A pocas semanas de cerrar el que va camino de convertirse en el año más caluroso jamás registrado, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) lanza un aviso igual o más alarmante: la temperatura media del planeta en este 2024 superará en 1,5 ºC el valor de referencia de la era preindustrial, la temperatura límite que los países fijaron en el Acuerdo de París de 2015 para contener los efectos del calentamiento global sobre el planeta.
Una barrera cada vez más diluida que, si llega a sobrepasarse, podría tener efectos climáticos devastadores materializados en forma de episodios de calor intenso, largas sequías y eventos extremos cada vez más fuertes y frecuentes, tal y como se ha podido comprobar en diferentes países, incluido España, a lo largo de los últimos meses.
A pesar de las palpables evidencias, el mensaje parece no estar calando lo suficiente entre los responsables de alcanzar este hito. Los expertos advierten de que si los gobiernos nacionales mantienen sus actuales políticas climáticas la temperatura mundial aumentará en 2,7 grados, pero las medidas impulsadas por los líderes mundiales para avanzar hacia el objetivo previsto son insuficientes y poco contundentes y así se ha puesto de manifiesto durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP29) celebrada recientemente en Bakú (Azerbaiyán).
Considerada la “cumbre de las finanzas”, el encuentro no consiguió cumplir las expectativas previstas en este ámbito y únicamente consiguió in extremis que los países desarrollados se comprometieran a invertir al menos 300.000 millones de dólares al año en la lucha mundial contra el cambio climático, que los economistas de la ONU cifran en 2,4 billones de dólares anuales para 2030. Los países en desarrollo, que habían solicitado más de un billón de dólares de ayuda, calificaron el acuerdo de “insulto” y afirmaron que no proporciona el apoyo fundamental que necesitan para afrontar con eficacia la crisis.
“Esperaba un resultado más ambicioso, tanto en materia de financiación como de mitigación, para afrontar este gran desafío”, declaraba António Guterres, secretario general de la ONU al finalizar el evento.
Un mercado bajo el paraguas de la ONU
El gran logro de la COP29 ha sido, sin duda, el acuerdo para crear un mercado mundial voluntario de carbono supervisado por la ONU. Este mecanismo permite a países y empresas compensar parte de sus emisiones con acciones “verdes” fuera de sus fronteras mediante créditos de carbono. Según sus partidarios, el pacto alcanzado en Bakú permitirá movilizar miles de millones de dólares en inversiones para impulsar proyectos de energía limpia.
En concreto, la presidencia de la COP29 señala que gracias al acuerdo se ahorrarán “hasta 250.000 millones de dólares al año en la implementación de planes climáticos nacionales”. Por su parte, la organización empresarial IETA, que apoya la expansión del comercio de créditos de carbono, ha afirmado que el respaldo de la ONU hace más atractivas las transacciones y calcula que el mercado podría alcanzar un valor de 250.000 millones de dólares anuales en 2030 y contribuir a compensar 5.000 millones de toneladas métricas de emisiones más al año.
Las negociaciones comenzaron hace 10 años, pero los países no conseguían ponerse de acuerdo en varios aspectos incluidos en el Artículo 6 del Acuerdo de París: la estructura del registro de créditos, la información relativa a los acuerdos bilaterales y cómo actuar si los proyectos no funcionan correctamente. La Unión Europea pedía una supervisión más estricta por parte de Naciones Unidas y exigía una mayor transparencia en los intercambios entre países. Estados Unidos, sin embargo, buscaba más autonomía sobre los acuerdos alcanzados.
En el texto final la UE se comprometió a garantizar servicios de registro para la emisión y seguimiento de los créditos en aquellos países que no pueden permitirse crear sus propios libros de contabilidad, mientras que Estados Unidos se aseguró de que el mero hecho de que una transacción se inscriba en un registro de este tipo no suponga la aprobación de los créditos por parte de la ONU.
La consolidación del sistema abre la puerta a multitud de operaciones, pero el comercio bilateral funciona desde el pasado enero y docenas de países ya han cerrado acuerdos para transferir créditos.
Fuente: Revista El Economista