresas que no forman parte de los Veintisiete. Una idea a la que se oponía previamente con vistas a dar un impulso únicamente a la producción comunitaria y mejorar su autonomía estratégica.
Fuente: Revista El Economista